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EL RETO DEL DIÁLOGO ISLAMO-CRISTIANO.

+ Claude Rault. Tamanrasset. 18 de abril de 07

Les advierto de entrada que no me sitúo como un especialista del diálogo, sino como un hombre “del terreno”. Mi itinerario personal me ha llevado a trabajar más sobre este vasto campo del diálogo islamo-cristiano a partir de la vida ordinaria de los musulmanes comunes que en salas de conferencias o en los simposios de los especialistas. Me parece que el diálogo sin la vida ordinaria no tiene una tierra donde arraigarse y corre el riesgo de no tener ningún efecto sobre el encuentro entre los creyentes de nuestras dos religiones. Una vez más, me siento más un experto sobre el terreno que un especialista, y es a partir del día a día que deseo situarme, tomando al mismo tiempo una cierta distancia.

El tema que se me ha propuesto se titula "Los retos del Islam hoy". Más que de lanzarme en un análisis sociopolítico o religioso, prefiero internarme un ámbito sobre el cual tenemos acceso: el del diálogo. Porque el diálogo en sí mismo constituye un verdadero reto. Actualmente, en muchos lugares, las relaciones entre cristianos y musulmanes son espacios de fragilidad. Estamos aún bajo la influencia del 11 de septiembre de 2001 con la destrucción suicida de las torres gemelas de Nueva York. La guerra en Irak aún es considerada por muchos Musulmanes y también por Cristianos... como una guerra confesional que pone en confrontación cristianos y musulmanes. Estamos en plena amalgama, y los Musulmanes al igual que los Cristianos de Oriente, son los primeros en sufrirlo. El conflicto Israelí-Palestino acude también a interferir en este diálogo. Y en tanto que no se haga justicia al pueblo Palestino, el encuentro entre Cristianos y Musulmanes lo sufrirá.

Más cerca de nosotros, el discurso del Papa Benedicto XVI en Ratisbona es también muy revelador y nos muestra nuestras hipersensibilidades respectivas, la dificultad de ajustarnos mutuamente cuando queremos entrar en Diálogo. La buena voluntad por sí sola no basta. Es difícil situarse tan solo en el campo de la razón cuando las sensibilidades se encuentran también exacerbadas. ¡Véase que el contexto no es simple, y que representa un verdadero reto! Querría intentar esbozar algunos puntos para analizar lo que implica este reto y este compromiso. El peligro sería bajar los brazos, vista la complejidad del planteamiento. Pero, más que aventurarme en análisis sociológicos, querría situarme lo más cerca posible de la interpelación evangélica, la de mis convicciones y mi fe.

 

1. EL DIÁLOGO, UN COMPROMISO MULTIFORME.

Pero antes de hablar de Diálogo, es quizá útil ponerse de acuerdo sobre la terminología... Es cierto que se acostumbra a dar a este término un sentido más bien "oficial". La realidad es afortunadamente mucho más amplia, mucho más extensa, y mucho más rica también, que el solo Diálogo que se reservaría a los especialistas. Es posible entrar en contacto con musulmanes no importa donde nos encontremos. Diría que basta con quererlo. Christian de Chergé, prior de Tibhirine acostumbraba a decir " el encuentro con el otro llega a producirse en la medida en que se le busca". Vamos pues a intentar ampliar al máximo este concepto de Diálogo. ¿Qué se debe entender por "Diálogo"? ¿Qué realidades de la vida engloba este concepto? En el sentido más elemental del término, el diálogo significa

"conversación, intercambio de opiniones entre dos o varias personas..."

"debate destinado a encontrar un terreno de acuerdo" (Definición del Larousse 97)

Me detendré sobre todo sobre la primera parte de la definición. Esta realidad contiene muchos ámbitos de nuestra existencia en los que estamos en relación con los creyentes del Islam.

A - El Diálogo, una determinada manera de vivir.

Digamos que el diálogo, es en primer lugar una determinada forma de vivir.

