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A FONDO

Lo que da unidad a la vida de Carlos de Foucauld

Michel Lafon

Correo de la Fraternidad secular Charles de Foucauld n.129, diciembre 2006

Entre las imágenes de Carlos de Foucauld que guardamos en la memoria destaca aquella en la que lo vemos de rodillas, pasando horas ante el Santísimo Sacramento. Ya que para él, la Eucaristía, es, en primer lugar, una presencia, la presencia del mismo Señor Jesús, una presencia tan verdadera, que la Iglesia emplea, a falta de algo mejor, la expresión "presencia real".

"Tu estás aquí, Señor Jesús,  exclama, ... Qué cerca estás Dios mío! mi Salvador!  mi Jesús!, mi hermano, mi esposo, mi Bien Amado ". Y añade: "En la Santa Eucaristía, tu estás vivo, mi buen Amado Jesús, tan plenamente como estabas en la casa de la santa Familia de Nazareth... "

La última palabra de Jesús, en el Evangelio de Mateo, es:" "Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo " (Mt 28, 20). Para el hermano Carlos, estas palabras se refieren, en primer lugar, a la Eucaristía, que es para él la prolongación del misterio de la Encarnación, la prolongación y la multiplicación de la presencia de Jesús en Nazareth.


AL FINAL DE SU VIDA, el hermano Carlos intenta crear una Asociación de fieles - laicos y sacerdotes - que comparta su ideal eucarístico y misionero. También redacta un Directorio de la Asociación, donde condensa su experiencia espiritual. Escribe: "Dios, para salvarnos, vino  a nosotros, se mezcló con nosotros, vivió con nosotros en un contacto muy familiar y muy estrecho, desde la Anunciación a la Ascensión. Para la salvación de las almas sigue viniendo a nosotros, continúa mezclándose con nosotros, viviendo con nosotros en un contacto lo más estrecho posible, cada día y en cualquier momento en la santa Eucaristía. Así pues, para trabajar por la salvación de los almas debemos  ir hacia ellas, mezclarnos con  ellas, vivir con ellas en un contacto familiar y estrecho."(Art. 28, 8º)  Este texto es capital e ilumina toda la evolución del hermano Carlos, desde su conversión hasta su muerte, treinta años más tarde. Me guiará en mi meditación de esta noche.


EN EL MOMENTO DE SU CONVERSIÓN, el hermano Carlos, deslumbrado por su encuentro con el Señor, sólo piensa en una cosa: en vivir total­mente para El. "Tan pronto como creí que existía Dios, me di cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir para Él." Y continua escribiendo: "Que nuestro corazón sea todo de Dios, todo en Dios, todo para Dios..." Y explica en una carta: ¿"Por qué quería yo entrar en la vida religiosa? Para hacer compañía a Nuestro Señor, en la medida de lo posible, en sus penas." Y se encuentra en sus escritos: imitar a Nuestro Señor, hacerle compañía, consolarlo.


SIN EMBARGO, POCO A POCO, EN NAZARETH, descubre que Jesús es Salvador, que salva el mundo. ¿Qué es lo que esto quiere decir? Que Dios nos ama tanto que se encarnó entre nosotros para hacernos compartir su propia vida. Como nos lo repiten los Padres de la Iglesia desde los primeros siglos: "Dios se hizo  hombre para que el hombre se llegue a ser Dios." Y entonces el hermano Carlos  dice: si yo quiero imitar a Jesús, debo ser salvador como Él, debo ser salvador con Él, hasta el punto que "el nombre de salvador resume sus vidas (de los hermanitos)  como expresa la suya", escribe Carlos sobre  los futuros hermanitos. La conciencia de ser salvador conlleva  importante cambio en su vida : se aleja  de Nazareth y  le hace pensar en la posibilidad de hacerse sacerdote. En el momento de su conversión no contempló el sacerdocio por temor a que el estatus del sacerdote en la sociedad le impidiera tomar el último lugar que tanto deseaba para imitar a Jesús. Ahora cree que el acto de ofrecer el Santo Sacrificio de la misa es lo mejor que puede hacerse en la tierra, para la salvación del mundo: "El sacerdote continua la obra de Nuestro Señor y nunca lo imita tan perfectamente como cuando ofrece el Santo Sacrificio."  Dice poco antes de  ser ordenado sacerdote.

