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Presentamos el texto de J. Castellanos, OCD, especialista en historia de la espiritualidad, que nos permite, con una visión objetiva de especialista, valorar el peso y la obra de aquéllos. Rene Voillaume y Hermanita Madeleine, que hicieron concretas, institucionales e históricas, las intuiciones más queridas del Hermano Carlos de Foucauld. Quizás esta valoración nos ayude a estimar más el carisma que tratamos de vivir.

MEMORIA OBLIGADA DE DOS TESTIGOS DE LA ESPIRITUALIDAD DEL SIGLO XX

Jesús Castellano, OCU

Teresianum (Roma)

 

El 13 de mayo de 2003 concluía su vida mortal en Aix-en-Provence el P. Rene Voillaume, Fundador de las Fraternidades de los Hermanitos de Jesús. Con sus casi noventa y ocho años —nació en Versailles el 19 de julio de 1905— era un testigo y un maestro de excepción de la espiritualidad del siglo XX tras las huellas de Carlos de Foucauld. Sus obras espirituales, sobre todo las Cartas a los Hermanitos de Jesús, fueron verdaderos "bestsellers" de espiritualidad evangélica en torno a los años sesenta y setenta1. Habla entrado en un silencio contemplativo y orante desde hacía tiempo. Sus intervenciones no eran conocidas, aunque seguía siendo un testigo y un maestro de espiritualidad para todos los seguidores de la espiritualidad de Carlos de Foucauld.

Muchos preguntaban por él, en un momento en que la profecía de este autor espiritual podía decir todavía mucho a la Iglesia. De repente hemos sabido que vivía y estaba activo y lúcido. Lo demuestran dos hechos que ahora salen a la luz. Por una parte, la publicación de su testamento espiritual, redactado en noviembre de 1995, en forma de oración, en el retiro hecho en la Trapa de Fez, en Marruecos, que lleva la fecha del 22 de noviembre de 1995, tras haber traspasado el umbral de los noventa años2. Por otra, ha publicado recientemente algunas memorias suyas biográficas que tienen una relación muy estrecha con el nacimiento de los Hermanitos de Jesús y de otras familias espirituales de Carlos de Foucauld3. Estas memorias, terminadas el 19 de octubre de 1997 y puestas bajo la protección de Santa Teresa del Niño Jesús, una de sus maestras espirituales preferidas, en el día que era proclamada Doctora de la Iglesia, revelan por primera vez detalles y experiencias espirituales del largo camino recorrido tras las huellas de Carlos de Foucauld. Lástima que terminen allí por los años setenta, poco tiempo después de su renuncia como Prior General en Navidad de 1965. En la Cuaresma de 1968, por invitación personal del Pablo VT, que lo conocía y apreciaba mucho, predicó los Ejercicios Espirituales al Papa y ala Cuna en el Vaticano4.

La Hermanita Magdaleine nos dejó hace ya tiempo, el 6 de noviembre de 1989, en Roma, donde vivía retirada desde hacía tiempo en la sede de la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús, junto a la Trapa de Tre Fontane, donde moró un tiempo Carlos de Foucauld. También ella había pasado el umbral de los noventa años, ya que había nacido en París el 26 de abril de 1898. Y también ella había dejado hacía tiempo el cargo de responsable de las Hermanitas de Jesús por ella fundadas. De ella conservamos también muchos escritos espirituales que son como la historia de la expansión de las Hermanitas de Jesús en el mundo entero5.

Recientemente ha aparecido en castellano una biografía de la H. Magdaleine, fruto de una tesis doctoral en la universidad de Friburgo, que nos trae a la memoria la aventura de esta mujer6.

Esta circunstancia nos ha sugerido hacer memoria de estos dos testigos espirituales del siglo XX, ahora que, pasado el umbral del siglo XXI, es tiempo de memorias y balances de las riquezas espirituales de los últimos decenios en personas, corrientes y movimientos de espiritualidad7.

LA PEQUEÑA HERMANA MAGDELEINE

Empecemos por la Hermana Magdaleine. Los datos externos de la vida de la Hermana Magdaleine (Hutin) se pueden resumir en tres etapas: su infancia y Juventud, su seguimiento de la espiritualidad de Carlos de Foucauld, y su actividad como Fundadora de las Hermanitas de Jesús.

Nace en París el 26 de abril de 1898. A causa de la guerra se educa también en España (San Sebastián) y en Italia (San Remo). De los veinte a los treinta años sufre una grave enfermedad de pleuritis. De 1928 a 1936 ejerce como directora de un Colegio en Nantes.

