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Reflexión de Sábado Santo: Vivir a Cristo en el día a día laboral

El encargo de esta  charla viene a raíz de una pregunta formulada por mí mismo en la última Pascua de 2008, la cual no recuerdo exactamente, si os soy sincero. Parece que la pregunta que formulé hacía referencia a que los testimonios de la mañana del sábado santo siempre han sido, en general, expuestos por gente con vinculación con la sanidad, la docencia... Es decir, trabajos que podríamos definir como más vocacionales y yo tuve la mala ocurrencia de decir que los que trabajamos en la empresa privada no habíamos tenido voz. Y el grupo de Pascua muy amablemente me invitó a dar mi testimonio. ¿Qué testimonio puedo dar? ¿Cómo vivo mi vocación cristiana en el trabajo? Esto lleva a una pregunta capital: Puedo vivir mi espiritualidad en el trabajo? o dicho de otra forma: Para mí ¿Cristo desaparece cuando abro el ordenador, me enfrento con los problemas de cada día, leo los correos, empiezan las reuniones, las llamadas, etc..??? Para empezar haría falta explicar cual es mi ámbito laboral.

1.- ¿Por qué trabajo en una Compañía de seguros?

No es una vocación, ni una decisión fruto de una reflexión profunda, sino una casualidad. Durante estos 30 años en el mundo de los seguros, ha habido muchas alternancias profesionales. Fusiones, absorciones. Estar a punto de quedarte en la calle. Asumir responsabilidades. De pronto no pintar nada. Empezar de cero. Volver a tener alguna responsabilidad. Es decir, una carrera fluctuante en una empresa privada de cariz multinacional, entendiendo por multinacional que se mueve por un criterio fundamental: obtención de beneficios. Hay unos señores denominados accionistas que, probablemente, están a miles de kilómetros de donde tú eres y diseñan la estrategia que afecta a tu vida

2- Características fundamentales de mi mundo laboral.

En el mundo en que yo me he movido laboralmente, hay una serie de características, que no tienen por qué ser exclusivas de las empresas aseguradoras:

 Competitividad: No hay oposiciones. Los ascensos o las responsabilidades te vienen dados en función de muchos criterios: profesionales obviamente, pero también de relación con los jefes, con la Central, las compras, de las fusiones.....

Individualismo. Cada cual acostumbra a ir a lo suyo. Es difícil encontrar solidaridad ni en lo personal ni en lo laboral.

Valoración por el rendimiento que das. (si eres de sexo femenino, si estás en edad de tener hijos, si no te quedas más horas de las que te toca trabajar, difícilmente obtendrás reconocimiento laboral).

Pero también debo decir que me siento muy afortunado de tener trabajo y de poder levantarme cada día e ir a trabajar. Y que soy capaz de encontrar aspectos positivos:

Hay personas, cada una con su historias detrás. Madres, abuelas y padres, con las mismas inquietudes que puedes tener tú.

Amistad, buenos momentos, fiesta, compromiso, ayuda...

 

3– Iglesia, Dios y trascendencia en mi mundo laboral.

Ausencia total de signos externos.

Anticlericalismo.

Poco respeto por los débiles y los poco favorecidos. (Cuesta no ver sólo a los inmigrantes como un factor de riesgo, o a los jóvenes y a las mujeres...)

Un poco de historia

La economía moderna, nace en un ambiente de interés por la ética y los valores morales, con el deseo de combinar el beneficio personal con el bien común. Posteriormente surge el marxismo con una ética nada trascendente y con pretensiones revolucionarías.

Después de la segunda guerra mundial, se apuesta por la ética de la paz, la colaboración, la solidaridad. No era muy bien una ética trascendente, pero buscaba la dignificación de la persona, con espíritu de servicio y ayuda real. Finalmente hoy en día con la globalización, que parecía la gran oportunidad, pero que a consecuencia de los excesos y del poder ilimitado de los agentes económicos ha traído a la crisis actual, coincidiendo entre el divorcio creciente entre la economía y los planteamientos éticos.  Es importante volver a los valores de la doctrina social de la iglesia: justicia social, bien común, e interés especial por los débiles y marginados. Podemos encontrar alguna pauta en este texto:

Esta alta y completa consideración de toda tarea profesional honrada exige una adecuada organización empresarial y unas determinadas condiciones laborales. Reclama, de parte de los directivos, organizar la empresa de forma que se respete y favorezca la dignidad de las personas y los derechos humanos; pide igualmente articular una adecuada participación y establecer sistemas que favorezcan el desarrollo personal de quienes están implicados en la misma empresa. Esta dimensión, que podríamos denominar estructuradora del trabajo directivo, constituye una verdadera exigencia ética que no tiene por qué oponerse a la eficiencia de los productos ni a los resultados económicos. Al contrario: muchos estudiosos afirman que la atención a las personas y su desarrollo integral son la principal llave para la buena marcha de una empresa.

