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de Pyeong-Ch’eol  - Seúl (Corea)

 Después de haber terminado mis estudios en Seúl en la fraternidad de Pomun-dong, ya hace siete meses que estoy en la fraternidad de Samsung-ni en la ciudad de Goyang-shi, en la puerta Norte de Seúl; allí es donde empieza la ruta de la reunificación que va hacia el Norte. A un lado de la ruta, hay una aldea y del otro, una pequeña aglomeración con escuela, banco, comisaría de policía, algunas tiendas e incluso un pequeño mercado; pero no vamos allí mucho.

Nuestra fraternidad está en un pequeño barrio residencial cuyas casitas todas iguales son como gemelas que hubieran nacido el mismo día; tienen tres habitaciones, una habitación común, cocina y servicios; en el bajo viven otros inquilinos. Cuando llegué a esta fraternidad, el año pasado en el mes de octubre, los girasoles plantados a lo largo del muro del patio cerca de la entrada estaban en flor.

Estamos tres en esta fraternidad: Hi-Su, Tsuneo y yo. Estas son nuestras ocupaciones. Tsuneo cultiva, en un terreno cercano a la fraternidad, todo tipo de verduras, tomates, patatas, pimientos, lechugas, calabacines, zanahorias, puerros, ajos… y también cereales.

Hi-Su, remodela casas viejas. Es un trabajo apasionante. Estas casas  viejas renovadas parecen más bellas que las nuevas. Cuando se termina una de las casas, el corazón de la gente que vive en ella también se renueva. ¿No es algo excelente relacionarse con la gente por medio del trabajo?

mi trabajo consiste en recoger las colillas y barrer las hojas muertas, amontonarlas en una carretilla y llevarlas al vertedero. En invierno hay que barrer la nieve, en otoño hay que hacer la guerra a las hojas muertas. Cuando llega la primavera la vida bulle en las basuras. Yo aprovecho a veces los olores, especialmente cuando caen los pétalos de los cerezos. El verano no ha llegado aún y, aunque no sé mucho, creo que será muy perfumado. El trabajo cambia en cada estación, pero consiste principalmente en limpiar. A veces se nos pide también preparar una fiesta o una ceremonia de barrio. Así, una vez al año, en otoño, hay una ceremonia de ofrenda para los benefactores difuntos en la que se sacrifica un buey y la gente se reúne para comer y festejar.

Trabajamos cuatro o cinco personas juntas, repartidas en dos equipos, disponiendo cada uno de una carretilla. Mis colegas a menudo tienen una vida difícil y sus personalidades son fuertes. Un punto común entre nosotros es el de no tener ni casa ni familia. Uno de ellos ha estado casado dos veces, pero ahora vive solo. Contratados por la oficina administrativa del barrio, pertenecemos a tres categorías: las personas mayores de más de 50 años que no tienen seguridad social, ni casa, ni ayuda de sus familias; los desempleados y los indigentes (categoría a la cual pertenezco); y aquellos que viven en albergues para los que no tienen un hogar y trabajan por la mañana para poder reinsertarse.

Los colegas se entienden bien entre ellos, pero también se pelean fácilmente. En particular, cuando llega uno nuevo al equipo, hace falta un cierto tiempo para que se integre bien. Pero como todos han tenido una vida pobre, comprenden las situaciones difíciles de unos y otros. Cada uno tiene sus defectos, pero muestran a veces una comprensión impresionante. Este trabajo me hace encontrar la paz del corazón y la salud. Pienso que vivir con los pobres es estar invitado al Reino de los Cielos.

Ahora me gustaría hablar un poco de mí mismo. Después de los estudios, fui a la India donde he vivido alrededor de un año con los hermanos de allí. Fue una buena ocasión para descubrir que somos diferentes, aunque también que tenemos tantos puntos en común que a veces olvidamos las fronteras entre el tú y el yo.

Cuando volví a Corea, dejando atrás el sol de la India, sentí que me marchitaba poco a poco. Me apenaba constatar la actitud de la gente respecto a la naturaleza. Todos los valores están convertidos en dinero. Las gallinas, con el pico cortado, pasan toda la noche bajo la luz para que puedan poner más; el ganado bovino no va a pastar a las praderas, sino que tiene que permanecer en jaulas de hierro estrechas para producir mucha carne; para producir un kilo de salmón, se proporciona como alimento 20 Kg. de arenques… Este género de cosas ocurre en casi todo el mundo. Esto es hacer violencia a la naturaleza y un ultraje a la humanidad. ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está el Tao?. Lo buscamos, pero creo que no pensamos en la naturaleza que Dios ha creado. ¿Podemos decir que todo existe para el hombre? Dios ha dicho al hombre que domine la naturaleza pero no que la destruya. Hay que preguntarse si los cristianos no han interpretado mal la Biblia.

El Evangelio nos dice que los pobres son bienaventurados, pero la mayoría de los países de tradición cristiana son ricos; Corea también. En este país desde hace poco, los cristianos, católicos y protestantes, se han convertido en mayoría. Me parece que hay una fuerte contradicción. Estos pensamientos me agotan y me hacen dudar del significado de mi vida. Estoy como Jonás, me sube la rabia a la cabeza. Menos mal que no puedo huir lejos, sé que no hay lugar adonde pueda huir. El amor de Dios puede con todo. Él es todo lo que espero, amo y quiero llegar a ser. Nosotros somos sus prisioneros.

Pero a través de todo esto, creo que nuestra vida de Fraternidad es una gracia y se nos da como signo del Reino de Dios. La pobreza que Dios nos da nos fortalece y simplifica nuestra vida. Le pedimos el pan de cada día… Es una oración de pobre; para los ricos esto no tiene sentido.

Cuando pienso en la pobreza de Jesús. Siento que es la pobreza que él mismo eligió al hacerse hombre. ¡Dios se ha hecho hombre! Y lo ha hecho por la necesidad de amor… ¡Bienaventurado los pobres, el Reino de Dios es vuestro!

Gracias por todo, gracias a todos.

 

“No te alegres de ser rico, ni te entristezcas por ser pobre; tenemos miedo de perder cuando tenemos demasiado, y tenemos demasiado deseo de tener cuando no tenemos”

Yi Hyon-Po (1506-1545)