“Arrels” de Lérida

A algunos, los más próximos, os sorprenderá que no os haya explicado personalmente mi colaboración con “Arrels”. Espero que cuando acabéis este escrito comprendáis mi discreción. Voy a escribirlo con un doble miedo: el mismo miedo hacia los “desconocidos y lejanos”, y el miedo a fracasar por no tener suficientes aptitudes. Se trata de una ayuda a los “sin techo” de la ciudad de Lleida. En un sentido amplio que abraza no sólo quienes no tienen un techo físico, sino también a quienes les falta el mínimo techo emocional, con problemática de exclusión social.

Aún con el mismo nombre, no hay ninguna vinculación directa con el centro “Arrels” de Barcelona. El de Lleida está promovido por la Fundación Social San Ignasio de Loyola de Lleida nacida en el seno de la comunidad parroquial del mismo nombre. La fundación ha ido desarrollando varios programas independientes pero estructurados, siguiendo un proceso educativo: acercamiento, tratamiento, crecimiento. No os describiré todos los programas. Si tenéis interés en conocerlo podéis visitar la página Web http://stignasi-lleida.org .

Yo colaboro con el Centro Abierto dentro de la fase de acercamiento. Se trata de un Centro de día dedicado a las personas sin hogar. Es un espacio de acogida dónde se crean vínculos de confianza, primer paso para un posible proceso de recuperación y reinserción. Se ofrece: atención social básica, ropero, ducha, peluquero, dispensario, gestiones burocráticas, acompañamiento médico, sala de estar, trabajo de calle, etc. Mi dedicación es una tarde a la semana y algunos encuentros formativos para los voluntarios.

Lo primero que me gustaría deciros seria los nombres de los usuarios. Porque ¡cada uno tiene su nombre! Todavía no me los he aprendido todos: cada tarde pasan por el centro unos 30, y no son siempre los mismos. Hoy, tras casi 5 meses, ya tienen una identidad individual para mí. Por eso es por lo que ya no me importa hacer pública mi participación. Ha pasado el miedo inicial, y un cierto orgullo por la satisfacción de hacerlo. El perfume inicial que probé al empezar lo he guardado hasta reconocer que los protagonistas son ellos y no yo, y lo que me importa son ellos, con su nombre...

Oleguer, 61 años, me espera cada martes, para pedirme lo mismo: ¿tú crees que hay un más allá como algunos dicen? ¿O acabaremos sólo siento polvo? Tú crees que volveré a ver a mi padre y mi madre? O bien, después de afeitarse me repite hasta cinco veces: ¿Lo he hecho bien?. Joan, de 60 largos, es más conflictivo porque a menudo llega bajo los efectos de un cartón de vino. Duermo bajo las gradas del campo de fútbol. Pero cuando le aguantas la mirada, o con afecto sincero le das la mano, es capaz de reaccionar, contarte su vida –tan diferente y tan parecida a la de cualquiera de nosotros- y llorar. Como dice una canción de Serrat, hay una cosa que nos iguala a todos los humanos: el mismo miedo a morir, la misma fragilidad.

La mayoría tiene adiciones en mayor o menor grado. Pero, poder tener un lugar dónde guardar sus pocas cosas, hacer un café con leche, una pasta, pasar la tarde con alguien que los mira a los ojos, poderse duchar, cambiarse de ropa, afeitarse, les devuelve la mínima dignidad. No había hecho nunca tantas partidas de dominó y parchís... Algunos provienen del Senegal, Nigeria, otros de Marruecos y Argelia. Algunos son muy jóvenes. Muchos son de aquí.

Debo reconocer que me gusta el estilo del Centro con respeto al equilibrio entre acogida y firmeza, con una intención última educativa y de reinserción. Algunos pasan de esta fase inicial, donde yo estoy, a una etapa de intento de reinserción en programas de tratamiento, en pisos de acogida, o en centros especializados en deshabituaciones. Otros, ya se ve que, probablemente, no accederán nunca. Otros alternan con breves estancias en la prisión...  

En la misma tarde coincidimos cinco voluntarios y dos profesionales. Estos trabajan todos los días a tiempo completo. Los voluntarios cambiamos según los días. No vamos demasiados agobiados. Somos bastante gente. Y el ambiente, a parte de alguna situación esporádica, es muy agradable. Se exige a todos el saber estar. Me alegra la priorización del buen ambiente frente a un querer llegar a mucha más gente. La misma fundación tiene un lema: nuestra prioridad no es el éxito, sino la acogida.

Ya veis: un tesoro. Para redondearlo, hace pocos días una voluntaria pensó hacer un grupo para cantar. Ya tenéis a Josep con la guitarra disfrutando al máximo, al ver a Juan y Claudia arrancándose con Verde que te quiero verde, con su impecable acento gitano; o a Oleguer cantando el Resistiré y preguntándome también repetidamente si es del Dúo Dinámico, ¿verdad que sí? Tenemos previsto hacer canto periódicamente para ofrecerlo a los usuarios de todos los programas por los alrededores de Navidad.

Hace unas semanas nos reunimos los voluntarios para hacer un encuentro dónde compartir. Éramos unos trece aquel día. Y por turnos íbamos explicando como nos encontrábamos y la razón de por qué nos apuntamos a esta opción. Mientras me llegaba el turno, me venían a la cabeza aquellos argumentos habituales, y también la redefinición del carisma de nuestra Comunidad, el grupo de Joan Blancas, el grupo de Reus y Tarragona, Lluís y Marisol en València, Joan a Caritas, Marlène, Teresa Losada, Mateu Gratacos, Savine, Elsi, y Paula ... Y tantas otras situaciones y personas que a mí me han abierto un camino. Pero, cuando me tocó no pude más que reconocer que la cuestión del por qué estaba allí me generaba dos nuevas preguntas, a cual más lacerante: ¿Cómo es que yo no lo hecho hasta ahora? ¿Cómo es que no lo hacemos todo el mundo, los unos por los otros?

Josep Dalmases