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MONS. MARCELO MENDIHARAT

OBISPO EMÉRITO DE SALTO
2 de mayo de 1914  - 12 de junio de 2007

 

Marcelo Mendiharat fue un hombre de Dios, un hombre de oración,  un hombre Santo. Fue un regalo que Dios hizo a nuestra Iglesia, a nuestro pueblo, para ayudarnos a caminar en este período de la historia plagado de dificultades.

Marcelo Mendiharat fue un Profeta de nuestro tiempo que anunció el Reino de Dios y denunció todo aquello que atentaba contra el mismo y vivió toda su existencia y con todo su ser, intensamente, el Evangelio.

Participó del Concilio Vaticano II con la certeza de que Dios actuaba en la Historia. Regresó de allí con la conciencia de estar poniendo las bases de un mundo más humano y espiritual, aunque bien encarnado en las realidades temporales. Siempre estuvo, como Monseñor Angelelli "con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo". Pertenecía a un grupo de obispos que seguían la espiritualidad del Hno. Carlos: la fraternidad episcopal, grupo formado en el Concilio Vaticano II, que tenía como objetivo principal "unirnos en una comunidad fraternal que permite ayudarnos mutuamente a vivir mejor nuestro ministerio pastoral y nuestra vida espiritual".

Una canción que a Marcelo le gustaba mucho era la del poema de Eladia Blázquez:

“No. Permanecer y transcurrir
No siempre quiere sugerir
Honrar la vida

Por que no es lo mismo que vivir
Honrar la vida
.”

Nadie tiene dudas de que Marcelo supo honrar, que es lo mismo que decir respetar, enaltecer,  la vida. Marcelo no permaneció ni transcurrió simplemente por esta vida terrenal, sino que hizo de cada momento de ella una opción comprometida. Desde joven, en su familia, que fue para él un tesoro que supo valorar y cuidar. Así nos lo hizo sentir y vivir.

Cuando nos invitó a formar en Salto un grupo que viviera la espiritualidad del Hno. Carlos de Foucauld hacía poco tiempo que había regresado del exilio.  Teníamos hijos chicos y empezamos a reunirnos en nuestros hogares, en torno a una mesa o una estufa. El llegaba, siempre temprano, siempre de buen humor (aunque como buen vasco a veces rezongaba un poco) y con la disposición de los que saben amar de verdad, se dejaba querer, mimar. Junto a él vivimos  intensamente la experiencia de la iglesia doméstica. El celebrar la vida, la palabra, la eucaristía, sencillamente, entre hermanos, entre amigos,  como lo hizo Jesús.  

Como Pastor responsable, cuidó hasta el final de los que Dios le confió. Ya en Montevideo, y hasta hace poco tiempo, nos mandaba mensualmente un cassette grabado con sus reflexiones. Marcelo supo honrar la vida siendo, como Jesús un hombre BUENO.

Amó las cosas sencillas: las plantas, las flores, disfrutó del canto de los pájaros en la mañana, pero amó sobre todas las cosas a los hombres y las mujeres y su compromiso fue con la Vida misma, luchando porque esta sea digna para todos.

Siempre cercano, acogiendo a todos con inmensa ternura, sensibilidad y discreción;  hombre humilde, siempre dispuesto al servicio, al igual que Jesús, con especial predilección por los más pobres.

Su temperamento alegre y sereno, su sentido común, su vivencia de Dios,  inspiraban gran confianza. Repetía a menudo la frase del Hermano Carlos: “Mi bien amado hermano y Señor Jesús”.

Marcelo supo honrar la vida yendo siempre de frente, sin trampas, sin dobles discursos, con firmeza, con la fuerza del Espíritu Santo,  sin perder NUNCA  la ternura.

Supo de persecución, de exilio y de calumnia, y vivió esto como ofrenda, como sacrificio necesario y en su corazón de hombre de Dios no hubo lugar para el resentimiento ni el rencor.

“Merecer la vida es erguirse vertical
Más allá del mal, de las caídas
Es igual que darle a la verdad
Y a nuestra propia libertad
La bienvenida.”

Muchas veces le hemos pedido y dado gracias a Dios por la vida de Marcelo. Hoy, además,  le queremos decir a Marcelo: ¡GRACIAS!.

La familia espiritual del Hermano Carlos de Foucauld a la que tú perteneciste y cuidaste hasta el final, tu familia espiritual, hoy te dice GRACIAS. 

Gracias por ser nuestro Pastor, nuestro maestro,  nuestro hermano, nuestro compañero,  nuestro amigo.

Gracias por habernos querido tanto, por haber sido otro abuelo para nuestros hijos.

Gracias por tu testimonio y por vivir, como el Hermano Carlos, gritando el Evangelio con toda tu vida. 

 

Más Información en http://www.iglesiacatolica.org.uy/mons_mendiharat.htm