Fraternidad de Emaús
La fraternidad de Emaús, es un pequeño ensayo apostólico, desde una vida compartida con algunos niños y jóvenes. Surge en 1982 tras el compromiso de algunos hermanos por optar a una vida en el seguimiento de Jesús.
En un pequeño pueblo de la provincia de Castellón, Torrechiva, se inicia este pequeño camino que se irá poco a poco configurando desde el camino de Emaús (Lc 24,13-35), viviendo codo a codo con ellos, bajo el mismo riesgo y con el mismo horizonte. Unido a este camino se une la espiritualidad del Hermano Carlos de Foucauld "vivir Nazaret con los más pobres" haciendo una familia con ellos.
En 1983 , optamos ya por una vida consagrada dentro del laicado:
POBREZA
Corriendo la misma suerte que ellos, viviendo de nuestro trabajo. Ser pobre con los pobres, viviendo con ellos y compartiendo nuestra vida, ser uno más.
DISPONIBILIDAD
Como servicio para la construcción del Reino, levantando en cualquier momento nuestra tienda y poniéndonos en camino.
UNIVERSALIDAD
Con los pies descalzos para llevar el Evangelio hasta los últimos lugares, expropiándonos de nosotros mismos para ser únicamente del Señor, dándonos en nuestra iglesia local. Si nosotros vamos al encuentro de Dios pobre es porque Dios mismo vino como pobre al encuentro de los hombres desde el último lugar.
Si cantamos de verdad la alegría de su presencia es porque El va delante de nosotros, entonces podemos trabajar juntos por el Reino , anunciando el Evangelio para que todos los hombres y mujeres conozcan al Hijo de Dios. Sirviendo a los más pequeños para arrancar de su vida el dolor y la tristeza del sufrimiento de sus corazones. Luchando por la justicia para que el mundo entero sea un hogar y la tierra una inmensa mesa donde todos nos podamos sentar a comer el mismo Pan.
Como el carisma central de la Fraternidad es vivir con los más pobres, se ha concretado en tres gestos:
Una casa-hogar en Torrechiva, donde vivimos con algunos niños y jóvenes. No es un centro ni una residencia sino nuestra casa.
Nuestro objetivo es compartir nuestras vidas, nuestras historias de alegría y de tristeza. Acompañarles haciendo el camino de Emaús con ellos, ese camino de desaliento , fracaso y desgarro. Ese camino suyo donde parecía que no había luz y que la sola amistad, compañía, presencia y a veces diálogo les hace preguntarse en sus corazones: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras? Acompañarles y después dejarles para que su diálogo continúe con Dios.
Otro de los gestos propios de la Fraternidad de Emaús es la vida de servicio y familia en las parroquias de barrio. En la periferia de nuestra historia, fuera de Jerusalén caminando hacia Emaús, con sus hermanos/as que han emigrado a otras tierras, hacer un camino sencillo de amistad, descubriendo asombrados, la íntima cercanía del Señor a los más pobres. Compartir con ellos lo esencial de la fe y a veces solamente la cercanía silenciosa y amorosa de la amistad. Discernir conjuntamente el paso de nuestro Señor por nuestra historia cotidiana y humilde. Hacer de la Palabra aliento y fuego para nuestra travesía para que luego a la luz de la mesa podamos alimentarnos del único pan, "y lo reconocieron en la fracción del pan". En la fraternidad algunos de nosotros hemos sido llamados al sacerdocio.
No basta con hacer el camino con los de cerca, también con los de lejos. "Al instante marcharon a Jerusalén para compartirlo". Tener una actitud misionera, caminar por los senderos de nuestra historia. Nos abrimos a esas iglesias de lejos para dar desde la pobreza, compartiendo lo que se es. Hoy la Fraternidad camina por la frontera de Haití-República Dominicana. La misión de Guayabal aporta a la Fraternidad la universalidad. No ir para hacer. Más bien ir a estar entre esas gentes.
Hoy la Fraternidad de Emaús sigue siendo un pequeño gesto. En España estamos tres miembros, un hermano y dos hermanas. En la misión de Guayabal solo permanece un hermano.
Solo el amor nos puede abrir los ojos porque el fuego de su amor se había encendido en su corazón y por eso les alumbraba. La victoria del amor rompió la oscuridad de su mirada. Por eso ya no podían mirarse a sí mismos, no podían estar vueltos a su corazón. Jesús les había tomado de la mano y les hacía salir en su búsqueda. Sus corazones estaban inundados por la inmensa alegría pascual.