Atraída por la figura de Carlos de Foucauld, cuya primera biografía se publica en 1921 y ella conoce en la casa paterna, viaja a África y se establece cerca de Argel. En 1938 peregrina a la tumba de Carlos de Foucauld en El Golea y encuentra providencialmente a René Voillaume. Empieza una experiencia de vida religiosa para seguir las huellas del Hermano Carlos. Hace su noviciado con otra hermana en las Franciscanas Misioneras de María y redacta las Constituciones de la futura Congregación. El 8 de septiembre hace sus votos; una fecha que se considera como el principio de la nueva Congregación, y un mes mas tarde funda la primera fraternidad en pleno desierto, ba^o una tienda de nómadas, una de sus ilusiones de un nuevo estilo de vida religiosa. Propaga en Francia su ideal en los años siguientes, en medio de la guerra. En 1942 hace los votos perpetuos. En 1944 llega a Roma y obtiene la primera audiencia con el Papa Pío XII, que apoya su ideal de vida. En 1946 percibe la vocación universal de las Pequeñas Hermanas de Jesús y su inserción en medios pobres, superando la total dedicación inicial al Islam que parecía ser la inspiración exclusiva de Carlos de Foucauld.

En los años que siguen, después de la segunda guerra mundial, la Hermanita Magdaleine da un impulso universal a la Congregación que en 1947 es aprobada por el Obispo de Aix-en-Provence. Ya en 1949 deja el gobierno general de la Congregación, pero sigue siendo la animadora de la expansión universal con fundaciones de fraternidades obreras, entre los gitanos y los pastores. Con intuición profética extiende las Fundaciones en contacto con las Iglesias orientales católicas y ortodoxas en el Líbano; más tarde se extienden las fundaciones por América del Norte y del Sur. Viaja mucho y penetra en las naciones que entonces están todavía bajo el régimen comunista, tras el telón de acero, tanto en Europa como en Asia. Quiere llegar a los cinco continentes y llega de hecho a los confines de Rusia y de China. Es un momento de expansión y de crecimiento de la Congregación. La Hermana Magdeleine mira con simpatía los países del Este europeo. En 1964, la Congregación recibe el reconocimiento de derecho pontificio y pasa a depender de la Congregación de Religiosos, mientras anteriormente dependía, por los vínculos estrechados con algunas Iglesias del medio Oriente, de la Congregación para las Iglesias Orientales. En 1963 nacen las Hermanitas del Evangelio; se funda en 1970 la primera fraternidad ecuménica en Suiza y se aprueban definitivamente las Constituciones adaptadas al nuevo Código de Derecho Canónico en 1988. A la muerte de la Fundadora, en 1989, la Congregación cuenta con 1.350 hermanas y esta ya extendida en 65 naciones.

Hay una línea providencial que es el hilo de oro de la historia de la Hermana Magdeleine. Está marcada por la piedad de la familia y las muertes, enfermedades y contradicciones que vive en su familia desde la juventud, pruebas que la van curtiendo en el amor a los pobres y también en su amor por África. El encuentro con la figura y espiritualidad de Carlos de Foucauld acaece en la propia familia, gracias a la devoción que su padre tiene por este aventurero del desierto cuya biografía y escritos suscitan un movimiento de fervor en Francia en los años que siguen a la muerte del Hermano Carlos, por mérito de sus grandes amigos y propagandistas L. Massignon y R. Bazin. Como un grano de trigo que muere en el desierto el 1° de diciembre de 1916, el Hermano Carlos de Jesús, sin dejar un discípulo, empieza a brotar por doquier el interés por su persona, su obra y su espiritualidad.

