Hno. del Evangelio: JESÚS RAMÓN SILVA IRIBARNEGARAY

Con inmensa sorpresa recibimos la noticia que Jesús (Chuy) estaba gravemente enfermo en tratamiento intensivo en Caracas, donde vivía desde hacía muchos años. Rápidamente recordamos los días de encuentro pasados en Montevideo en noviembre último, donde lo encontramos mejor que otros años. Asistió a uno de los encuentros en Obsur, organizados por Parroquia Universitaria, en el Ciclo “Somos Iglesia”. Allí el P. Pablo Bonavía, al finalizar le dio la palabra y con  su característica humildad expresó que tenía poco que decir. Sin embargo rápidamente se encendió al repasar y recordar el ardor con que fue vivido el tiempo del Concilio…

Murió al otro día, el 30 de enero. A partir de allí, la comunicación con Caracas  fue casi diaria y con ella la llegada de las repercusiones de su partida,  tanto en Caracas, en Canadá y en Montevideo fueron muchas.

De ellos este compartir con los lectores de Umbrales.

“Cuando hay muchos hombres sin decoro; hay siempre

otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres, esos

son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le

roban a los pueblos su Libertad, que es robarle su decoro.

En esos hombres va la “dignidad humana”.

 

José Martí

Jesús era hijo de una familia campesina que se afincó en Montevideo en busca de trabajo, fue el quinto de cinco hermanos. Su padre fallece al año de nacido Jesús, ese acontecimiento cambió la vida de la familia porque aquél era el que mantenía el hogar. Su madre, una mujer de temperamento fuerte, comenzó a coser para afuera con la ayuda de sus hijos. Con este trabajo, nunca faltó el pan en su familia, aunque vivían modestamente.

Mauricio  su hermano mayor, hoy desaparecido en la Argentina, siguió los pasos de Jesús que aún siendo menor, entró al Seminario Salesiano antes que él. Luego los dos pasarán al Clero Diocesano. Ambos eran muy exigentes consigo mismo, leían mucho y les caracterizaba una vida interior muy profunda. Con la enfermedad de su madre, dejaron la congregación con el fin de ayudarla económicamente, superada esta situación familiar volvieron a su amor primero, la consagración religiosa en una comunidad. En esa época ya pasado el Concilio Vaticano II, conocen la Comunidad de los Hnitos. del Evangelio de la espiritualidad del hoy, Beato Charles de Foucauld, de sacerdotes obreros. Pasan entonces a integrar esta comunidad, Mauricio vivirá como barrendero en la ciudad de Buenos Aires, donde lo desaparecen y Jesús partirá a Caracas – Venezuela… Con Elena, una mujer venezolana consagrada, emprendió la quijotada de acoger chicos con situaciones familiares difíciles y les ofrecieron un hogar. Jesús trabajaba en una fábrica y Elena, que estudió Filosofía se desempeñaba en tareas docentes, como educadora informal.  Hoy los “muchachos” conducen su propia vida, unos casados, otros solteros, supieron ser dignos hijos de un “padre” en todo lo que ello significa y sus enseñanzas están grabadas y vividas en ellos.

Son muchas las anécdotas, los recuerdos de sus ex alumnos del Colegio San Isidro de Las Piedras, del grupo de scouts de la Catedral de Montevideo, otros de la Parroquia San Miguel en el barrio Goes,  hoy sus amigos uruguayos que año a año lo recibían en sus casas.

