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de la Busserine (Marsella, Francia)

La fraternidad de la Busserine está situada entre los barrios del norte de Marsella: se trata de barrios ‘sensibles’ porque la población es muy cosmopolita; en su mayoría hijos de inmigrantes. El desempleo, sobre todo entre los jóvenes, está estimado en torno a un 40%; la sociedad francesa tiene mucha dificultad para integrarlos. Esta fraternidad está compuesta por 3 hermanos: 2 jubilados: Jacques y Guillaume, y el tercero: Jean-Michel que trabaja en una empresa de construcción, especializada en grandes obras públicas. Esta fraternidad tiene también una capacidad de acogida, sobre todo de cara al acompañamiento de eventuales postulantes.

- de Jacques

Desde el pasado septiembre, es decir al final del noviciado y con el regreso de Jean-Michel, nos volvimos a encontrar tres en una vida tranquila y regular, celebrando cada mañana la Eucaristía. Pero desde el lunes 5 de marzo, Jean-Michel retomó el trabajo después de casi dos años de baja por enfermedad; volvió a encontrar su equipo y sus amigos como antes: ¡lo esperaban! El médico del trabajo le permitió volver con la condición de no ir más allá de lo que sus fuerzas le permitieran.

De golpe nuestra vida ha cambiado un poco y recomienza como en años anteriores, aunque la vejez y la enfermedad hayan frenado un poco nuestra vitalidad.

Guillaume va a Lille a pasar unos diez días cada dos meses: va a ayudar fraternalmente a los tres hermanos estudiantes y cuando está aquí, sigue siendo fiel a una jornada de senderismo cada semana: los alrededores de Marsella no carecen de atractivos.

En cuanto a mí, vivo un poco más despacio desde mi problema de corazón en octubre de 2004. Los medicamentos y el respirador que uso cada noche me mantienen en forma…Mi sordera no se arregla y eso es tal vez lo más difícil de aceptar. Las ayudas auditivas son muy limitadas para mí: a menudo me reprochan no estar atento y tal vez sea verdad, pero me cuesta mucho comprender y no me atrevo a pedir demasiado que repitan; algunos tonos de voz me son inaudibles; esa es la vejez y hay que aceptarla sin replegarse sobre uno mismo. Creo que este no es mi caso, pues, a pesar de estas limitaciones, sigo estando abierto y sensible a los problemas del barrio.

El barrio de la Busserine

Las asociaciones del barrio, en las que participo, han conseguido, no sin grandes dificultades, crear un verdadero centro social: las actividades son diversas, pero estamos un poco paralizados por la dispersión y la falta de locales. Su actividad se extiende sobre un sector de 1.900 viviendas, es decir algo más de 6.000 habitantes. Hay actividades de recreo para los niños y los jóvenes; apoyo escolar para enseñanza primaria y secundaria. Todo muy bien organizado: los padres participan en estas tareas. Además se escuchan los problemas de las familias que se pierden en procedimientos administrativos: esa es la tarea de la El barrio de la Busserine secretaria que recibe la ayuda de una antigua asistenta social que ahora está jubilada. Descubrimos familias en una gran pobreza y el “Socorro popular” les presta su ayuda. Los últimos informes son elocuentes: del 75 al 87% de los alquileres son pagados por la APL (ayuda personal a la vivienda). Esta pobreza crea por supuesto muchos problemas: trabajo negro que viene a completar el RMI (ingreso mínimo de inserción), tráfico de droga, de cigarrillos, estafa a los jóvenes, apartamentos que son sub-alquilados muy caros.

Hay una forma de pobreza que no existía antes. Es la constitución de clanes con líderes que tratan de imponer su voluntad a través del miedo, la violencia. Celosos de las subvenciones acordadas a las asociaciones y que son utilizadas para el bien de todos. Ellos tratan de desestabilizar a los monitores: para ser monitor hay que creer realmente en ello. Para responder a todos esos problemas sociales, la asistencia se ha desarrollado de tal manera que hay muchos tropiezos, y desgraciadamente, son los políticos los que los provocan y explotan. En medio de todos estos conflictos, nuestro centro social se construye con mucho trabajo.

¿Cuál es mi sitio ahí en medio? Muy discreto y humilde, dadas mis  limitaciones. Ya no tengo grandes responsabilidades, sino la de dar confianza a todos aquellos y aquellas que se preocupan por el barrio, sostenerlos en sus orientaciones, compartir los lazos de amistad con los responsables, con algunos de los cuales son muy estrechos. La directora, Karima, musulmana profundamente creyente, me pide a menudo que rece por las dificultades, las pobrezas de nuestro ambiente: y creo que esto alimenta mi oración. Participar en las reuniones en las que oigo lo que puedo pero en las que no aporto demasiado, me permite estar muy presente a las realidades del barrio, en las miserias y en los logros de unos y otros.

Jacques con René V., Giovanni y Jean-Michel

El barrio se ha vaciado de europeos y los cristianos son pocos: africanos o antillanos, gitanos. La pequeña comunidad cristiana de Santa Clara sobrevive con dificultades; es la Misión de Francia la que está encargada, pero no viven en el barrio.

El barrio empieza a ser trasformado por grandes obras: la vía férrea que lo atraviesa (Marsella-Aix-los Alpes) se ha doblado y han creado una estación enfrente de la capilla. Hay un proyecto de derribar 400 viviendas (2 torres) para provocar una mezcla de la población, pero dudo de que eso resuelva los problemas sociales. Desde hace 40 años que estamos aquí, he visto desfilar numerosos proyectos completamente abandonados…

A mediados de abril, la fraternidad tendrá 40 años de presencia aquí: es toda una historia la que habrá que escribir y eso me supera. ¿Cuántos simpatizantes, postulantes, hermanos han pasado por la Busserine? Guillaume está conmigo desde 1972, Jean-Michel desde 1982, con algunos periodos de ausencia: siempre hemos tenido la alegría de volvernos a reunir.

Debemos dar gracias al Señor por todo lo que hemos recibido, por todas las amistades, el compartir, por todos aquellos que el Señor ha puesto en nuestro camino, y sigue poniendo…

¿Hemos sido fieles a lo que el Señor esperaba de nosotros?