SEMBLANZA DE MAURICIO SILVA

Buenos Aires festeja el 14 de junio el “Día del Barrendero”, en homenaje a un uruguayo, sacerdote y barrendero: Kleber Mauricio Silva, detenido-desaparecido en Argentina, el 14 de junio de 1977.

El título parece extraño. Quiero compartir con ustedes quién fue Mauricio,  mi amigo, como forma de compromiso con la memoria.

Era un hombre alto, paciente, de gran alegría, de risa fácil y muy ocurrente, con apariencia de fuerte y sano. Muy demostrativo en sus afectos. Fiel a su compromiso evangélico y exigente consigo mismo. Primaba su vida interior. Leía mucho. Le gustaba remar, tocar la guitarra y la trompeta. También jugar al fútbol, todos lo disputaban. Atendía a los muchachos en los campos deportivos, con gran entusiasmo y sin ahorrar energías. 

Nació el 20 se septiembre de 1925, en medio de una familia campesina que llegó a Montevideo en busca de trabajo. Mauricio era su nombre familiar y religioso, Kleber se lo puso su padre, que era militar, por su admiración por el general francés de la época de la Revolución.

A los 13 años ingresó al Seminario de la Congregación Salesiana en Montevideo, en la zona de Manga. A los 18 estudió Filosofía en la Patagonia. Luego Teología en Córdoba. Su Ordenación Sacerdotal la realizó en Montevideo. Trabajó en colegios Salesianos en Bahía Blanca y Río Gallegos, nuevamente en la Patagonia. Regresó a Montevideo, a los Talleres de Don Bosco, luego a Paysandú,  al Colegio Nuestra Señora del Rosario. 

Cuando su madre enfermó, para ayudarla económicamente, pidió permiso al Cardenal Antonio Mª Barbieri, Arzobispo de Montevideo,  para pasar al Clero Diocesano, quien lo recibió con cariño.

Actuó como mediador en la huelga del gremio de Norteña, en Paysandú y en la huelga cañera de 1962, liderada por Raúl Sendic, que lo marcó profundamente.

Se destacó en la renovación conciliar que vivió la Iglesia Católica a partir de 1960. Trabajó en la Diócesis de Montevideo especialmente en colegios religiosos como capellán y en la Comunidad e Iglesia de las Religiosas del Buen Pastor  de la Cárcel de Mujeres.  Fue Asesor de la J.E.C., de grupos de novios, de matrimonios y de Guías Scout, en la Parroquia San Juan Bautista, en Pocitos –una de sus integrantes fue mi entrañable compañera Elena Quinteros-. Fue en esos grupos, a los 13 años, cuando conocí a Mauricio siempre dispuesto a aceptar los requerimientos de los jóvenes –o de quien lo precisara- sin medir el costo en tiempo o esfuerzo y así hasta que se lo llevaron.

Superada la situación económica familiar juzgó que debía volver a la vida de comunidad religiosa. Buscaba una vida de mayor entrega y compromiso evangélico total.  Deseaba compartir la vida de los más pobres sin ningún tipo de privilegio. En esa etapa post–conciliar conoció la Comunidad de los Hermanitos del Evangelio -seguidores de la espiritualidad de Charles de Foucauld- cuyos miembros trabajan donde realizan su apostolado.

 En 1970 hace su noviciado en Suriyaco , La Rioja, y trabajó como peón en una fábrica de ladrillos, caminando Kilómetros para llegar, que los ocupaba en rezar y cantar -“Soy feliz porque tu vas conmigo”, “Yo sé que tú estás cuando amar es un surco humilde y oscuro que reclama el grano para ser fecundo y morir en soledad.”-

Su primera experiencia de Fraternidad la realizó en Rosario -1972- Allí trabajó entre los clasificadores de basura. La experiencia lo fortaleció en su decisión de vivir el evangelio en ese medio. Posteriormente el grupo se deshace y decidió integrarse en una comunidad de Fortín Olmos, en una zona del monte, cercana a Reconquista, en la Provincia de Santa Fe. Fue el responsable de una camioneta comunitaria perteneciente al sindicato de los hacheros de la región. A mediados de 1973 va a Buenos Aires para concretar su sueño de vivir el Evangelio entre los barrenderos. Eran muchos y nadie los ayudaba espiritualmente. También le permitía conocer y ayudar a los vecinos donde realizaba la limpieza.