 

 ¿QUÉ VA A HACER EL NUEVO SACERDOTE? Como lo hemos leído en el texto del Directorio, para ser salvador con Jesús, es necesario ir "hacia las almas" y en particular hacia las más aban­donadas, "vivir con ellas" y llevarles esta Presencia eucarística donde el mismo Jesús viene a vivir con ellas para salvarlas. "Vivir con" caracteriza tanto la Encarnación y la Eucaristía como la misión de los cristianos en un mundo no creyente.
Escuchamos al hermano Carlos en el momento de su ordenación:

¿"No es mejor ir en primer lugar a Tierra Santa?" No. Una sola alma tiene más valor que la Tierra Santa entera y que todas las criaturas sin razón reunidas. Es necesario ir no donde la tierra es más santa, sino allí donde las almas están más necesitadas... “Es lo que le decide a dejar  Nazareth definitivamente y dirigirse al Sahara, donde se establece en Beni Abbes, cerca de la frontera marroquí. Va al desierto, no para responder "a la llamada del silencio", o para ser ermitaño en la inmensidad de la arena, va al desierto para convertirse, con Jesús, salvador de las "ovejas más olvidadas", va para "llevar el banquete eucarístico a los pobres".


DE TODO ESTO QUE EL HERMANO CARLOS ACABA DE DECIR, destaco una palabra que tiene su importancia, es el verbo ir. En el texto del Directorio, esta acción de dirigirse hacia un sitio aparece tres veces: es para ir hacia los humanos, es por encontrarse con ellos, que Dios se hizo hombre, es para seguir yendo a ellos, que el Señor se hace presente en la Eucaristía. El Evangelio ilustra este planteamiento divino de la manera más conmovedora. Acordémonos de la oveja perdida: vemos al Buen Pastor, no solamente ir hacia ella, a su búsqueda, sino  incluso correr: "Si pierde a una oveja, deja las otras 99 en el desierto para correr detrás de la que se ha perdido, hasta que la haya encontrado." Y, cuando la ha encontrado, se la pone sobre sus hombros muy contento  "(Luc 15,4-5). Y en la parábola del hijo pródigo, vemos también al padre correr hacia el hijo perdido: "Cuando estaba aún lejos, su padre lo percibió y se llenó de compasión, corrió  a lanzarse a su cuello y lo cubrió con besos. "(Luc 15, 20) Es el padre que corre." ¿No es inaudito, no es una locura? Pero nuestro Dios es así en su amor inconmensurable, en su amor infinito para con nosotros. En consecuencia, ir hacia otros, ir hacia "las ovejas perdidas", ir hacia los más distantes caracteriza todo planteamiento misionero.
Acabamos de ver el hilo conductor de la vida del hermano Carlos, aquello que da sentido y unidad a todas sus acciones, que reflejan las de Dios en la Encarnación. Esto es lo que nosotros debemos hacer por nuestra parte.

SI HABLO DE "MISIONERO", es para simplificar. Pero me guardo mucho de utilizar esta palabra, ya que evoca para los no cristianos, una empresa organizada con el fin de convertirlos.
Después del hermano Carlos y del Concilio, la misión de la Iglesia se ha situado bajo el signo del respeto de los que no comparten nuestra fe. Lo que no disminuye de ningún modo el impulso que nos lleva a dar testimonio de Jesucristo, con toda nuestra vida y a través de la  gratuidad de la amistad, ofrecida a todos sin planteamientos tácticos. El hermano Carlos exige de sus discípulos que sean "evangelios vivos". "Las personas alejadas de Jesús, nos dice, al ver mi vida deben, sin libros y sin palabras, al conocer el Evangelio... Al verme deben ver quien es Jesús ".
Haciendo eco a su maestro espiritual, la hermanita Magdeleine, fundadora de las Hermanitas de Jesús, escribe: "No seré feliz hasta que haya encontrado sobre la superficie de la tierra, la tribu más incomprendida, la más despreciada, el hombre más pobre, para decirle: "El Señor Jesús es tu hermano y se ha fijado en ti ... y vengo a ti para que aceptes ser mi hermano y mi amigo".


MUCHO ANTES DE IR AL SAHARA - aún está en la Trapa– el hermano Carlos sueña con fundar una congregación de Hermanitos y les fija este objetivo: "Llevar la vida de Nazareth, en países infieles, musulmanes u otros, por amor de Nuestro Señor, con la esperanza de dar nuestra sangre por su Nombre; y por amor a los hombres, con la esperanza de hacer del bien por nuestra presencia, por nuestro oración, y sobre todo por la presencia del Santo sacramento, a estos hermanos tan desafortunados. "Ya es un esbozo del texto que, esta noche, guía nuestra reflexión. Lo importante es estar presente: nuestra presencia entre los hombres, como la presencia del Santo sacramento. Más tarde, esta presencia se convierte en "vivir con los hermanos en un contacto familiar y estrecho”.  Aparece  la posibilidad del martirio: "con la esperanza de dar su sangre por su Nombre". Esta perspectiva es para el hermano Carlos la realización lógica de una vida que quiere ser prolongación de la Encarnación y la Eucaristía.