Apreciar las personas, todas y a cada una, respetarlas cómo merecen, exige en primer lugar descubrir cada individuo en la propia singularidad: sus necesidades, su manera de ser, sus capacidades, sus circunstancias. Nunca pueden considerarlas como simples recursos, o como números de una estadística, o como piezas para el diseño de una determinada estrategia.

Por ejemplo, cuando se les confía una responsabilidad o el cumplimiento de una misión, son siempre acreedores de respeto y consideración a su inteligencia e iniciativa. Sean cuáles sean las situaciones —trabajadores, clientes, accionistas o proveedores—, todos deben verse tratados con afabilidad y comprensión: con todo el mundo se debe seguir la regla de oro que nos dejó el Señor: todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos (Mt 7, 12).

El liderazgo en la empresa o cualquier equipo de trabajo no es una cosa que dependa en exclusiva de la capacitación técnica de quién dirige un equipo. Hoy resulta evidente que sin confianza la motivación de los trabajadores disminuye y esto afecta la cuenta de resultados de la empresa. Pero para generar confianza no sirven las estrategias empresariales: hace falta que el directivo posea unas calidades morales que hagan creíble su liderazgo y faciliten la comunicación. El descanso, la familia, la comunicación, las relaciones informales dentro de un equipo y muchas cuestiones aparentemente triviales acaban siendo decisivos en un liderazgo eficaz.

En una visión estrictamente economicista, se puede definir la empresa como un entidad dónde se da la conjunción, organizada bajo la dirección del propietario o gerente, de varios factores (trabajo, capital, instalaciones, herramientas, etc.) para producir o prestar los bienes y servicios que los ciudadanos requieren, generando a la vez el máximo beneficio. Esta función debe hacerse de forma eficiente, como consecuencia lógica de que se están administrando recursos (factores de producción) escasos y costosos. Por esto el profesor Argandoña dice que desde el enfoque económico, es una institución creada para maximizar la eficiencia económica, concentrándose en la maximización de valor para el accionista. Esta no es la visión que tiene la iglesia católica, la empresa es una comunidad de personas, una comunidad humana. Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no lo único. Junto con ellos hace falta considerar otros factores humanos y morales que a largo plazo, son igualmente esenciales para la vida de la empresa".

 

Del libro “Ser cristiano en la vida cotidiana” (Luigi Accatoli) Mujer unas pautas en relación al trabajo:

1.- Rechazar dos ocupaciones o dedicar toda la vida a la segunda residencia, un coche más grande...

2.- Decisiones profesionales: A veces hace falta mejorar los ingresos (los hijos, situaciones puntuales....) y hace falta aceptar plantearse una mejora profesional . Hace falta mantener la distancia de forma que el trabajo no te absorba tanto que ahogue tu vida privada, familiar...

3- Un nuevo cargo de responsabilidad puede significar haber de alargar la jornada laboral, pensar constantemente en el trabajo...

4- El criterio principal sería rechazar el ascenso si tiene como única ventaja un sueldo más alto. La libertad vale más que el dinero. Siempre, pero, hace falta tener en cuenta la realidad personal de cada cual… Es sabiduría humana y cristiana compensar con sobriedad y austeridad la ganancia inferior que nos puede ocasionar tener más libertad en frente de un menor sueldo. A veces decimos como un elogio: “lo ha dejado todo por el trabajo, pero hace falta rechazarlo. Incluso hace falta estar dispuesto a cambiar de trabajo. Tener esta disponibilidad, ver si lo que hacemos entra en contraste con lo que vivimos y nuestra familia.

5- El trabajo absorbe el máximo de energía y de tiempo de los hombres y mujeres adultos. El cristiano debe vivir el trabajo como un don y una misión.

6- Hace falta defender el trabajo, el mío y el de los otros.

7- Educar a los hijos en la responsabilidad del trabajo (ellos que han crecido en la sociedad del bienestar)

 En resumen, no dejar que el trabajo pase por delante de la familia, de tu mujer, de los hijos, de la Comunitat.

 

Para acabar un poco más de mi experiencia personal:

Como os he dicho mi trabajo no es vocacional, pero os mentiría si os digo que no me gusta lo que hago. Es cierto que muchos días llego a casa cansado y de malhumor y con mal talante reprimido, que acaban sufriendo mi mujer y mis hijos y quizás no siempre por este orden. Pero, gracias a Dios, en muy pocas ocasiones se me ha hecho una montaña ir a trabajar.