La Hermanita Magdeleine, madurada por Dios en la pobreza y en la enfermedad, obligada a buscar el clima de África, teniendo en el corazón el ideal de Carlos de Foucauld, se siente en Argelia como en su tierra prometida y empieza a ver a Jesús en los rostros de los niños árabes. Atraída especialmente por los nómadas del desierto, sueña con una vida religiosa que pueda vivirse bajo una tienda del desierto. Hay una fecha carismática en este tiempo. Es su encuentro con el misterio de Jesús, cuando percibe que la Virgen María se lo entrega. Un Niño que es «luz, ternura y amor», una presencia de encarnación que la marca profundamente y marca también el arte y la vida de las Hermanitas de Jesús. Tras el encuentro, junto a la tumba de Carlos de Foucauld, con R. Voillaume y el Obispo Gustave Nouet, Padre Blanco, Prefecto Apostólico del Sahara, que la invita a hacer un año de noviciado y redactar las leyes de la futura Congregación, Magdeleine, fiel a lo que siente como una inspiración de la Iglesia, se pone manos a la obra. Quiere fundar fraternidades muy sencillas, sin el peso de las estructuras de la vida monástica de entonces, siempre en camino, dedicadas principalmente a vivir en los países del Islam. Madura su mística de la encarnación, atraída por la presencia de Cristo y por la imitación del gesto mariano de entregar a los hombres y mujeres de este mundo al Niño Jesús, en el misterio de la pobreza y de la Encarnación. Lo vive, lo escribe, lo representa con diversas formas artísticas. Jesús será el nombre que ella misma asume cuando hace los votos el 8 de septiembre de 1939. Tras el sueño del desierto, las dificultades de la guerra y el afluir de vocaciones nuevas y generosas en Francia, atraídas por la novedad y sencillez de esta fraternidad que esta naciendo, recibe la aprobación de Pío XII en 1946, y se le abren nuevos horizontes. Se fundan las primeras fraternidades obreras entre los gitanos y los pastores en 1949. La Fundadora sueña a lo grande, en medio de la sencillez, y piensa en fraternidades que se establecen entre los judíos en Jerusalén, entre los leprosos en Camerún y Vietnam, en Japón, China, Moscú, Estambul. Y los sueños se van realizando. Siente la vocación de presencia entre las Iglesias orientales del Medio Oriente, entre los judíos y palestinos de la Tierra Santa, pero piensa también en África central, en América del Norte y del Sur; realiza fundaciones entre las tribus indígenas de Brasil, de Australia, entre los pobres de Sri Lanka, con los esquimales del Polo Norte. Se va realizando el sueño de una universalidad dentro de la sencillez de la presencia de encarnación, de la variedad de las culturas y de los ritos, de la búsqueda de los más pequeños, los despreciados. Todo con un talante a la vez hondamente contemplativo y concreta mente enraizado en el trabajo de los pobres, con y como los pobres. Poco a poco la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús, con el sentido universal y concreto de Magdaleine, se hace presente en los límites de lo humano y da sentido de presencia y amor al Evangelio de los pobres. Cruza con frecuencia el telón de acero y dilata dentro de sus posibilidades los horizontes de una presencia amiga, sencilla, eclesial, con un sentido de universalidad y de inculturación profunda, según el espíritu de Carlos de Foucauld. Vive y vibra por los grandes problemas de la justicia, de la paz, de la unidad de la Iglesia, con un amplio espíritu ecuménico.

La autora de la primera biografía de la Hermana Magdaleine, Angélica Daiker, ha intuido cómo sus caminos espirituales han estado marcados por las etapas de Jesús en el Evangelio. Belén son las raíces con el encuentro decisivo de la Hermana Magdaleine con el misterio de Jesús en el pesebre. Galilea son los caminos de universalidad. Nazaret el estilo de vida, la levadura en la masa de la vida cotidiana, el trabado sencillo de los obreros y obreras, la contemplación y la adoración por tos senderos del mundo, la amistad como estilo de comunión y la preocupación por la vida como lo que más acerca a lo que es más divino y humano. De aquí la novedad del estilo de las fraternidades. Betania es la oración contemplativa, en adoración de la Eucaristía. Jerusalén es la plenitud, con las pruebas y gozos que nunca faltan en la vida de los Fundadores y Fundadoras. Roma es como su patria espiritual, la unidad y el amor a la Iglesia, la prueba segura de su catolicidad más acendrada, la obediencia y la comunión con el Papa como garantía de esa universalidad que es amor a la Iglesia universal, sentido de las iglesias particulares, amor por la dimensión ecuménica y apostólica, sentido de inculturación.

Toda una aventura que es interpretación creativa y dinámica del cansina de Carlos de Foucauld, bajo la guía del Espíritu Santo. Desde su estilo y su originalidad, como trata de ilustrar la autora de esta biografía, la herencia espiritual de la Hermanita Magdeleine responde a muchos retos de la Iglesia de nuestro tiempo, desde lo hondo de lo que se vive, sin ruido, como presencia de contemplación y de amistad, de cercanía y testimonio. Con una abertura de horizontes y una aceleración de la historia que se manifiesta precisamente por la presencia en las fronteras de los diálogos y de las situaciones culturales de pobreza y de lejanía de la Iglesia, allí donde las Hermanitas son presencia eclesial y mañana que ofrece la presencia de Jesús Salvador, el Niño de Belén.

