de Thierry: Londres (Inglaterra)

  

La fraternidad existe en Londres desde 1973. Ha cambiado de rostro y de lugar varias veces. Thierry vive allí desde el principio… Ha trabajado sobre todo en el ‘Arca’, institución que acoge y se ocupa de personas disminuidas. Hoy en día, Thierry vive en esta comunidad en donde continua prestando sus servicios de acuerdo con sus capacidades.

 

Me ha gustado mucho el texto de nuestro último Capítulo general sobre “el envejecimiento”. Lo encontré muy acertado y presentado con delicadeza. Gracias a los que lo escribieron.  Poco a poco empiezo a tener la experiencia del envejecimiento, ahora bien a menudo la experiencia tiene un sabor diferente a la descripción teórica. Soy el más viejo, el más mayor de mi familia, en el Arca también soy el más viejo, el más antiguo, aquél a quien le hacen contar el pasado… Eso tendría su encanto y a veces es apreciado pero cuidado con la trampa de evocar el pasado con palabras como “en mi tiempo hacíamos…”. Además debo tener cuidado con los agujeros en mi memoria que se multiplican y crecen.

¿Qué representa para mí el hecho de envejecer? Una constatación que trato de leer positivamente. El otro día se me ocurrió la fantasía de pensar que podría escribir dos listas: una, de las cosas que con la edad ya no puedo hacer; la otra de las cosas que no debo hacer ya. (Inventario inútil que además no he hecho). No obstante retengo la idea que cuando ocasionalmente estoy delante de estas constataciones, puedo introducirlas en la oración, puntuándolas cada una con una respuesta: “¡Así sea!” para la primera lista, “¡Aleluya!” para la segunda… Una manera de reconocer lo que a menudo pienso: la certeza de que cada día Dios dispone para mí las condiciones óptimas para responder hoy a su amor. No hay que aceptar solamente lo que se me da hoy, sino creer que de hecho es lo mejor. ¿No decía Job: “El Señor me lo dio el Señor me lo quitó, bendito sea el Nombre del Señor”? Reconozco que un ejercicio así no se practica siempre alegremente… Sin embargo está este simple recuerdo de lo que Carlos de Foucauld había escrito sobre su despertador: “Siempre es la hora de amar a Dios”. Yo lo he escrito también en mi reloj.

¡Así sea…! Amén ¡Aleluya!

 

¿Cómo miro el contexto cotidiano en el cual vivimos? Todos los días tenemos noticias con consecuencias catastróficas. Las buenas noticias son más discretas. No obstante, a pesar de todas las situaciones de las cuales podemos decir “Es peor que antes”; yo sigo teniendo la impresión de que nuestra humanidad evoluciona positivamente hacia algo mejor, más humano. La esclavitud sigue existiendo, pero no es una política que se acepta como normal. Los “derechos del hombre” han sido proclamados. Aunque no se respetan en tantos casos, se hacen muchos esfuerzos, a pesar de todo, para reivindicarlos. Los tiranos culpables de las masacres y de los crímenes en contra de la humanidad ya no tienen la impunidad asegurada. La suerte de los pueblos menos favorecidos se convierte cada vez más en una preocupación compartida en otros rincones del planeta y se toman iniciativas  para remediarla. La O.N.U se atasca en sus tentativas de pacificar y armonizar las políticas mundiales, pero al menos la ONU existe, las posibilidades de diálogo están ahí y ¿no está permitido esperar que con el tiempo se encuentren medidas más eficaces? Hay gobiernos que han tomado la iniciativa, presentando excusas, de pedir perdón por la falta de respeto y la manera en que ciertos pueblos han sido oprimidos.  ¿Qué había de todo eso en el tiempo de los grandes imperios de la antigüedad?... Sin duda alguna estos ‘progresos’, todos relativos, pesan aún muy poco frente a la miseria del mundo de nuestros días pero ¿no dejan sin embargo un espacio donde la Esperanza pueda crecer?

Amistad sin fronteras

 

En esta lenta progresión hacia un mundo más humano yo observaba recientemente un signo que no dudo en reconocer como profético: la aparición de mesas para cambiar los pañales a los bebés en varios ‘servicios públicos’ para hombres… He aquí algo que me hace pensar inmediatamente en la profecía de Malaquías: “…Él [Elías] llevará el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres, de miedo que yo no venga a tachar al país de anatema.” (Final del libro de Malaquías). Veo este detalle como un signo de la evolución efectiva en las relaciones hombre – mujer. Hombres que se implican más en hacerse cargo de los hijos y de la vida de la pareja. En primer lugar, a menudo están presentes y asisten a sus esposas en el nacimiento de los bebés. En el supermercado veo a los padres de familia haciendo las compras acompañados y dialogando con sus hijos, al estar las madres comprometidas en otras actividades. En la iglesia, cuando las familias desean bautizar a sus hijos están invitados a presentarse delante de la comunidad parroquial, y constato muy a menudo que ahora son los padres los que llevan orgullosamente a sus bebés. Además, las mujeres tienen acceso y se comprometen en diferentes campos de formación y profesionales, incluso en las más altas responsabilidades políticas y gubernamentales. Sí, un cambio importante toma forma en la manera en que hombres y mujeres se relacionan, algo que yo calificaría de más natural, de más armonioso.

Se podrían añadir muchos otros ejemplos en esos dominios, pero me doy prisa en añadir que también soy muy consciente de que todos esos hechos o perspectivas que evoco aquí, en cuanto a esta mirada sobre el mundo que me rodea, lo hago a partir de este pequeño lugar en el que vivo. Esto no es una visión universal y no pretendo que todo progreso sea para mejor, pero conservo el lado positivo. Hay por desgracia algunas lagunas graves en lo que vivimos hoy día. Sin embargo yo he hablado de estos temas desde la perspectiva “qué representa para mí envejecer hoy en día” y saco en conclusión dos hechos: hay cosas que han cambiado mucho desde mi juventud y que considero que son para algo mejor; la evolución progresa hacia una actitud más humana, y si es verdaderamente más humana, ¿no puede decirse también más divina, en el sentido en que hemos sido creados a imagen de Dios? ¿Empezamos a parecernos al proyecto que Dios ha previsto para nosotros?