Al profundizar en la contemplación del misterio de la Encarnación,   un impulso nuevo empuja al hermano Carlos a ir hacia los hombres más alejados del  Señor, hacia los pobres, los excluidos. Deja Beni Abbes y se establece  en Tamanrasset - si el verbo establecerse es adecuado en el caso de hermano Carlos.
En 1903, tras dos años de estancia en  Beni Abbes, se plantea la siguiente cuestión, en una carta al P. Huvelin: "No tenedría que ir hacia el Sur y fundar un sitio, que me permitiera ir cada año a pasar allí dos o tres, tres o cuatro meses?.." "En estas líneas habéis encontrado dos veces el verbo ir.
Más lejos, en la misma carta, precisa: "Viendo estas extensas regiones sin un sacerdote, veo que soy el único sacerdote que puedo ir y me siento llamado  a  ir allí". La connotación eucarística es sugerida por el empleo de la palabra sacerdote. El sacerdote va a llevar el Santo Sacramento allí donde nunca ha estado presente. Sus notas personales revelan perfectamente su estado de ánimo. Cuando está de viaje hacia el Sur, escribe contento: "He construido una capilla con ramas, rematada con una cruz de madera, una tienda colocada dentro, forma la techumbre sobre el altar..." El altar y el Santo sacramento están bajo la tienda. ¡Corazón consagrado de Jesús, gracias por este primer tabernáculo en los países tuareg! Corazón consagrado de Jesús irradia del fondo de este tabernáculo sobre el pueblo que os rodea sin conoceros".
En el Reglamento de los Hermanitos, se lee que al "llevar a las naciones infieles su altar y su tabernáculo, los Hermanitos santifican silenciosamente  este pueblo, como Jesús en Nazareth santificó
en silencio al mundo durante treinta años".
Tres años más tarde, único  sacerdote, solo como cristiano en medio de los musulmanes del Hoggar. Y entonces, un caso de conciencia va a atormentar este enamorado de la Eucaristía. En esta época era imposible a un sacerdote celebrar la misa sin que haya al menos uno que lo sirva, representando al pueblo con quien y para quien se celebra. "La cuestión que os planteo, escribe al obispo del Sahara, es mejor residir en el Hoggar sin poder celebrar la santa misa, o celebrarla y no ir allí, a menudo me la he planteado". Efectivamente, a Beni Abbes, podía, cada día, celebrar la misa y adorar detenidamente el Santo sacramento. "Siendo el único sacerdote que puede ir al Hoggar, continua diciendo - mientras que otros pueden  celebrar a menudo el  muy Santo Sacrificio - creo que es mejor ir,  a pesar de todo, al Hoggar, dejando al buen Dios el cuidado de darme el medio de celebrar, si Él quiere [... ] anteriormente fui llevado a ver , por una parte, lo Infinito, el  Santo Sacrificio, y, por otra parte, lo finito, todo lo que no es él, y a sacrificar siempre todo por la  celebración de la santa misa, pero este razonamiento debe fallar en algo puesto que, desde los apóstoles, los santos más grandes, en según qué circunstancias,  renunciaron a  la necesidad de celebrar para  entregarse al ejercicio de  la caridad espiritual" Esta dicotomía entre ir hacia los más pobres o  celebrar la misa señala un cambio de dirección en la vida de hermano Carlos, y es ir hacia  lo que va a triunfar. Estaría pensando en imitar la carrera del  Buen Pastor, que "dejó a las 99 ovejas en el desierto". No las deja, él también en Beni Abbes, en las dunas del desierto, para ir muy lejos, a más de 30 días de camino, a la búsqueda de las ovejas perdidas.

El texto del Directorio, citado al principio de esta conferencia, ilustra de la mejor manera  esta evolución de hermano Carlos, sin forzar demasiado sus características. Al principio, aparece el misterio de la Encarnación, el encuentro con Jesús al que es preciso acompañar y adorar.

A continuación, la Eucaristía, sacramento de salvación de la humanidad. Para imitar al Señor es necesario ser sacerdote,  imitar lo más perfectamente posible al Señor celebrando la Eucaristía. Y finalmente, consecuencia lógica de la Encarnación, se presenta la entrega a los otros, en este caso,  musulmanes. Este compromiso último es llevado al extremo, en lo que acabamos de ver, el signo del ayuno de la Eucaristía para la preferencia por  "vivir con" los más alejados.