 Instaló la Fraternidad  en  un conventillo en la calle Malabia 1450. Era muy precaria, pero  Mauricio  la tenía abierta siempre, para recibir y escuchar a quien lo necesitara, con mate caliente y pan en la mesa.

Ingresó como barrendero en la Municipalidad. Fue nombrado el 13 de diciembre de 1973. Lo festejó como el mayor galardón recibido: el de obrero para vivir, como Jesús entre, el pueblo. Trabajó en el corralón de Villas, en Varela 555. Le asignaron la limpieza de la calle Sánchez, de Juan B. Justo a Alvarez Jonte, del barrio de Villa Devoto. Se dedicó, desde el inicio, a la justa lucha de los barrenderos por mantener su estatuto de empleados municipales.

En el período de la dictadura militar, conocía el peligro que corría su vida pues la represión había actuado bárbaramente con otros hermanos de la Fraternidad, con otros religiosos y laicos con opciones de vida similares y con sindicalistas y obreros Municipales, entre otros muchos. Sus amigos le pedían que se fuera del país. No quiso, porque hubiera sido un privilegio mientras sus compañeros sufrían y caían. En una de sus últimas cartas contaba cómo iba preparando su ánimo para enfrentar la tortura y la soledad de la prisión, que era lo que más temía, cuentan sus amigos. El 14 de junio de 1977, mientras barría la calle lo hicieron subir a un auto y nunca se supo fehacientemente sobre su paradero, a pesar de los pedidos a todas las autoridades: militares, políticas, y  religiosas.

Para recordar en Mauricio a todos los barrenderos el Diputado Luís Ignacio García Conde redactó un proyecto de Ley que establece el 14 de junio como “Día del Barrendero”, por ser quizás el oficio “en el que mejor se realiza el vínculo entre el esfuerzo del hombre con la comunidad a la que sirve”, afirmó el Legislador. También tiene el sentido de compromiso con la memoria, desde un contexto Histórico, donde la vida de las personas que defendían a las clases trabajadoras, que mantenían sus convicciones sociales y políticas eran consideradas peligrosas y padecían el martirio con la aplicación de la política del terrorismo del Estado, en la Argentina, en el Uruguay , como en los demás países donde se aplicó el Plan Cóndor.

La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sancionó  el proyecto de Ley el 29 de abril de 2003, como la Ley 1032.

El acto oficial del “Día del Barrendero” lo realizó el Sindicato –SUTECBA- en el corralón de la calle Varela 555, donde está asentado el Departamento de Limpieza de la Ciudad. Al comenzar el acto había unas doscientas personas presentes. La fecha triste del 14 de junio se transformó  en un día de reunión, de descanso y de festividad en la memoria de Mauricio y en la memoria de los demás compañeros caídos. Entre los testimonios de amistad hacia Mauricio, se recibió una carta de Yolanda y Ramón, desde Ecuador, que quiero compartir: “ A Mauricio no le quitaron la vida. El la entregó en un supremo gesto de solidaridad con sus compañeros de lucha. Ellos lo torturaron, lo mataron... para que no quedaran rastros de su memoria. Pero nosotros, recogimos su memoria, lo exaltamos y bendecimos como a un hermano.”       

Quizás también nosotros podemos tener el 14 de junio como “Día del Barrendero”, en Uruguay, como día de compromiso con la memoria, y  para que nunca más.

También creemos que hoy tenemos el compromiso inevitable de pedir nuevamente a las nuevas autoridades: militares, políticas y religiosas que respondan  qué pasó con Mauricio, dónde está su cuerpo.

Gloria Sellera Bermúdez