Permítaseme citar un pequeño documento que emana del Secretariado para el Diálogo inter-religioso. He aquí como lo define:

"el diálogo es un estilo sobre todo de acción, una actitud y un espíritu que inspiran el comportamiento."

implica atención, respeto y acogida del otro,

a quien se reserva el espacio necesario para su identidad, para su propia expresión y para sus valores."

Esta última definición está extraída de un documento publicado en el 84, pero que sigue estando siempre de actualidad: "Actitud de la Iglesia Católica ante el que cree en otras religiones" (n° 29)

- En primer lugar  "un estilo de acción, una actitud y un espíritu que inspira el comportamiento".

Véase que evita hacer un planteamiento puramente intelectual. Es un estado de ánimo que va a tener una repercusión en nuestro comportamiento. En sí, no es una empresa, sino una manera de ser que abarcará nuestras relaciones con los otros. Se hablará pues consecuentemente de espíritu de diálogo en referencia a una persona abierta, afable, dispuesta a entrar en relación con los otros. Esto se construye desde el deseo, el anhelo. Es necesario de antemano desear el encuentro con el otro para conocerlo mejor en su diferencia y hacer camino con él teniendo en cuenta esta diferencia.

- A continuación, "implica, en efecto, atención, respeto y acogida del otro a quien se reserva el espacio necesario para su identidad, para su propia expresión, para sus valores".

El espíritu de diálogo respeta la libertad del otro, le deja ser él mismo, no niega su identidad, y reserva un espacio a la diferencia. Es el respeto del otro en su propia diferencia. No suprime la alteridad, al contrario, la supone. Esto forma parte de nuestra vocación como creyentes, incluso si a veces este planteamiento no llega a ser comprendido por el otro, o está tentado de sospecha... ¡El otro puede preguntarse a veces si la otra parte no tiene algún otro propósito! Por qué, siendo así, ir al encuentro del otro? Adoramos a un Dios en quien se vinculan armoniosamente la unidad... y la diferencia. A la luz de nuestra fe, sería contrario al « sentir de Dios » pretender encontrarse tan solo con aquellos que son como nosotros. Pero esto no puede hacerse sino es desde la base del respeto al otro. Eso supone también la distancia, la distancia respetuosa. Un día, con Ahmed, un amigo musulmán, profesor como yo, hablábamos de nuestras raíces comunes. Como conclusión, me dijo: ..."Y al fin, todos somos hermanos!" Se detuvo, y añadió con una sonrisa malévola: "Hermanos... quizá no, en cualquier caso, somos primos!" Me gustó esta corrección porque sé que en sus palabras, reservaba un lugar para la diferencia. Y respetaba esta diferencia no asimilándome él, o a su comunidad.

B Los distintos niveles del diálogo.

Antes de abordarlos, quiero advertir que no otorgo ninguna "jerarquía" a estos distintos niveles. Una madre de familia cristiana que vive una relación de amistad, de apertura con su vecina musulmana puede vivir esta relación a un nivel infinitamente más elevado que teólogos cristianos y musulmanes implicados en un discurso puramente teológico.

Pero querría poner de manifiesto que el diálogo engloba todo un conjunto de relaciones interpersonales. "El encuentro con el otro se produce en el grado en el que se le busca". No es una cuestión de nivel de conocimiento intelectual.            

- El diálogo de la vida ordinaria.

Es aquel que está al alcance de todo el mundo. Comenzar por decirse buenos días, por sonreír, es así cómo se establece una relación. De hecho lo practican muchos creyentes, a diario. Comporta relaciones de buena vecindad, de mundología, el deseo de conocer al otro. No solamente su religión, sino el otro en tanto que persona. He aprendido más sobre los musulmanes trabajando tres años en un taller que en dos años de estudios.