Jesús en su lucha constante por saber de la suerte de su hermano, qué pasó, cómo murió…dónde están sus restos…viajaba cada año a Buenos Aires para continuar con su presencia la búsqueda de su hermano, que aún hoy  no ha terminado y que seguramente la seguirán sus amigos… 

Ariel Sotelo, hoy vive en Canadá, nos hizo llegar sus recuerdos como alumno de 5º año en el Colegio San Isidro de Las Piedras. Lo recuerda muy joven como reconocido confesor y director espiritual y buen predicador. Era un hombre inquieto y preocupado por buscar métodos de no violencia activa. Pasados los años fue el que presidió la ceremonia de su casamiento y también los visitaba en su casa de Montevideo, reconociendo en él una increíble capacidad para no ceñirse a modelos preestablecidos y buscar y probar nuevos caminos que respondieran a las necesidades…comprometiéndose para ello como un  todo de amor, razón y fe…

Luis Pehar, lo recuerda de su época de sacerdote en la Catedral de Montevideo, como “nuestro capellán en los scouts, que nos estuvo visitando el pasado mes de noviembre y en su cumpleaños número 83, tuvimos la dicha de acompañarle y ser testigos de cómo aún a la distancia nunca se desentendió de la comunidad de la Ciudad Vieja…Cuando es tan natural decidir, luego de un tiempo de trabajo, disfrutar del reposo, se siguió entregando, allí donde se le necesitaba, jovial como nunca dejó de serlo…Nuestro compromiso con el Padre y con los que nos dieron vida y la sostuvieron es continuar en el servicio al prójimo …”

Fernando Portillo de Buenos Aires responde al aviso recibido de su muerte con estas expresiones : “Coherente también con su primera vocación salesiana, que supo amalgamar con la espiritualidad del Hno. Carlos, Chuy se marchó de la mano de San Juan Bosco en el día de su fiesta. ¡Bendito sea nuestro Bienamado Hermano y Señor Jesús, por Él nos abandonamos en las manos del Padre”.

El párroco de San Buenaventura –San Félix /Estado Bolívar: Matías Camuñas, escribió: …” nos sentimos entrañablemente unidos a Elena, a las Hnitas del Evangelio, a sus “hijos” y “nietos”, a tantos amigos del pueblo que se están reuniendo en el velorio de este hombre de Dios y hombre del pueblo. Su celibato adquirió en su carne sentido de plenitud, de fecundidad. Son varios los jóvenes del barrio que recibieron el cariño de este hombre y de Elena y en esa espiritualidad pudieron reconocer el amor… La vida del Hno. Chuy fue un clamor a favor de los pobres. Su ser pueblo le llevó a vivir las penurias y las esperanzas del pueblo…

Él, Chuy, que pudo “vivir del altar”, vivió de su trabajo; él que pudo utilizar su status de cura, se rebajó hasta lavar los pies, la cara, el cuerpo a tantos necesitados…Su vida a cuerpo descubierto nos recordaba que no se podía perder la utopía de la importancia de la capacidad de organización, en el trabajo compartido, en las cooperativas La Alianza y La Alajita de Bojó, en los campesinos unidos, en los valores del pueblo que nunca pasarán: la solidaridad, la entrega, la capacidad de lucha, el caminar por los caminos de la honestidad, la rectitud, la integridad, el trabajo comunitario, la revisión desde el equipo. Es la hora de la realidad convertida en esperanza que para los hombres íntegros, la meta es el Reino de verdad y justicia, de solidaridad y fraternidad. Como todos los profetas, fue un incomprendido por el sistema y le llegó a tocar los zarpazos de la muerte. ¡Hermanito del Evangelio “Chuy” Silva, descansa en paz y sé nuestro intercesor!”

El sacerdote de Petare, muy amigo suyo llamado Bruno Renaud,  haciendo una larga reflexión sobre este acontecimiento nos dice: “…En nuestro país, no han sido muchos los profetas, sin embargo uno de ellos acaba de devolver su santa, su ejemplar vida de sacerdote, al Dios de los pobres. En Caracas, en los altos del barrio La Cruz de El Valle, ¿quién no conocía a ese hombre sumamente sencillo, cuya humildad no impedía un verbo de fuego? Chuíto le decían, decenas de hombres y mujeres, en otro tiempo niños huérfanos, aceptaron a ese excepcional padre adoptivo, Jesús Silva, Hermanito del Evangelio. Mañana puede ser otro día. Es imposible que tantas semillas no vuelvan a florecer en nuestro continente, tierra preñada de angustia y esperanza.”

