En el camino de Emaús

de Joseph (novicio): Vietnam

Me llamo Joseph y soy de Vietnam. En mi familia, somos 9 hermanos y hermanas, mis padres son campesinos. En total una familia feliz. En este momento vivo en la fraternidad. Para llegar hasta aquí he pasado por muchos altibajos en la vida. Al repensar en ello, es como el regreso al campo de los dos discípulos de Emaús.

Entré en los Benedictinos cuando tenía veinte años. Ese era mi deseo puesto que yo había decidido ofrecerme a Dios. De este modo viví con paz durante 6 años y pronuncié mis votos según la Regla Benedictina. Pero después surgieron muchas preguntas en mi interior y perdí la paz del alma. Me rondaba el tema de la “pequeñez” y la “pobreza”: ¿cómo podría yo compartir la vida de los miserables? Busqué en las obras de los Santos que vivieron en la Congregación, escuché las indicaciones de aquellos que nos precedieron… pero no encontraba ninguna respuesta a mis problemas, a mis inquietudes. Entonces decidí dejar los Benedictinos por algún tiempo.

Durante los primeros años, volvía a menudo con los Benedictinos cuya Comunidad me acogía como antes. La situación siguió así durante 3 años. Como duraba mi indecisión, terminé por cansarme. Quise abandonar la vida religiosa, e incluso la fe. Durante más de un año, no asistí a ninguna misa ni me acerqué a los sacramentos. Quise echar a Dios de mi vida.

Pero finalmente mi existencia estaba impregnada de asco, sin finalidad alguna… Ya no sabía qué hacer. Ahora bien, un día que paseaba, me fijé en un cartel que anunciaba sesiones de enseñanza de los cuidados a aportar a los enfermos del Sida en fase terminal. Y aunque tengo mucho miedo de las llagas purulentas, de la sangre y de los muertos, me inscribí en esas sesiones. Fue durante esta sesión cuando descubrí la existencia de los Hermanos de Jesús y la alegría y la fe volvieron a mí. La prueba tangible, es que ahora vivo en una fraternidad de los Hermanos de Jesús.

Mientras escribo estas líneas, veo bien que el Señor sigue estando conmigo, que me ama y me llama.

Sus designios respecto a mí están llenos de amor, incluso cuando le rechazo. Ahí está mi alegría y mi fe.

Aunque yo sepa que puedo abandonar al Señor con facilidad y que mi camino está lleno de trampas, ya no me preocupo porque el Señor es mi compañero y está siempre presente en mí. Y luego, a mi lado, tengo igualmente la ayuda fraterna de mis hermanos que me preceden…

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“En la Ausencia, hay siempre la esperanza

de una Presencia…”

“Nosotros somos testigos y creemos que Cristo

ha resucitado y está Vivo a través de los gestos vivificantes

y liberadores de sus testigos.”