Porque la vida, la convivencia, es aún la mejor escuela que existe. Es a esta universidad, la de la vida, que Jesús de Nazareth se inscribió durante treinta años. Es cierto que mi formación en Islamología me ha ayudado, pero estos años de trabajo sencillo, a ras de suelo, me han hecho vivir lo cotidiano de la vida de los musulmanes.

Este diálogo de la vida diaria es indispensable, ya que ayuda a encontrar al otro de manera muy simple, no académica. ¡Hace del otro un sujeto, y no un objeto de estudio!

Es aquí que aprendemos mutuamente sobre las cosas de la vida. Se aprende a estar atento al otro. Sobre todo si vive un momento intenso de su vida religiosa. Pienso en el tiempo del Ramadan, y en las fiestas religiosas tanto cristianas como musulmanas. Es la ocasión de desearse buenas fiestas, y también de aprender a través del otro el sentido de nuestras celebraciones. Es también el momento de intercambiar visitas y regalos, y esto es un verdadero lenguaje, el del corazón.

- El diálogo del compromiso.

A partir del conocimiento mutuo, se puede colaborar más fácilmente. Tenemos en común la preocupación por la persona humana. 

Sin dejar la vida diaria, hay numerosos ámbitos, en la vida social y en la vida asociativa, donde puede desarrollarse esta colaboración.

Asociaciones de padres, asociaciones deportivas, intercambios culturales. No es necesario buscar muy lejos. Quizás sea esta forma de diálogo, la del compromiso, la más vivida en nuestra Diócesis.

Hay un ámbito privilegiado que puede ser un lugar de colaboración e intercambio, se trata de todo lo que afecta la justicia y la paz; es la mejor manera de olvidar un pasado cargado de muchas incomprensiones y confrontaciones mutuas.

Querría citar aquí un texto del Concilio, a menudo demasiado olvidado, desgraciadamente:

"si durante siglos, se han puesto de manifiesto numerosas disensiones y enemistades entre los cristianos y los musulmanes, el Concilio exhorta a todos a olvidar el pasado y a esforzarse sinceramente en la comprensión mutua, así como a proteger y promover juntos, para todos los hombres, la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad"

(Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas n°3)

Extrapolable a todo proyecto humanitario; las ayudas o intervenciones urgentes no se hacen para los que se encuentran en nuestra misma orilla... La caridad no podría distinguir fronteras. Se trata de una simple exigencia de fe..

- El diálogo teológico propiamente dicho.

El diálogo de la vida ordinaria, la colaboración en la justicia y la paz preparan el terreno para otro tipo de diálogo, más complicado, más lento en sus resultados: el diálogo de los especialistas en la reflexión teológica y religiosa.

Este diálogo inter-religioso supone encuentros de base que alejan los miedos y las heridas del pasado.

Este diálogo exige dos actitudes fundamentales – volveré sobre el tema - sin las cuales no es posible avanzar:

* Estar bien afianzado en la propia fe y la tradición religiosa.

* Estar abierto a la diferencia del otro.

Este tipo de encuentros tiene lugar a muchos niveles, a nivel académico, el de los especialistas, y también a un nivel más simple entre creyentes que han llegado a un grado suficiente de confianza para poder iluminarse mutuamente sobre sus tradiciones religiosas.

- El diálogo de la experiencia religiosa.

Aquí, nos situamos a un nivel más profundo. Hay que señalar que no se puede dar en cualquier parte; creo que es un lugar privilegiado del diálogo y el encuentro, pero que, una vez más puede realizarse a un nivel muy humilde. Puede ser vivido por gente sencilla.

Personalmente, lo experimento aún más desde 1979, año de la creación del "Ribât Essalâm", el "Vínculo de la Paz" fundado con Frère Christian de Chergé. Se trata de un grupo cristiano, muy comprometido en la Iglesia, y de un grupo de musulmanes que pertenecían en un principio a una cofredía sufí, pero que después se diversificó mucho.

Este grupo se encuentra con bastante regularidad para tener dos días de rezo y de compartir.