Por los caminos de la Hermanita Magdaleine se cruzan personajes de la historia espiritual del siglo XX, presencias, de amistad y de consejo sereno en los momentos difíciles. Entre estas presencias recordarnos a Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, a Rene Voillaume, a Mons. Charles de Provencheres, al Cardenal Eugenio Tisserant. Pero también la Madre Teresa de Calcuta, el sacerdote ortodoxo Alexander Men, asesinado en Moscú, Roger Schütz, Prior de Taizé8.

La documentación fotográfica que nos presenta el libro nos ayuda a recorrer los caminos de la Hermana Magdaleine desde su infancia por Francia, Argelia, Camerún, Nazaret, Bélgica, Brasil, Alaska, Rusia, China.

En los últimos años de su vida, la Hermanita Magdaleine ha vivido en su retiro de Tre Fontane los acontecimientos de la Iglesia, ha tenido el gozo recibir a Juan Pablo II en su casa. Roma fué para ella una patria espiritual, como lo fue el Sahara, la cuna espiritual del cansina de Carlos de Foucauíd, pero siempre con el corazón y con los pies de peregrina y viajera en el mundo entero, como reza el título del más conocido de sus libros que narra sus experiencias fundacionales.

La pequeña Hermana Magdaleine es una mujer excepcional, testigo de nuestra historia espiritual del siglo XX, pero a la vez protagonista de una dilatación del corazón de la Iglesia por el mundo entero, con una presencia y una espiritualidad que llevan el sello de lo evangélico -ésta es la fascinadora dimensión espiritual de Carlos de Foucauld y de sus seguidores y discípulos- y acercan a la verdad de lo cristiano en sus más hondas raíces humanas y divinas. Una presencia evangélica que no se puede olvidar, ahora que nos dejamos fascinar demasiado por las presencias fuertes y avasalladoras y por los entusiasmos conservadores de última hora, como si con ellos empezara la Iglesia a ser presencia en la sociedad9. La memoria histórica de los testigos auténticos del Evangelio es motivo de esperanza y garantía de autenticidad de la presencia constante del Espíritu en la Iglesia. Y el mensaje evangélico de la Hermanita Magdaleine es de tal calado que no podemos echarlo en olvido, por su universalidad y su profundidad espiritual.

RENE VOILLAUME

Como hemos advertido al principio, el reciente libro de R. Voillaume es una especie de biografía espiritual y fundacional. En ella traza ampliamente los caminos que condujeron al autor al encuentro con Carlos de Foucauld y con su vocación y misión, tras las huellas de este «Hermano universal». Lo hace con la responsabilidad de un testigo y con la humilde conciencia de que en él ha obrado el Espíritu. Rompe, pues, la reserva acerca de algunos momentos importantes de su biografía espiritual para dejar constancia de algunos momentos carismáticos vividos y sufridos en esta obra de fundación de la familia espiritual de Carlos de Foucauld, a través de 49 densos capítulos que dejan huella en la historia espiritual del siglo XX. Con la gratitud de un hijo espiritual y de un discípulo fiel, R. Voillaume dedica una larga introducción a los caminos espirituales de Carlos de Foucauld, una síntesis madura de la espiritualidad del ermitaño del desierto,

La primera parte del libro (cap. 1-4), bajo el epígrafe Una fértil herencia espiritual nos introduce en la situación del patrimonio espiritual del Hermano Carlos después de su muerte violenta, acaecida el 1 de diciembre de 1916, con todas las riquezas y contradicciones de un testamento rico y abierto al futuro, sin herederos precisos, hecho de escritos, de discípulos lejanos, de admiración, de intentos de participación en su espiritualidad, La segunda parte (cap. 5-7), presenta los primeros discípulos que de cerca o de lejos, pero sin una clara estructura fundacional se aventuran por sus caminos espirituales africanos o en la patria francesa.

