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Estancia en Kazajstán de Kazek (Polonia)

Queridos hermanos, empiezo el quinto mes de mi estancia en Kazajstán, desde donde saludo de todo corazón a cada uno de vosotros. Tal vez tengáis curiosidad de saber el por qué, teniendo 64 años, he ido a ese país. Resumiendo: ¿Por qué allí?¿Por qué yo y ahora?... ¿Qué es lo que hago aquí?

 

¿Por qué allí? Además del interés personal por el lejano Nordeste, (Siberia – geografía, historia, clima, poblaciones) el Kazajstán en la historia de Polonia va unido a las represiones políticas de las minorías en Ucrania y a las deportaciones estalinianas de familias enteras de polacos al Kazajstán en 1936. El periodo 1939–1945 fue la época de las deportaciones hacia las profundidades de la Rusia Soviética (sobre todo a las estepas de la república de Kazajstán – suroeste de Siberia). Representantes de otras nacionalidades fueron igualmente enviados allá, y el número atribuido de polacos está estimado en un millón y medio. Suponía más de dos semanas de transporte en vagones de animales. El hambre, el frío, las enfermedades, la suciedad, los insectos, un trabajo duro de esclavos en condiciones muy primitivas y duras, así como el clima, acarrearon una importante mortalidad. En estas condiciones los deportados perecían, aunque algunos sobrevivieron.

 

Una gran mayoría de los deportados eran católicos, la fe les daba la fuerza y la esperanza para sobrevivir en este “paraíso en la tierra”. Había sacerdotes que les acompañaban en la deportación. Algunos de ellos iban libremente para acompañar a sus fieles. Ese fue el caso, por ejemplo, del sacerdote Tadeusz Fedorowicz, quien marchó allí en la primavera de 1940. Fue él quien nos acogió y acompañó a Laski, en nuestros comienzos como Fraternidad de hermanos.

 

Los años han pasado, de aquellos que quedan y que son los descendientes de los deportados, pocos recuerdan ese tiempo cruel. Hace unos 10 años, numerosos católicos, alemanes y polacos, volvieron al país de sus familias. Aquellos que se quedaron forman la Iglesia actual de Kazajstán. Y justamente es en esas regiones en donde ahora me encuentro.

 

¿Por qué yo y ahora? Todos estamos invitados a ayudar a las misiones (y ese es el estado de la Iglesia en este país). Una ayuda apreciada es la de un hombre vivo. Si alguien de la comunidad de los Hermanos de Jesús en Polonia podía y deseaba marchar, era yo el que podía hacerlo pues la situación y el momento eran favorables y si no hubiese hecho esto ahora (edad y salud) sin duda que nunca lo hubiese hecho. Hablé con mis hermanos de Polonia – fue un apoyo dado desde la calma – recibí un acuerdo favorable y acogedor del obispo de Astana, así como una invitación. Mi preparación se limitó a recordar la lengua rusa… y me interesé por conocer el país al que iba a marchar.

 

Antes de viajar, también maduré mi decisión hasta el punto de mirar mi marcha como “providencial”. Un año de ausencia de la comunidad en la que yo vivía en Polonia; deseando tratar esto como una reflexión sobre mis relaciones con los hermanos y un tiempo de renovación en mí del amor fraterno, ya que se había enfriado un poco. También hay que decir “algo” de eso, pues yo no amo a Dios más que mis hermanos. El tiempo hace su trabajo y creo que el Espíritu Santo actúa. Pienso, tengo la esperanza, de que estoy presente en esta acción y en este trabajo.

 

Kazajstán: un país inmenso… Su población es casi de 16 millones de habitantes. Si tomamos en cuenta las estadísticas, el 60% son autóctonos, el 15% rusos, y hay aún otras 120 nacionalidades. En la región donde yo estoy, al norte de Kazajstán, la mitad de la población es rusa, un tercio son kazakos, seguidos por los ucranianos (6%), los alemanes (4%), además de polacos, tátaros, uzbekos y muchos otros. Se dice que hay un 60% de musulmanes. El Islam, después de 80 años de poder soviético, está muy “disgregado” pero actualmente las relaciones entre el estado y las religiones son correctas.