Los intercambios se hacen no sobre nuestra fe respectiva, sobre los dogmas, sino sobre la manera cómo intentamos vivir, sobre nuestra experiencia de Dios y sobre las relaciones con nuestro prójimo.

En este tipo de diálogo, nos encontramos, pues, sobre el terreno de la experiencia: la experiencia de la oración, experiencia de la fe, de aquello que cambia nuestras vidas. Nos encontramos, por tanto, todos, en tanto que creyentes, en tanto que buscadores de Dios, volviendo a las raíces de nuestras diferentes tradiciones, pero caminando hacia una meta única.

 

2. LAS EXIGENCIAS DEL DIÁLOGO.

A - Ponerse en una actitud de no proselitismo. De acogida incondicional del otro.

Por supuesto, el diálogo supone una actitud positiva hacia los puntos de vista del otro. Una actitud hecha de acogida incondicional. Para que el encuentro sea fructífero, debo abandonar cualquier tentativa más o menos consciente de querer engañar al otro. Debo renunciar a llevarlo hacia donde yo quiero. Si no, utilizo una estrategia para conducir al otro hacia mi propia religión o mis propias ideas.

No quiero decir con ello que se tenga que renunciar al deseo de que el otro descubra mi propio tesoro, de que ame al Dios que yo amo.

Un hadith (una tradición del Profeta Mohammed) dice esto: "Nadie es creyente a menos que no desee para el otro lo que desea para sí mismo ". Pero una cosa es el deseo, ver incluso el testimonio de lo que vivo, otra cosa es intentar utilizar el diálogo como un medio para convertirlo a mi propia religión. La conversión, es una cuestión de Dios, y una cuestión del otro. No mía.

Digo eso porque a menudo el diálogo es una trampa y se vuelve estéril finalmente.

Debo, pues, ir hacia el otro con una actitud de no proselitismo, de apertura honesta, de profundo respeto.

Para eso, es necesaria mucha paciencia, porque los otros pueden a menudo desconfiar de nuestro deseo de diálogo, de nuestro deseo de reencontrarnos con ellos. Los musulmanes nos reprochan que a veces utilizamos el diálogo como una nueva campaña de evangelización y hay que resituar este temor en la historia.

B-Estar bien arraigado en su fe.

Para construir un puente, es necesario sentar bien las bases en ambas orillas. El diálogo es un puente que se construye para ir al encuentro el uno del otro. En esta empresa, todos deben estar convencidos de su fe. Es lo mejor que podríamos aportar los unos hacia los otros: la sinceridad en la fe, en nuestras convicciones respectivas; si no, no podemos construir nada sólido, y el puente corre el riesgo de romperse. En cualquier caso, puedo decir que un musulmán será sensible al hecho de tener un encuentro con el otro desde el respeto hacia el Islam y hacia su propia fe. ¡Nosotros también debemos apreciar con un infinito respeto a los musulmanes profundamente vinculados a su fe!

C - Vivir en solidaridad con su Comunidad de Fe.

Eso supone que sea solidario dentro de mi propio grupo religioso, tan solidario de lo que hay de bonito... como de lo que hay de menos bonito. Por parte de los cristianos, debemos saber asumir las Cruzadas, el colonialismo, y tantas otras páginas de la historia que dejaron huellas en las relaciones islamo-cristianas. Por parte del mundo musulmán, hay también el peso de la historia, de las conquistas violentas en nombre de la Yihad (la guerra santa), el peso también de la historia contemporánea que influye mucho en nuestros encuentros. Sólo una amistad verdadera puede abrir un futuro de vida en común. ¡Apuntaré que esta actitud es también una exigencia para que los creyentes dialoguen dentro incluso de su propia comunidad de fe, lo que es a menudo una gran exigencia!

D - El diálogo: una constante invitación a la conversión recíproca.

