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de François – Tabriz ( Irán)

 

Los contemplativos no tienen obras a realizar, su ‘obra’ es amar. Normalmente no pueden alcanzar en sus vidas resultados visibles, mensurables. Esta es también nuestra situación como Hermanos. Por la fe estamos sin embargo, convencidos que el darse a un grupo de personas para amarlas por ellas mismas puede llenar una vida y contribuir al crecimiento del Reino. Hay situaciones y momentos en los que esta fe se vuelve particularmente exigente.

Preparando el cierre de la fraternidad de Baba-baghi (Irán), François echa una mirada a la historia de esta fraternidad y comparte con nosotros sentimientos, convicciones y reflexiones.

Sliwa se marchó definitivamente el 4 de marzo. Dentro de unos meses yo seguiré el mismo camino. He empezado a escoger las cosas, los arreglos y lo que hay que dar… En la casa, ahora, hay muchas cosas de las que separarse. Guardar las cosas de toda una vida, no es solamente acumular, es guardar un lazo con aquellos que se ama o que se ha amado, consigo mismo, el que uno fue, son pedazos de uno mismo, trozos de nuestra vida.

Finales de invierno. Tabriz. La noche se acerca. Un día más que termina. No ha ocurrido casi nada. Un día ni mejor ni peor que los demás. Un día como los otros, en el cual no se ha dicho casi nada, no se ha hecho casi nada. En la vida, hay tan poco que se pueda decir, tan poco que se pueda hacer.

“Por favor, ayúdame a cruzar, porque aquí no hay semáforo, y voy a perder el autobús, y ya tengo bastante con la mala nota en la escuela”. La voz dulce de un niño. “Pon tu mano en la mía y atravesemos los dos entre los autos. Yo también voy a tomar un autobús para volver a casa…” Antes de marchar, él me sigue diciendo contento: “Mi autobús, ves, me ha esperado. Por tanto, sacaré buena nota” Le respondí: “Adiós. Pero, dime cómo te llamas…”

Érase una vez la fraternidad de Baba-baghi y su fundación, hace 48 años, al comienzo del invierno de 1959, creo. La comunidad cristiana caldea no podía comprender, ni lo puede aún, una inserción con los leprosos y, leprosos musulmanes. Nosotros, los hermanos, encontrábamos eso normal, no podíamos imaginar que para los cristianos de Irán, eso pareciese provocador. Provocador e impensable. Nosotros, los hermanos, contemplábamos el plan general de la salvación de los hombres, mientras que los cristianos de aquí no salían del marco de los intereses de su comunidad. Lo cual es también igualmente respetable. A veces también con esta pregunta egoísta, interesada, ¿pero dónde, para cuándo las bellas sorpresas de las Parábolas, lo que esperamos de la pesca o del campo?

Baba-baghi

 

Aquí en Baba-baghi, no hemos tomado nada, encontrado nada, cosechado nada. Cero, al menos para las estadísticas locales. Nos hemos quedado como árboles secos. Pronto toda una vida habrá sido vivida y pasada. Sin cambio, o, casi. El gran misterio de nuestra vida y de nuestra libertad. Nuestra inmensa pequeñez. Aquello que era provocador e impensable para los demás, para su fe, al comienzo de nuestra estancia, se convierte para mi fe, en impensable y provocador, con el comienzo del fin de esta estancia… Ahora soy yo quien debe integrar y contemplar los planes y el designio del verdadero realizador de la escena que había propuesto y empezado un escenario, cuyo suspense descubro cada vez más, provocador e impensable. ¿Frustrado? No. Pero sé un poco mejor ahora, lo que es la ausencia, la falta, el vacío. Al llegar a Baba-baghi, no lo sabía. No sabía mis ilusiones. Había creído entrar en una vida verdaderamente diferente y nueva, creía haber dejado el viejo hombre y haberme revestido del hombre nuevo. El tiempo y los años han pasado. La travesía de la vida con la verdad del Evangelio que corroe en gran medida las ilusiones de todo tipo, hace que me pregunte sobre lo que queda de los deseos y promesas del comienzo, qué tipo de refinamiento de la fe persiste aún. ¿Desilusión? No. Cuanto más larga, más lenta es la travesía, más vivas son las peticiones, los “por favor”, los “ayúdame”…

