A FONDO

Homilia del P. Joan Carles Elvira en la eucaristía del día de las elecciones de Primer Servidor y Grupo de Servicio de la Comunitat de Jesús. Tarrés, 14 de junio de 2008.

Éxodo 19, 2-6 Romanos 5, 6-11 Mateo 9, 36-10,8

Quiero compartir con vosotros la enseñanza que estas lecturas me sugieren teniendo presente todo este rato que llevo con vosotros.

Al final del Evangelio de hoy Jesús nos dice: “No habéis pagado nada para recibir este poder, dadlo también sin pagar”. Seguir a Jesús tiene que ver con algo que nos es dado gratuitamente. O si queréis, tener fe es un gran don, es un verdadero tesoro y hoy en día me parece que, deberíamos de vivir especialmente agradecidos por el gran don que representa tener fe. Lo cual nos compromete a no derrochar el don que hemos recibido. Todo lo contrario, Jesús nos invita a compartir este tesoro también de manera gratuita.

¿Pero qué quiere decir tener fe? ¿En qué sentido este tener fe es un gran don, es un tesoro? Bien, tiene que ver con la llamada de Jesús, nos lo dice también el Evangelio. Nos podemos reconocer en los apóstoles, en la figura de los discípulos de Jesús,  ellos que han oído su llamada. Jesús ha pasado al lado de su vidas, los ha llamado a seguirlo, lo han dejado todo y han ido detrás suyo. Por lo tanto, la fe quiere decir sobretodo haberse encontrado con Jesús. Quizás se encontró con nosotros cuando éramos niños y desde entonces le hemos sido fieles como hemos podido; o bien pasó a nuestro lado ya mayores, quizás en un momento en que estábamos desorientados o sin saber demasiado el sentido de nuestras vidas, o deseando una plenitud que no encontrábamos; o bien lo hemos encontrado hace poco, o quizás hasta lo reencontramos ahora de nuevo, después de unos años de alejarnos de Él de manera imperceptible….¡Tanto da! Lo importante es estar cerca de Él. Viviremos el don de la fe como un verdadero tesoro si el encuentro con Jesús y el hecho que nos haya llamado representan un antes y un después en nuestras vidas, algo que nos ha cautivado. En el lenguaje bíblico, habríamos de experimentar la salvación, la conversión, lo que da un sentido nuevo a la existencia y nos permite vivir desde la confianza y  desde la alegría profunda.

Jesús, pero, no se limita a encontrarnos personalmente. Nos llama a formar una comunidad, a vivir en la Iglesia. ¿Por qué es importante la comunidad? Porque el camino de la fe no se puede vivir en solitario, necesitamos la compañía de los otros. Y es que hay días de todo, pues la fe no se vive de forma lineal, se reconfigura según las épocas de la vida. La compañía de los otros nos es una ayuda muy grande porque lo que no podemos por nosotros mismos lo podemos gracias a nuestros amigos. Los cristianos somos los amigos de Jesús y por tanto amigos entre nosotros, y así, lo que podemos gracias a nuestros amigos es como si lo viviéramos nosotros mismos. Por tanto, en aquellos días en que nuestra fe decae, la fe de los otros nos ayuda a no distanciarnos de Cristo. Por esto es tan importante vivir la fe en el seno de la Iglesia.

Esta comunidad pero, no es una comunidad llamada a cerrarse en ella misma, sino a cumplir una misión. Una misión que precisamente es la que acabará de dar sentido verdadero al hecho de vivir en comunidad. Esta misión no es otra que el anuncio de la Buena Nueva del Reino, la de humanizar nuestro mundo gracias al Evangelio vivido en el seguimiento de Cristo. Y vivir el Evangelio aquí significa, como nos lo expresaba la tercera lectura, "sacar los espíritus malignos y curar toda enfermedad. Esta Buena Nueva del Reino abre caminos de esperanza en el corazón humano: cura sus heridas, devuelve la alegría a los que están tristes, la luz a los que no ven...y así da sentido a la vida, un sentido que nos viene de Dios. Nos viene de Dios y por esto nos humaniza en plenitud.

Pues bien, esta llamada de Jesús corresponde, en la primera lectura, con la llamada de Jesús a su pueblo. El tema de la Alianza es importantísimo en la vida cristiana porque, cuando nos encontramos con Jesús y le depositamos nuestra confianza, entonces Dios se compromete, de manera irrevocable, con nosotros. Podremos fallarle mil veces pero Él no fallará nunca. Podemos vivir de esta promesa porque sabemos que la fidelidad de Dios es eterna, nunca nos dejará. La segunda lectura expresa la plenitud de esta Alianza: Jesús que da la vida por nosotros. Dicho de otro modo: quien pierde su vida la gana. Esta es una lección fundamental de la fe cristiana. Si conservamos nuestra vida controlada, protegida para que no se nos escape de las manos, la perderemos. En cambio, si la abrimos generosamente a la acción del Espíritu y la ponemos al servio de los demás, nuestra vida será fecunda y servirá para comunicar el Reino de Dios a nuestro mundo.

Hoy y mañana son unos días especiales para vosotros por celebrar el gran don de la fe vivida en comunidad, el gran don de la llamada personal y única de Jesús a cada uno de nosotros. Y también la ocasión para renovar vuestra ilusión, vuestra esperanza, vuestra confianza en lo que representa la comunidad para ser realmente instrumentos del Reino de Dios; para no quedarnos encerrados en vosotros mismos sino, como Jesús, aceptar perder la vida por ganarla de verdad. Que así sea