Paco CLEMENTE, el AMIGO DEL ALMA

 

Paco, hermano y amigo del alma, nos has dado siempre lo mejor de ti: TU AMISTAD, tu fe, tu coherencia, tu lucha, tu corazón repartido entre tu familia, tus amigos, tus hermanos de Fraternidad, tu comunidad cristiana, las parroquias donde te has puesto al servicio de todos. Nos has dado a Nazaret desde tu indiscutible ser de hombre íntegro aceptando y amando lo pequeño, lo que no brilla. Te has quedado donde Dios quería que estuvieras, sin rebelarte contra él ni pretender escalar puestos. Hasta en la habitación 320 de El Rosell de Cartagena nos mostraste Nazaret en tu actitud orante y de silencio. Gracias porque el espíritu de Nazaret, la intuición de Carlos de FOUCAULD, ha sido una constante en tu vida de fraternidad y de ser humano entregado a los demás a través de tu ministerio y de tus luchas.

Paco, el amigo del alma, tú, que has escrito en el último boletín Iesus Cáritas: “Quitad a la enseñanza la experiencia y se convierte en ideología. Quitad a la oración la relación filial y amistosa con el Padre, y aparecerá un “cumplidor” de las obligaciones religiosas. Quitad a las palabras su dimensión de silencio y se convertirán en palabrería. Jesús es un maestro lleno de sabiduría, porque es un experimentado; es un contemplativo, porque tiene la experiencia de ser amado por el Padre; es un apóstol, porque le urge comunicar lo que ha recibido del Padre; es humano, porque está entroncado directamente con la vida. Todo es la dimensión de Nazaret, que se manifiesta en la vida itinerante de Jesús (1), gracias por  tu experiencia de hombre activo y contemplativo, porque no has usado de una mística extra terrestre, porque nunca te has ido por las ramas, y nos has dado desde tu corazón lo más bello que Dios pone en los hombres: capacidad de amar.

El martes, 18 de noviembre, a las cinco y diez minutos de la tarde, te encontrabas cara a cara con el Señor. Él te mostraba su rostro, el que tanto contemplaste en cada ser humano que se cruzó contigo. Tu vida ha sembrado encuentros, ha ido dejando en mucha gente –familias, inmigrantes, hombres y mujeres que han acudido a ti, compañeros sacerdotes de dentro y fuera de la Fraternidad, los pequeños, los humildes- semillas que seguro han caído en tierra buena, porque has sido un buen sembrador, como también en ti germinaron las semillas de la fe, la esperanza, el amor fraterno, la justicia, la paz, la tolerancia y la entrega a los últimos. Gracias porque has sabido mostrarnos con tu vida la pequeñez de Dios cuando somos pequeños. Dice el lama Zui-Phung, personaje de ficción: “El pilar fundamental de una existencia plena es tratar de alcanzar la felicidad haciendo felices a los demás. El amor y la entrega a los que nos rodean nos hace libres, nos permite prescindir de nuestras ataduras personales y también superar nuestras limitaciones. Nuestra existencia deja de ser finita, ya que pervive en las personas a las que amamos” (2) Ten por seguro que, en nosotros, sigues viviendo. Nunca te dolió coger el teléfono para interesarte por los amigos; no pusiste pegas para visitar a quien agradecía tu presencia; no tenías nada tuyo, porque tu corazón estaba en las personas, y no en las cosas materiales.

Tu experiencia de hombre luchador  es para muchos de nosotros una llamada. Hombres de tu talla, que vivieron los cambios en la Iglesia a raíz del Vaticano II  y en la realidad de la transición española, antes y después de ella, con coherencia, sin medrar a costa de otros, trabajando como cura obrero y como pastor en la Barriada de José María Lapuerta, hombres de “otra pasta” como tú, como Manolo MORENO SANZ, como Pepe SÁNCHEZ RAMOS, como Paco BERNAL, como José Luís GARCÍA CAÑADA, como Jesús ARIAS, hermanos de la Fraternidad que ya están también con el Señor, y tantos otros, dando la cara, con valentía y decisión, sin “cambiar de chaqueta”, porque con Jesús de Nazaret, el bienamado que nos muestra el hermano Carlos, vivisteis su  amistad desde el alma, y os hizo amigos de la gente y seres entregados al servicio de la Iglesia y del mundo con un corazón limpio y contemplativo, sin trepar para escalar posiciones de poder y de influencias. En uno de tus libros escribiste: “¡Cuánto bien me has hecho, Señor, dejándome sin nada por un momento!  ¡Qué libertad me has dado, frente a lo que otros pensaban y no era cierto!” (3) Gracias, Paco, porque aunque hoy no hay mucha gente así, la esperanza  nos dice que pervive ese espíritu, y otros están por llegar, porque el objetivo de Jesús, el Reino, se va construyendo, buscándolo como tú.

Nos has hecho mucho bien no sólo con tu anuncio del Evangelio, con tus celebraciones bien preparadas y vividas, con tu servicio a la Fraternidad Sacerdotal Iesus Cáritas como responsable regional para España durante seis años, y tu servicio permanente a otras Fraternidades. Nos has hecho mucho bien con tu presencia en la dificultad, cuando la vida se hace problema, con tu humor algunas veces irónico, pero cargado de cariño, con tu tolerancia respetando el ritmo de nuestras vidas, sin meter prisa, pero estando al lado y con actitud de escucha. Gracias por tantas vivencias vertidas a través de tus poemas, por los días de desierto acabados en torno a la mesa de la eucaristía, de las revisiones de vida en fraternidad, de los diálogos y de los silencios compartidos. Gracias  porque en estos últimos meses no te has quejado nunca por las dificultades en tu salud, porque no has hecho de ello una excusa para dejar de hacer lo que has hecho siempre, y has terminado “con las botas puestas”, al pie del cañón, testimoniando tu amistad con Jesús y tu profunda confianza en el Padre, trabajando sin cesar.

Gracias, hermano Paco, porque has sido y  eres un amigo del alma, gran amigo de los amigos y hermano que lo ha dado todo sin esperar la medalla o el aplauso.

 

                               Aurelio SANZ, fraternidad sacerdotal de Murcia

Perín, Cartagena, 24 de noviembre de 2008

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1 Boletín Iesus Cáritas, abril-junio 2008, 10

2 Andrés PASCUAL,  El guardián de la Flor de Loto, Debolsillo, Barcelona, 2008, 393

3 Francisco CLEMENTE, A solas con el hombre, Almería, 2002, 68