1.- Éxito profesional: Me gusta ser reconocido y que me suban el sueldo y me den responsabilidades, pero creo que nunca, a conciencia, he pisado a nadie para conseguir un ascenso. Por suerte, siempre he podido compaginar el trabajo con la vida de familia y la vida de Comunidad. Claro que Montse siempre me recuerda cuando los niños eran pequeños y yo estaba en mi anterior etapa del Grupo de Servicio de la Comunidad de Jesús y me tocaba ir a trabajar algunas noches…en las que ella se cargaba todo el trabajo. Reconozco una cierta ambivalencia, aspiro al éxito profesional pero tengo claras mis prioridades.

2.- Relación con los compañeros. Nunca he tenido grandes amigos en el trabajo, pero sí que, para mi sorpresa, he encontrado mucha gente que me ha contado sus inquietudes, miserias y alegrías. Creo, sinceramente, que ha sido mi bagaje comunitario el que me ha ayudado a escuchar sin juzgar, a opinar sin pontificar, a ver como a veces gente a la que a penas conoces te explican los problemas con los hijos o con la pareja o te ves llamado a compartir sus dudas ante hechos tan trascendentes como el de un aborto.

3- Experiencia de Cristo en el trabajo: Intento rezar cada día antes de ir a trabajar o ir escuchando Radio Estel en el coche con la plegaria de Montserrat. La gente no sabe, por regla general, que soy creyente, practicante, ni que soy de la Comunidad de Jesús. De hecho en todos estos años sólo lo he confesado a dos personas. No tengo signos externos en la mesa y cuando la gente habla de la iglesia, de la jerarquía, intento poner sobre la mesa que yo conozco sacerdotes y religiosos excelentes.

Para acabar querría leeros un texto extraído de la revista El Ciervo, en concreto del artículo: “Un discurso para tiempo de crisis” de Francesc Romeu que me gustó –y mucho– donde cita una editorial de Noticias Obreras, titulada “¿Refundar el capitalismo o refundar al hombre?” y dónde decían cosas como estas:

“No han fallado los mecanismos de control del sistema financiero, sino que hay una conjunto de sinvergüenzas y corruptos que se han enriquecido permitiendo el robo a mano armada que sufrimos la humanidad (...) Con lo que han gastado en unos días los gobiernos de la Unión Europea y el gobierno de los Estados Unidos para sanear la banca habría bastante dinero para erradicar el hambre al mundo durante cincuenta años. ¿Cómo es que lo aceptamos, esto? Por una sencilla razón, ¡porque hemos perdido la vergüenza! Vivimos en una situación de irresponsabilidad colectiva. Todo el mundo nos quejamos de todo, pero nadie se siente responsable de nada. Pedimos a los gobiernos y a los políticos que eliminen la pobreza, pero que no suban los impuestos ni pongan los pobres cerca de nuestra casa. Pedimos a las familias que tengan hijos, que los eduquen, que cuiden de la gente mayor, pero hemos organizado el trabajo de tal manera que hemos roto todos los tiempos de la vida. Ha llegado el momento de una gran revolución social para que sea posible una gran revolución política que devuelva la primacía al hombre real y crea las estructuras necesarias para ello. Ha llegado el momento de asumir las responsabilidades propias. No podemos continuar pidiendo la erradicación de la pobreza si no damos a los pobres un lugar en nuestra vida. No podemos continuar pidiendo honradez a los banqueros si hacemos trampas en nuestra declaración de la renta. No podemos pedir a los políticos que solucionen problemas si no estamos implicados con otras en la solución de los problemas que tenemos en el trabajo, el barrio, la escuela (...) Hemos de implicarnos, asociarnos, complicarnos, crear un ecosistema humano dónde la avaricia y la desvergüenza no tengan cabida. Sólo así podremos recuperar la política como el ejercicio privilegiado de servicio a los otros y a la sociedad que permita construirnos como humanos. Sólo así podremos recuperar la economía como este arte que permite ajustar la vida humana y la utilización de los bienes disponibles desde el respeto a todo el mundo, a toda la humanidad y a la naturaleza. No debemos refundar el capitalismo, debemos refundar la humanidad, porque ya no podemos evitar la respuesta a la pregunta que Jesús nos hizo: ¿Qué sacaría el hombre de ganar todo el mundo si perdiera la vida? (Mt 16,26)”.  Totalmente de acuerdo.

Jaume Paris