Con la tercera parte (cap. 8-20), el libro empieza a ser autobiográfico. Voillaume nos introduce en su infancia y familia, en los inicios de su vocación y en los varios intentos de búsqueda de su camino espiritual durante su Juventud, entre la llamada a la vida sacerdotal y la vocación religiosa y misionera, entre pruebas y enfermedades. Nos habla de su encuentro con la figura y los escritos del Hermano Carlos, de su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1929, del período de sus estudios en Roma, en contacto con personajes de gran importancia espiritual como el P. R, Garrigou Lagrange, cuando consigue el Doctorado en el Angelicum. Nos confía su primera orientación hacia el estudio de la lengua y la cultura islámica para poder realizar un proyecto que le bulle en el alma, el de seguir en África las huellas del que empieza a ser su maestro espiritual, Carlos de Foucauld. Estamos en la década que va de los años 1923 a 1933. Ese año nace la primera fundación religiosa en Montpellier inspirada en Carlos de Foucauld, las Hermanas del Sagrado Corazón.

La parte Cuarta es de un interés extraordinario. Son los capítulos 21-32. Cuenta las primicias de la fundación de la Fraternidad de los Hermanitos de Jesús en el desierto de El-Abiodh-Sidi-Cheikh, con unas normas y un programa rígido de una especie de ermitaños y monjes del desierto con la adoración del Santísimo sacramento, la clausura, el silencio, la oración día y noche, sin apostolado. Nos cuenta los primeros intentos y osadías de una adaptación ritual a algunas tradiciones islámicas en la oración. Van llegando los primeros novicios y van surgiendo vocaciones en Francia. Hay momentos de crisis por la dureza del régimen de vida, sobre todo cuando se trata de integrar dentro de la vida contemplativa el trabajo intelectual de los estudios para preparar los candidatos al sacerdocio. El 19 de marzo de 1938, junto a la tumba de Carlos de Foucauld, se encuentran por primera vez los Fundadores de la Fraternidad masculina y femenina de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús, R. Voillaume y la Hermanita Magdaleine. Se trata de un encuentro providencial y profético. La Hermana Magdaleine lleva ya en su corazón una visión más universal, abierta y creativa del carisma; con osadía femenina le propone a Voillaume esta visión, le exhorta a trabajar juntos y le profetiza que llegará un tiempo en que dictará conferencias a los Hermanitos y Hermanitas unidos y recorrerá el mundo hablando a los sacerdotes; algo insólito para Voillaume, que creía a pie juntillas en la fidelidad a una vida de silencio y de clausura en el desierto sahariano. Con la guerra y la llamada a las armas en 1939, llega el tiempo de la dispersión, con retornos a la fraternidad del desierto y con balances serios sobre el camino recorrido y el futuro del carisma, como el que se hace al cumplirse los diez años de vida de la fraternidad. Con la paz de 1945 empieza una nueva época y una novedad sustancial en la vocación de las fraternidades.

Es la quinta parte de esta historia (cap. 33-43) la que comprende los años 1945-1960. El titulo de esta parte es significativo. Se trata de una primera orientación que abre la fraternidad a otro estilo de vida y de presencia: Del silencio del Sahara al mundo del trabajo. Estamos en la Francia «país de misión» de la postguerra, con todos los fermentos en las masas obreras, la misión de Francia, los curas obreros. Voillaume es sensible a toda esta orientación de presencia e inserción en ambientes descristianizados, sin perder la hondura de la espiritualidad de Carlos de Foucauld. Nacen las primeras fraternidades obreras con la apertura, universal que llevaba ya en el corazón la Hermanita Magdaleine.

Desfilan por estas páginas personajes de gran importancia en la historia espiritual de la Francia de la postguerra. Recordemos algunos: los dominicos de Marsella, donde se fija la casa de formación De los futuros sacerdotes de la fraternidad, para que puedan aprender bien la teología en francés, renunciando al proyecto de Roma donde se hacían las clases en latín; el P. J. Loew, trabajador en el puerto de Marsella; Mons. Ancel, de la Fraternidad de El Prado de sacerdotes obreros; Roger Schütz, Prior de Taizé; el celebre jesuita chileno P. Hurtado, hoy beato, a quien Voillaume le promete una fundación en Chile; la fundadora de los “Foyers de la charité”, Marthe Robin, y muchos otros, y son de gran importancia los contactos personales con Pío XII y con Mons. Montini de la Secretaría de Estado.

R. Voillaume narra ampliamente los contactos con ia Hermana Magdaleine cuando se consolidan los proyectos de universalidad, la amistad con las Iglesias orientales, el sentido de la unidad en Roma, la unidad y la diversidad en el amor, el sentido de la inculturación, los instrumentos concretos de la vida contemplativa, la unidad entre los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús. Es el tiempo fecundo de doctrina que R. Voillaume transmite con sus cartas recogidas en el libro En el corazón de las masas, título muy significativo de la inserción en ambientes de trabajo y de descristianización.