Básicamente, ¿cuál es el objetivo verdadero del Diálogo si no de convertirnos aún más a Dios? Convertirnos también (es decir, nosotros "volver hacia") cada día un poco más los unos hacia los otros.

Esta conversión recíproca es una invitación constante a ir más allá de nuestros límites individuales y colectivos. A este respecto, citaré abundantemente a Mgr Teissier.

El diálogo contempla, dice, " una verdadera comunión entre las personas."

Prosigue escribiendo: "la primera conversión que debe realizar el diálogo, es liberar a ambos interlocutores de los prejuicios hacia la otra comunidad".

Esta conversión nos devuelve por otra parte más profundamente a nuestras propias raíces.

Cito aún a Mgr Teissier: "La conversión recíproca por el diálogo se realiza también cuando ambos interlocutores vuelven a su propia tradición, debido al encuentro con el otro". El misterio de Dios y el hombre no es agotado por ninguna lectura humana, cualquiera que sea el texto de referencia ".

¡Cuantas veces, en un encuentro sincero con el otro, vemos que Dios desborda ampliamente los límites de nuestra propia religión! Es un descubrimiento recíproco que se nos concede.

E – El diálogo nos invita a hacer gestos proféticos y simbólicos.

¡Creo que algunos gestos son más elocuentes que muchos discursos! ¡Vimos qué ruido causó la conferencia de Ratisbona de Benito XVI el 12 de septiembre de 2006! No voy a analizar el discurso. ¡Bastó de una frase desafortunada, y he aquí el mundo de los creyentes en llamas!

Hubo sin duda una instrumentalización del discurso... Algunos poderes tenían interés en encontrar un aliado o un nuevo enemigo en el callejón sin salida político y militar en que se encuentra Irak... De pronto... olvidadas las intervenciones de Juan Pablo II. Gran emoción en el mundo musulmán, popular o intelectual... gran emoción también en las filas de la Iglesia, especialmente allí donde vive en un estrecho contacto con el mundo musulmán.

Hemos visto a partir de este momento multiplicarse las iniciativas. Nuestro Papa recibe a los Embajadores a la Santa Sede. Acepta de buen grado el encuentro con un filósofo musulmán, Mustapha Chérif. Como nunca, recuerda la necesidad del diálogo a todos los niveles... ¡Por otra parte, cito la intervención de un grupo de intelectuales musulmanes "Carta abierta a su Santidad el Papa Benito XVI" firmada por 38 personalidades musulmanes originarias de varios países y que tiene en cuenta que la sabiduría no está de un único lado! 

Y todo eso culmina en la mezquita azul en Estambul el 30 de noviembre de 2006. Basta de un gesto, un apretón de manos, una oración en dirección a la Meca y los corazones se apaciguan. Más que cualquier discurso, han sido gestos proféticos que hablan por si mismos. Basta con recordar la jornada para la paz en Asís a finales de octubre del 86. ¡Sólo un ejemplo, pero que yo encuentro muy elocuente!

 

3. EL DIÁLOGO: ¿HASTA DÓNDE HAY QUE IR?

El diálogo no es un partido de ping pong donde a cada uno le toca su turno de servicios para hacer un máximo de puntos. Es un combate, pero en primer lugar un combate contra sí mismo. Es así como lo expresaba Mgr Raimbaud, obispo del Sahara, a sus diocesanos:

"El diálogo es un combate, se nos olvida un poco a veces." No es un pugilato que se termina por un knock out. Pero una determinada violencia va implícita en el diálogo. El otro se revela y me desenmascara: descubre mis límites, mis estrecheces, mis intolerancias. El careo con el otro me trastorna, cuestiona mi seguridad, mi suficiencia. Necesita el valor para dejarse conmover, el valor de decir la verdad con respeto pero sin compromiso. El diálogo es un lugar de combate en el respeto. Estamos en los primeros pasos de una larga, larga marcha. Es necesario durar y creer en las cosas simples de la vida que preparan el terreno para diálogos prolongados. Un encuentro verdadero solo surge a menudo en el transcurso de los múltiples encuentros al parecer banales. Nada es pequeño cuando se tienen en el corazón el respeto y el amor "(Jean-Marie Raimbaud." B. Dioc. N°80/2.)  