 

Terminemos contemplando nuevo al misterio eucarístico. Cuando, sacerdotes y fieles, celebramos el sacrificio de la misa, ¿qué ocurre? Hacemos presente, bajo las señales del pan y el vino, el don que Jesús Cristo hace de sí mismo; se da, se sacrifica. "Nos lo has  dado todo, escribe hermano Carlos, todo lo que eres, en la Santa Eucaristía, tu sangre en la Pasión, tu Madre, a lo alto de la cruz, tu vida... Nos lo has dado todo.... Tu obra de amor está  terminada, has amado a los hombres hasta el final, hasta el final de lo posible, en la Encarnación y la Santa Eucaristía, hasta el final de tu vida, hasta la última gota de tu sangre ". Esto es mi cuerpo entregado por vosotros, esto es mi sangre derramada por vosotros y por todos  los hombres". En la consagración, contemporáneos de este momento extraordinario donde Dios se hace uno nosotros, de este momento donde ofrece su vida por nosotros en su Pasión, de este momento donde El resucita glorioso. Cada uno de estos momentos es eterno. ¿Qué nos produce estar presente en estos acontecimientos y de tomar parte en ellos? ¿­No estamos demasiado acostumbrados a ello cuando mientras que eso debería conmovernos?

El hermano Carlos está en Nazareth, quizá ante el Santo sacramento expuesto en la capilla de las Clarisas; escuchemos su meditación como si sorprendiéramos su conversación con el Señor: "Amemos a Dios puesto que El nos ha amado primero. La Pasión, el Calvario, es una suprema declaración de amor. No es para rescatarnos que has sufrido tanto, oh Jesús!..." El menor de tus actos tiene un precio infinito puesto que es el acto de  un Dios y habría sido suficiente  para rescatar mil mundos. Y nos conmueve a amarte libremente [... ] porque amar es el medio más fuerte de hacerse amar [... ] Puesto que nos hizo así su declaración de amor, imitémosle haciéndola la nuestra."

A cada uno de nosotros se nos formula  la pregunta siguiente: ¿cómo voy a responder a la declaración de amor del Señor? ¡«Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre, nos dice el hermano Carlos, cuánto esta gracia infinita de la santa Eucaristía nos tiene que hacer amar un Dios tan bueno, un Dios tan cerca de nosotros, un Dios tan con nosotros, tan en nosotros, esta belleza y esta perfección suprema que se nos da! »

Da su vida por mí, está locamente enamorado de mí, podríamos decir. ¿Cuál es mi respuesta? La respuesta que da el hermano Carlos - lo hemos oído en un texto citado antes -, es el martirio, es dar su vida por amor para el Señor en respuesta al don de su vida  por nosotros. Efectivamente, si murió asesinado en la puerta de su fortín, el 1 de diciembre de 1916, es porque, a pesar de los peligros, quiso compartir con sus amigos Tuaregs toda su vida. Rechazó la demanda del capitán que le pide que se refugie en lugar seguro, el fuerte militar de Motylinski, "se opuso siempre, declara el capitán, de forma obstinada." Ama a la pobre gente en medio de los que vivía desde hace diez años y no quería abandonarlos en medio del peligro”. El oficial francés utiliza el verbo amar para calificar el comportamiento de hermano Carlos. Ama así a la pobre gente con la que vive,  siendo coherente con el  vivir con, hasta a la donación total.

 

Algo totalmente asombroso, CARLOS  DE FOUCAULD HABÍA PRESENTIDO ESTA MUERTE y los interrogantes que provocaría, como podemos leer en sus escritos de dieciocho años antes: "Cualquiera que sea el motivo por el cual se nos mata, si recibimos la muerte injusta y cruel como una don bendito de tu mano, [... ] si  te lo ofrecemos como un sacrificio ofrecido muy de buena voluntad, si no resistimos [... ] y si no es un martirio en el sentido estricto de la palabra y a los ojos de los hombres, lo será a tus ojos, Señor, y será una imagen muy perfecta de tu muerte".

¿Y nosotros, los cristianos normales (si  lo puedo decir), cuál será nuestra respuesta a la declaración de amor del Señor? ¿Cómo damos en la vida diaria, respuesta a su donación inaudita?

Será como Jesús en la cruz, el abandono total de nosotros mismos entre las manos del Padre, será decir y repetir desde el fondo del corazón, será vivir cada día, con una infinita confianza, la oración de abandono que los discípulos de hermano Carlos intentan hacer suya:  "Padre mío, me abandono a ti..."