Es un tiempo de rápida expansión, de vocaciones abundantes y excelentes, de atracción por un tipo de vida religiosa nuevo que suscita también algunas incomprensiones. Afluyen vocaciones de valor; baste pensar en algunas vocaciones que nacen de una opción radical, como la de Carlos Carretto, dirigente nacional de la Acción Católica italiana, o de Arturo Paoli.

La sexta parte, que comprende los capítulos 44-49, nos acerca al tiempo que precede y sigue el Concilio Vaticano II con el titulo El tiempo de las pruebas en el Norte de África y en Francia. Son las pruebas de la independencia de Argelia y la suspensión de los sacerdotes obreros en Francia con un decreto del Santo Oficio de 1960, con todas las consecuencias que comporta para la nueva orientación de algunos de los Hermanitos de la Fraternidad.

R. Voillaume nos cuenta las cosas con la memoria y la pasión del  momento, nos detalla el encuentro con Pablo VI, abierto a una revisión de aquella suspensión; nos narra la consolidación de la Fraternidad y la expansión por el mundo entero, con esos viajes que la Hermanita Magdaleine había profetizado. Es el tiempo del Concilio, en el que R. Voillaume ha quizá dejado una huella en la pasión por la pobreza de la Iglesia10. Es tiempo fecundo de fundaciones y de vocaciones, poco antes de la gran crisis de 1968, el año en que el Papa lo llama a predicar los Ejercicios Espirituales en el Vaticano.

R, Voillaume concluye sus notas biográficas y el camino fundacional de la Fraternidad, con la aprobación por parte de la Santa Sede, el 13 de Junio de 1968, como Instituto religioso de Derecho Pontificio. Los capítulos Generales posteriores han tratado de profundizar la vocación y misión de los Hermanitos de Jesús. Mientras tanto habían nacido los Hermanitos del Evangelio. El último capitulo es una visión retrospectiva del camino recorrido, de la inspiración original de Carlos de Foucauld y de los avalares de una historia con sus problemas abiertos de cara el futuro. Las últimas líneas del libro, en el estilo más puro del espíritu eclesial de los Fundadores, es una confesión de fe en el camino recorrido en comunión libre y obediente hacia la Iglesia y el Papa.

UNAS OBSERVACIONES FINALES

Al final de esta rápida visión del libro de R. Voillaume, compendio de autobiografía personal y de historia del carisma de Carlos de Foucauld en la Iglesia, hasta estos momentos, se me hace imprescindible hacer un triple balance.

1. El primero se refiere al carisma original. Con una cierta curiosidad y un sentido de maravilla en las páginas 559-560 del libro se encuentra un  amplio elenco de los Grupos de la Asociación General de las Fraternidades Carlos de Foucauld. Por una paradoja de la Iglesia, el ermitaño del desierto que murió sin tener un solo adepto para sus fundaciones, ha engendrado a lo largo de los años que nos separan de su muerte toda una serie de grupos que llevan su nombre o se inspiran en su espiritualidad. Se trata ante todo de once institutos religiosos, de derecho pontificio o diocesano, que en orden de fundación son: los Hermanitos de Jesús (1933), las Hermanitas del Sagrado corazón (1933), las Hermanitas de Jesús (1939), los Hermanitos del Evangelio (1956), las Hermanitas del Evangelio (1963), las Hermanitas de Nazaret (1966), los Hermanitos de «Jesús Caritas» (1969), los Hermanitos de la Encarnación (1976), las Hermanitas del Corazón de Jesús (1977), los Hermanitos de la Cruz (1980), las Hermanitas de la Encarnación (1985). Hay un Instituto secular femenino: La Fraternidad «Jesús Caritas» (1952). Existe una asociación sacerdotal: La Fraternidad sacerdotal «Iesus Caritas» (1951). Finalmente hay una serie de Asociaciones de fieles: Grupo Carlos de Foucauld (1923), la Fraternidad secular (1952-1953), la Sodalité (1956), la Comunitat de Jesús (1968), la Fraternidad Carlos de Foucauld (1992). Una verdadera familia numerosa, unida por la inspiración de un hombre que ha dejado huella en la Iglesia: Carlos de Foucauld.

Los avalares de la inspiración original, de las formas que ha revestido el carisma, su capacidad de equilibrio y de adaptación han sido enormes, para poder crecer junto con la Iglesia y la sociedad, gracias a hombres providenciales como R. Voillaume, sus discípulos y seguidores, y de una mujer de gran calado profético, la Hermana Magdeleine y sus seguidoras.