A - Jesús, el hombre del diálogo y el encuentro.

El diálogo es, una actitud de fondo, una exigencia evangélica, que pide un desprendimiento de sí mismo. Jesús es el más bello ejemplo en este ámbito... como en muchos otros. Fue el hombre del encuentro. En cada página del Evangelio, lo vemos detenerse, y establecer una relación. Todo el Evangelio es un tejido ininterrumpido de relaciones establecidas al compás de la vida de Jesús.

Lo vemos entrar en diálogo, ciertamente, con los hombres y las mujeres de su horizonte religioso, y también con gente que no lo son en absoluto.

Mantiene un diálogo con los fariseos, los hombres de Ley cuyas opiniones no comparte siempre. Está a menudo en oposición con ellos, así como con los saduceos, los escribas, sobre puntos de religión bastante controvertidos. Pero son hombres del Judaísmo.

No parece haber intentado establecer vínculos propiamente religiosos con los paganos de su tiempo. No intentó ir hacia ellos, pero se mostró disponible cada vez que se estableció una relación…. Nunca se ocultó.

Encontró la samaritana al lado del pozo... Y el Evangelista Juan destaca que los Judíos no tienen relación con los samaritanos.

No se ocultó delante del invasor romano, el centurión, que solicitaba la curación de su criado. Ante la apertura de espíritu y la confianza que este hombre ponía en su palabra, declaró que incluso en Israel, no había encontrado tanta fe. ¡Y con todo, este funcionario era un miembro del ejército que ocupaba su país!

Delante de la pagana sirofenicia que fuerza su puerta cuando el no quería ser visto, y deja que se le acerque. Ante su insistencia, va a curar a su hija de su mal. Incluso le dice: " mujer, tu fe es grande". Y, sin embargo, no se recomendaba a los judíos tener conversaciones con los paganos.

En el Evangelio de Juan, lo vemos curar un paralítico, en la piscina de Bethesda, que era seguramente en la época un santuario pagano. Ninguna frontera lo detiene.

Es muy respetuoso con la religión del otro. Apela a su conciencia. No se comporta como un judío, con las prescripciones que eso implica. Si no que se libera de la Ley poniéndola al servicio de la persona humana.

B - El cristiano en situaciones límite de diálogo.

Por supuesto, la cuestión se plantea para un cristiano... como para cualquier otro que cree: ¿Hasta dónde es necesario ir en el diálogo? ¿Es necesario esperar una reciprocidad al cien por cien? a menudo oímos decir: tendemos la mano, pero no hay respuesta al otro lado.

No creo que podamos poner límites al diálogo. Porque el diálogo es una exigencia evangélica, y para cualquier creyente. No podemos poner una frontera: en efecto estamos invitados, debido a nuestra fe, a ir más allá de las fronteras. Quizá comenzamos a ser realmente cristianos cuando hacemos diez pasos y el otro sólo uno... Esta es la razón por la que el diálogo supone que seamos verdaderos artesanos de paz.

El diálogo evangélico se basa en la no violencia. Nos invita a anular todas las bombas de efecto retardado de nuestros prejuicios hacia el otro. Consiste también en hacer este trabajo en el campo del otro.

Es un trabajo de gran paciencia, de gran esfuerzo. Quizá nos encontramos en el principio de una nueva era de diálogo. Entonces, es normal que sean aún balbuceos. Es necesario sin embargo mantener relaciones en la verdad, no relaciones de violencia ni tan solo verbales . Demasiado a menudo, en el diálogo, los interlocutores intentan estar en la mejor posición posible...

