Soy testigo de la acción del Señor

Berthe (Francia)

Este testimonio fue preparado por Berthe para un encuentro diocesano de diferentes grupos espirituales, que se reunieron el 8 de noviembre de 2003. Estuvieron allí presentes 33 familias de espiritualidades diversas.

Tengo 68 años, vivo en Mortagne-SurSevre. Estoy jubilada de la Función Pública Hospitalaria. He trabajado 25 años en el Hospital Local como administrativa adjunta al Servicio de Personal.

Camino en la Fraternidad Charles de Foucauld, grupo de mujeres laicas célibes, desde 1968, ya hace 38 años. ¿Por qué la Fraternidad? El azar o, mejor dicho, la acción del Espíritu Santo.

Luego de haber vivido hasta los 25 años en contacto del la Juventud de Acción Católica Femenina (JACF) que me ha aportado mucho, me encontré sola y soltera. Me estuve entonces cuestionando sobre qué hacer con mi vida. No me veía soltera como otras personas de mi entorno. Sentía que sola no tendría el impulso, según era mi deseo, de responder al llamado del Señor.

En esa época, cuando sentíamos el deseo de vivir algo más que la vida común y corriente, los sacerdotes no nos proponían más que la vida religiosa. Después de un retiro de discernimiento, que me confirmó que no estaba hecha para la vida religiosa, pude ver entonces que era como célibe que debía continuar mi camino.

Fue en ese momento que me puse en contacto con la Fraternidad Charles de Foucauld. Al hermano Carlos sólo lo conocía de nombre; pero algunas de las responsables de la JACF entraron en las Hermanitas de Jesús y más particularmente, Sor Thérèse Noël, a quien conocía bien.

Lo que encontré al llegar a la Fraternidad fue un grupo de mujeres muy diferentes en cuanto a sus profesiones, su modo de vida, sus sensibilidades sociales. Me recibieron aceptándome tal cual yo era. En el fondo de mí, tenía dificultad para expresar lo que vivía.

He perseverado en la Fraternidad e hice allí un compromiso. Esto me ha hecho tomar conciencia que me transformaba en parte integrante de la Iglesia.

Poco a poco he descubierto la espiritualidad de Carlos de Foucauld.

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El lugar del Evangelio para leer, meditar, vivir.

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La oración de gracia, la Eucaristía.

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La mirada contemplativa sobre aquellos que viven en torno a mí.

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La universalidad de la unión con aquellos países extranjeros y culturas que son diferentes al cotidiano de mi vida.

Todo eso lo fui descubriendo progresivamente con los encuentros mensuales de fraternidad, con los retiros anuales y las sesiones internacionales que nos hace vivir la Fraternidad.

Para escribir este testimonio, me inspiré en las tres preguntas que se nos plantearon en el Encuentro para facilitar el intercambio en el momento de compartir nuestras reflexiones personales.

¿Qué trazos del rostro de Cristo son los más meditados en mi grupo?

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Jesús próximo a aquellos que encuentra y más especialmente a los más pobres, los más pecadores, en una viva oculta que nos gustaría llamar “Vida de Nazaret”.

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Jesús salvador del mundo, Jesús dando su vida por todos los hombres. ¿Cómo me permite la Fraternidad recomenzar a partir de Cristo?

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Si hoy puedo participar del Evangelio en equipos litúrgicos, en un equipo de la Acción Católica General Femenina (ACGF), y en otros lugares, es gracias a la Fraternidad, que me ha enriquecido.

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Si hoy soy miembro activo de un grupo de reflexión por la oración y en mi parroquia, esto está también vinculado con mi compromiso con la Fraternidad.

¿De qué manera me permite avanzar mi grupo de Fraternidad?

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En cuanto miembro de la Asociación “Los Amigos de Dias d’Avila”, vinculada con Brasil, y con la Acción Católica Obrera (ACO) me abro a lo que viven los habitantes de este país. Vivo la universalidad y es la Fraternidad que me ha invitado a ello.

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Cuando participo en los encuentros de fraternidad donde vivo la amistad fraternal en la alegría, hago un acto de fe en Jesús, a quien di mi vida.

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Cuando comparto mi vida en “Revisión de vida” soy testigo de la acción del Señor en mi vida y en la de otros, y cada vez que lo hago es un nuevo comienzo.

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Cuando doy mi tiempo como voluntaria, acercándome a las personas que están en el Asilo de Ancianos, cuando intento estar disponible para las personas de mi entorno, estoy respondiendo a esta invitación de Jesús: “lo que le hacéis al más pequeño de los míos, me lo hacéis a mí”.

Gracias a la Fraternidad por todo lo que he recibido y recibo aún hoy. Gracias a la Iglesia por darle vida a estos grupos de espiritualidades diversa