2. El segundo balance se refiere al entramado de personas y contactos que supone la historia contada por R. Voillaume. Ya hemos tenido ocasión de evidenciar algunos personajes importantes de la historia espiritual del siglo XX que se entrecruzan en este relato fundacional. Una atenta lectura del índice de nombres (pp. 563-573), ofrece un panorama interesante de personas que han tenido contactos con esta historia. Baste una serie de nombres, entre los más conocidos, por su doctrina o su testimonio espiritual, además de los que forman parte de la historia de Carlos de Foucauld: los Cardenales Gregorio Pedro Agagianian, J. Cardijn, A. Dell'Acqua, L. E. Duval, M. Feltin, P. Fumasoni-Biondi, G. Garrone, P. Gerlíer, Ch. Journet, A. Larraona, A. Ottaviani, V. Valeri, E. Tisserant, D. Tardini, E. Suhard, J. Villot, P. Veuillot; los Obispos Ancel, C. Constantini y otros, corno Roland Gosselin; sacerdotes como H. Caffarel, A. Gelin, J. F. Six; los dominicos Bruckberger, Congar, Cottier, Duroux, Garrigou Lagrange, Labourdette, Loew, Lebret, Roland de Vaux; Jesuitas como el P. Hurtado Cruchaga; nombres y mujeres espirituales como R. Schütz, M. Robín, G. Sortais; personas de la cultura como el hebreo A. Chouraqi, el celebre R. Follerau, los esposos Raïssa y J. Maritain; este último terminó sus días con los Hermanitos de Jesús... además de los contactos oficiales con los Papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II.

3. La tercera reflexión y balance se refiere a la espiritualidad del Carmelo. En el índice de nombres se citan con amplitud los tres doctores de la Iglesia que tiene el Carmelo, porque, en cierto modo, forman parte de esta historia espiritual, tanto por su influjo en Carlos de Foucauld como en la trayectoria de R. Voillaume. Dejando lo que se refiere a la formación espiritual carmelitana del Hermano Carlos, tanto tras su conversión como durante su noviciado entre los Trapenses, recogemos algunos testimonios del autor.

R. Voillaume recuerda su contacto con las obras de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús antes de su ordenación, los cursos seguidos en Roma sobre San Juan de la Cruz con el P. Garrigou Lagrange, el influjo ejercitado por los Santos del Carmelo en el hermano Carlos. Hay páginas elocuentes en las que el autor confiesa el influjo que en los principios de la vida eremítica del desierto ejercitaron sobre los primeros Hermanitos la doctrina de los Santos del Carmelo y la tradición de los Desiertos de la Reforma Carmelitana11. Es interesante la anécdota que cuenta cuando invitado a predicar un retiro en Lisieux a los que se preparaban para la misión obrera en Francia, tras haber insistido en el valor de la oración contemplativa, el Rector, un tal L. Augros, le dijo si todavía a esas alturas creía en San Juan de la Cruz, la respuesta fue neta: Sí creo. Y el comentario hecho a distancia escueto: «Y quedamos en silencio, toda la diferencia entre nosotros estribaba en esto»12. De hecho la doctrina de Juan de la Cruz era guía en la formación de los novicios y criterio de verdad para la formación en los estudios con un talante contemplativo.

Teresa de Lisieux aparece también muy temprano en la formación del joven seminarista Voillaume; cuenta que cuando fue operado de apendicitis en Argel, al recobrar el sentido después de la anestesia, soñó en voz alta hablando de Santa Teresita. Su doctrina espiritual fue de gran importancia en la vida de los primeros Hermanitos que hasta se inspiraron en ella para el voto de víctima, cambiado después en voto de abandono. Lo recuerda el autor citando Incluso algunos escritos del Hermanito Noel, maestro de novicios13.

No cabe duda, como recuerda en vanas ocasiones R. Voillaume, que la tradición espiritual y contemplativa del Carmelo con la doctrina de sus Santos los confirmaba en la opción por la dimensión contemplativa y orante de su vocación.

Una nota que enriquece la relación constante que en la historia de la Iglesia existe siempre entre nuevos y antiguos carismas.