El Pbro. Pablo Urquiaga, párroco de Caricuao nos dice: “..se nos fue Chuy, ha partido a la presencia plena porque él vivía ya en la “presencia del Dios de los pobres”, hacía mucho tiempo. Nos deja un testimonio extraordinario de “fidelidad al Evangelio de Jesús”, de pobreza evangélica, de sencillez, de humildad, de veracidad y de autenticidad. Ayer en la Eucaristía pudimos meditar sobre las Bienaventuranzas: “Felices los pobres de Espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”… El padre Chuy fue verdaderamente pobre ya que vivía  con los pobres en un barrio marginado de Caracas (El Valle). Chuy como el Bautista, no vestía de “lujo” ni vivía en los “palacios” sino en una humilde casa…Cuando iba a la parroquia le gustaba sentarse entre los feligreses como uno más, sin buscar reconocimientos ni prebendas; a veces lo tenía que forzar para que concelebrara y predicara y cada vez que lo hizo, sentíamos en él la presencia del “profeta”, que también era. El desprendimiento y el desapego a los bienes materiales era también algo que lo caracterizaba. Me contaba un miembro de nuestra iglesia que en una ocasión alguien le pidió ayuda y él sacando un billete de elevado valor, se lo dio y le dijo: “quédate con todo pues para que lo quiero, yo ya tengo lo que necesito y me estorba”. Su presencia siempre “cuestionaba” nuestra vida cristiana y nosotros nos sentíamos honrados y agradecidos a Dios cada vez que nos visitaba…Cuando el profeta Sofonías nos hablaba de “los pobres de Yahvé”, ese pequeño resto de Israel que era fiel y obediente a su Dios, humilde y sencillo, que no cometía maldad y era sincero; en ellos siempre he visto al Padre Chuy, un verdadero “anawin de Yavhé”, ellos permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie les moleste…”

Danilo, Yolanda y Romano Chemello enviaron un mail en el que los recuerdos se remontan al año 1946 en el Colegio, Liceo y Escuela Agrícola Juan Jackson en El Manga, como alumno de Jesús, “un joven inquieto, alegre, ágil” como él dice: “…capaz de disipar de un saque la nube negra y pesada de nuestro aburrimiento, introduciéndonos en el mundo fantástico de su imaginación inagotable…”

“Yo no soy Dios como para saber lo que pasa más allá del más acá, pero mi convicción es que Jesús ha pasado a una vida mejor y que, despojado de las limitaciones del espacio y del tiempo, está mucho más cerca de cada uno de nosotros”.

Su entrañable amiga Ma. Rosa Villalba me envió este hermoso testimonio de Marta y Víctor vecinos suyos, que lo conocieron de las tantas veces que Jesús compartió sus días aquí, en su casa:

Sentimiento compartido por la desaparición física del amigo Jesús. Nos deja su fundamental enseñanza de consecuencia y honestidad con las ideas de justicia social que sostuvo desde tiempos difíciles. Lo recordamos como un sacerdote amable y persuasivo que predicaba con el ejemplo. Habiéndolo conocido, estamos seguros que su mensaje de justicia, solidaridad y esperanza llegó a destino en los diversos lugares donde estuvo. No vivió en vano y revivirá en la memoria de quienes lo conocimos…”

Seguramente serán muchos amigos, compañeros, ex alumnos que habrían querido dar su testimonio en estas páginas, sin embargo el tiempo apremia y para hacer posible que el testimonio del Hno. Jesús llegue en este número de Umbrales, las disculpas a los que quedaron fuera de esta nota.

“Jesús se fue con su muerto, se fue a la tierra de los vivos, desde allí nos acompañan…”

Hoy con Mauricio decimos:          “Señor que te creo,

                                               Señor que te espero,

                                               Señor que me amas,

                                               Yo sé que Tú estás”.

                                                                       Gloria Aguerreberry