 

Kellerowka (mi aldea). El 25 de julio aterricé en Astana, actualmente capital de Kazajstán… Después de unos días en Astana fui a 400 km. hacia el norte, a mi “puesto”. Estamos ya en el sudoeste de Siberia. Allí se encuentra “mi pequeña aldea”: Kellerowka. Fue construida a comienzos del siglo XX por unos católicos alemanes procedentes de las orillas del Volga.

 

La parroquia tiene a su cargo doce aldeas, la más alejada está a unos 50 km. Hay pocos fieles, unas 200 personas para toda la parroquia. En los dos lugares más alejados, cuando estuve allí, vino una abuela con algunos niños. Algunos adultos se preparan para el bautismo, para el matrimonio o la confirmación. Hay algunos que vienen a misa; ellos tienen una vida de familia complicada (cónyuges sucesivos). Desde hace más de 10 años, la liturgia es muy a menudo en lengua rusa, pues los prolongados años de ‘rusificación intensa’ cumplieron su tarea. Además  del sacerdote hay dos hermanas franciscanas que trabajan en nuestra parroquia. Poco a poco aparecen grupos de “líderes” quienes, al vivir en el lugar, asumen la responsabilidad de la vida cristiana entre las visitas del sacerdote.

 

En unos años habrá muchos cambios en esta sociedad... El modelo de Iglesia también cambia. ¿Cómo? El Espíritu Santo la conduce.

 

Y yo ¿qué es lo que hago aquí? Y bien, estoy presente a mi manera, tal como yo lo veo, en lo cotidiano, la oración y la confianza - ¡todo irá bien! Mi tiempo pasa de la manera más corriente, siempre estoy ocupado, voy a conocer otros enclaves de la misión y siempre hay algo que hacer. Aquí es un trabajo de pintura, allí de albañilería, bricolaje y todas esas cosas; en nuestra casa, en la casa parroquial, en la guardería donde trabajan las hermanas. Las ocupaciones me toman bastante tiempo, sin embargo he querido ser útil allá donde esté en Kazajstán. Yo sé hacer esto, pero siento el peso de la edad (65 años). Por supuesto recorto las ocupaciones y pido ayuda cuando es necesario. Menos mal que hay un otoño maravilloso…

 

A principios de octubre el arzobispo me pidió que ayudara a las hermanas Carmelitas de Oziorno – a 30 km. de aquí. Allí está el santuario de María, Reina de la paz, patrona de Kazajstán. También allí está comenzando un monasterio de Benedictinos (de Suiza), así como un monasterio de Carmelitas polacas. Yo vivo aún en Kellerowka para terminar los trabajos comenzados, pero estoy a la disposición de cualquier llamada de teléfono. Puede que haya cambios en mi situación y entonces viviré sin duda en el edificio parroquial de Oziorno. Visiblemente esto debe ser para el bien de los otros y para el mío, aunque me haya acostumbrado un poco a los que conozco en Kellerowka.

 

El campo, el ambiente en el que estoy, siempre son nuevos e interesantes. Además no he venido aquí a buscar aventuras, ellas me encuentran solas. Pienso también que no espero nada extraordinario, pero creo que el hecho de estar aquí tiene un sentido en los planes de Dios, y que no me conciernen solamente a mí.

 

La oración diaria, la misa, nada regular a causa de los desplazamientos y del trabajo que marca el ritmo de mi vida, y que yo trato de mantener estable en la medida de lo posible. Trabajo sobre todo en las misiones polacas, en contacto con los ancianos del lugar, que tienen tras ellos el peso de las deportaciones y con los jóvenes que toman la vida tal cual se les presenta…

 

“GHER es el campamento de los nómadas de la estepa.

Su puerta está orientada siempre hacia el Sur,

Para acoger al sol … y a los amigos.

La puerta de Gher está siempre abierta” 

(Sabiduría de los nómadas de Mongolia)