CONCLUSIÓN

Cuando se escriba con una cierta perspectiva la historia espiritual del siglo XX, no faltarán entre los fundadores de nuevas formas de vida consagrada, entre los maestros espirituales y entre los testigos de la vida espiritual renovada y comprometida, la mención de estos dos cristianos a los que hemos dedicado esta nota, con ocasión de la reciente publicación de algunos libros suyos. Es suficiente por ahora haber dejado constancia de ello, con la invitación a la lectura de estos escritos que nos traen a la memoria dos insignes contemplativos y apóstoles, enamorados de Cristo y del Evangelio.

Revista de Espiritualidad

63(20CM) 123-138

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(1) Recordemos su celebre obra “Au coeur des masses”, Cerf, París, 1950; última edición original en 1969, 2 vols. En español: En el corazón de las masas, Madrid, Studium, 1968, séptima edición.

(2) Ha sido publicado recientemente, después de su muerte, en la revista suiza Nova et vetera 78 (2003) pp. 3-1-4. El testamento, redactado en forma orante, tiene acentos autobiográficos muy importantes que coinciden con algunas de las páginas del libro que vamos a comentar.

(3) Charles de Foucauld et ses premiers disciples. Du desert árabe au monde des cites. París, Bayard, 1998; versión en italiano: Charles de Foucauld e i suoi discepoli, Edizioni San Paolo, 2001. Seguimos en esta exposición la edición italiana que tenernos a nuestra disposición.

(4) Retraite au Vatican avec sa Saínteté Paul VI, Fayard, Paris. 1968. Acerca de René Voillaurne y de sus escritos se puede consultar la bibliografía esencial del libro citado y las noticias de primera mano que él nos ofrece. Una bibliografía esencial acerca de R. Voillaume no es fácil de encontrar en castellano. Puede ser un punto de referencia la tesis doctoral, presentada y defendida en Burgos, del sacerdote argentino José María RECONDO, El camino de la oración en René  Voillaume, Fundación "Gratis date". Pamplona, 2002.

(5) Desde el Sahara al mundo entero. Ciudad Nueva, Madrid, 1985.

(6) Angelika DAIKER, Hermanita Magdeleine. Vida y espiritualidad de leí fundadora de las Hermanitas de Jesús, Sal Terrae, Santander, 2003. Nos serviremos de esta biografía, amablemente enviada por las Hermanitas de Jesús al autor, para hacer una presentación. Una bibliografía esencial en el libro de Daiker o.c., p. 2-45.

(7) Sobre la espiritualidad del siglo XX me permito enviar el resumen que he hecho recientemente en lengua italiana; La Teología Spirituale, en Giacomo CANOBBIO-Piero CODA (edd.). La Teología del secolo XX. Un hilando, vol. III: Prospettive pratiche, Cittá Nuova, 2003, pp.195-322.

(8) Recuerdo haber participado en Tre Fontane en 1964, con motivo de la aprobación oficial de la Fraternidad, donde estaban presentes Roger Schütz y Max Thurian. Me impresionó que hubieran hecho la comunión y hubieran participado a la adoración del Santísimo Sacramento siendo protestantes.

(9) Para conocer mejor a la Hermanita Magdaleine, además de la citada bibliografía esencial del libro de A. Daiker, o.c. p. 245, remitimos a estas dos obras en italiano: Magdaleine di Gesú, Gesú per le strade, Piemme, Casale Monferrat, 2000; Magdeleine di Gesú, fondatrice delle piccole sorelle, Milano, Jaca Book, 1999.

(10) Con motivo de la muerte de R. Voillaume, el dominico G. Cottier (hoy cardenal), que conoció a R. Voillaume desde Joven, al tiempo de los estudios de los Hermanitos de Jesús en Marsella, le ha dedicado un hermoso testimonio acerca de la pasión de R. Voillaume por la teología y su influjo en el Concilio por el tema de una Iglesia pobre y de los pobres. Cfr. su testimonio en la revista italiana I piccoli Fratelli di Gesá. n. 9, primer Semestre 2003, con ocasión de la muerte de Fr. Rene Voillaume, pp. 28-30.

(11) R. Voillaume recuerda en varias ocasiones (pp. 25-4, 269) la lectura y el influjo del libro del P. BENOIT-MARIE DE LA SAINTE CROIX, Les saintes deserts des carmes dechaussés, y en general el influjo de la espiritualidad del Carmelo.

(12) Cfr. p.419.

(13) Cfr., pp. 211-212. 296. 546. 564. Hemos recordado al principio que el libro lo dedica R. Voillaume a Teresa de LÍsieux en el día en que Juan Pablo II la proclama Doctora de la Iglesia (19 de octubre de 1997).