Nuestra fuerza en el diálogo debe "ser desarmada”.

Les citaré aquí el ejemplo del Hermano Christian, de Tibhirine, en Argelia, al cual ya me referí. Ya se había encontrado dos veces en frente de islamistas armados. Decía que su oración había sido "Señor, desármame..., Señor, desármales". Incluso ante ellos siguió siendo el hombre del Evangelio. Se negaba a llamarlos "terroristas", pero le gustaba llamarlos "los hermanos de la montaña", así como llamaba a "hermanos del llano" las fuerzas del ejército. Y la víspera de su muerte, no temía decir:

"Una cara desarmada puede desarmar al otro."Si uno se presenta desarmado y si cree que el otro es capaz de dejarse desarmar, eso se hará", y, citando Lévinas, añadió: "la violencia se volverá entonces improbable".

Estamos ciertamente ante una situación límite, pero el precio de la paz y de una verdadera convivencia está allí. Si tomé este ejemplo, es para poner de manifiesto que no hay límite en el diálogo. Nos hace falta la búsqueda constante y saber ignorar los riesgos... Tal vez les parezca utópico, pero ¿no es el diálogo una utopía? Es la utopía de hoy en día. Pero la utopía de hoy nos lleva a la realidad del mañana.

Una vez más se nos ofrece una nueva vía. Jamás la comunidad cristiana después del “resbalón de Ratisbona” ha estado en condiciones tan urgentes para un verdadero encuentro con los musulmanes. Muchos musulmanes tienen sed de reencuentro. ¡No tenemos ni que ir a buscarlos a otra parte, nosotros estamos en su casa y ellos en la nuestra! En Europa la mayoría de ellos viven en condiciones sociales próximas a la marginalidad. Tienen una doble presión:

- por una parte una presión próxima al racismo y la exclusión. Se encuentran en el centro de la crisis económica y social por la que atraviesan los países europeos. Son los más débiles. ¿Dónde van a encontrar interlocutores, orejas atentas a su desasosiego?

- la otra presión viene de los movimientos islamistas radicales. Encuentran en estas poblaciones debilitadas por el desempleo y por la crisis económica un terreno de predilección para difundir sus ideas. Los jóvenes, en particular, corren el riesgo de dejarse coger.

Hay allí una urgencia por parte de la comunidad cristiana, y también por parte de nuestros amigos musulmanes. Quizá también una oportunidad. El mundo musulmán corre el riesgo de ser "demonizado", y ya lo está por algunos medios, debido a las acciones, intolerables, de los islamistas radicales. El Islam da miedo. No es el Islam quien constituye un peligro, sino el miedo que puede generar, por uno y otro lado. Hay también el peso de la guerra del Oriente Próximo como he comentado antes.

La historia reciente pone de manifiesto que las experiencias de diálogo, a cualquier nivel, aportan a las comunidades musulmanes y cristianas una plataforma, al alcance de todos, de acogida y encuentro.

En Europa sobre todo tienen la posibilidad de vivir sin ruptura el cambio social que les es necesario. Muchos musulmanes están interesados en saber cómo vive la Iglesia su adaptación a la modernidad.

Un espíritu de apertura y acogida incondicional puede ayudarles a encontrar una nueva identidad sin tener que oponerse a la comunidad de recepción.

Asistimos a la aparición de un Islam europeo.

Este Islam puede ser la oportunidad para las Iglesias de Europa de establecer finalmente un diálogo verdadero con el mundo musulmán.

Pero este Islam europeo puede también ser una oportunidad de apertura para el Islam mundial enfrentado a la modernidad.

Las Iglesias de Europa tienen que emprender también un cambio de dirección. Lo deben al Concilio del Vaticano II que abrió ampliamente la vía al diálogo. Es un reto que se nos propone.

¿Vamos a afrontar este reto?

Es una cuestión vital para el futuro de los cristianos, para el futuro de los musulmanes, y para el futuro del hombre.