El obispo X, decía años después de nuestra llegada: “Vuestra vocación, está bien, pero podría haber estado mejor, y hubieseis sido más útiles, trabajando en un dispensario cristiano, para los cristianos”. Nuestros “valores de Nazaret”, aquí, eran y siguen estando mal cotizados en las acciones de la “Bolsa espiritual”, la cual a imagen de cualquier interés financiero debe “rendir”.  En palabras, en actos, en construcciones para la comunidad.

En Baba-baghi, nunca recibimos a un joven cristiano iraní que se interesase por la fraternidad. Nunca. Además hubiese sido totalmente normal que una vocación joven se pusiese en primer lugar al servicio de su comunidad, que tanta necesidad tiene de catequesis y formación, antes de probar cualquier aventura en la Fraternidad. Las Hermanitas llegadas poco antes que nosotros a Teherán, han recibido a dos o tres chicas interesadas que tampoco se quedaron. La inserción, el servicio y la inserción en el ambiente musulmán levantaron un muro entre nosotros y la comunidad cristiana, comunidad étnica, que habla el caldeo o el armenio. Aquí, no se vive en un ambiente laico como en Occidente, la elección es, o los cristianos, o los musulmanes. Se elige negro o blanco, par o impar, como en el juego. Esto se comprende, puesto que las comunidades cristianas han sido perseguidas, viven en núcleos étnicos y protegen su identidad, permaneciendo desconfiadas frente al Islam. Siempre. Hemos pasado por la vida dando la mano a algunos leprosos, y algunos leprosos nos han dado la mano y ayudado a pasar por la vida.

Aquí, nuestra vida aparece completamente atípica, fantasiosa, sin estructura. Un párroco, un monje, es un hombre serio, separado, un hombre de la tradición... Se les reconoce inmediatamente, no hay equivocación posible. Él defiende el honor, el prestigio y el servicio de la comunidad. Una actividad salarial, sobre todo manual, sería una pérdida de dignidad. Dignidad que se expresa también con un nivel de vida: tal vivienda, tales muebles, tal personal, tal coche, etc. –muy, muy lejos de mi autobús de color rosa.

Una congregación femenina, más antigua y más clásica que se ocupa de la comunidad ha recibido, desde hace unos años a siete jóvenes cristianas... Los cristianos saben que la opción de las hermanas era la de promover la  cultura y la civilización europeas, una ‘garantía’ de estar ya en el Reino, mientras que la Fraternidad adoptaba las costumbres de los musulmanes pobres de esta leprosería. Los valores de Nazaret de la Fraternidad son demasiado paradójicos o demasiado misteriosos para atravesarlos… El misterio. Pero también, a diferencia de nosotros, Hermanos y Hermanitas, esta congregación ofrece garantías, con 200 años de fundación en Irán y en Oriente Medio, es decir algo “clásico”, “sólido”, “visible”, y “útil” en lo que se puede confiar, pues ellas están al servicio de los cristianos, tienen casas, y grandes medios. ¿Puede decirse que la apariencia de seguridad, si oso decir la palabra, de riqueza, atrae las vocaciones? ¿O que la manera de vivir en la Fraternidad, aparezca fuera de occidente, como algo desconcertante, demasiado nuevo, demasiado inseguro en un contexto tradicional convenido, codificado, sagrado? Sin embargo lo que es nuevo, lo que parece difícil, lo que parece extranjero, lo que parece vulnerable, lo que parece inseguro, forma realmente parte del Evangelio.

François (a la izquierda) con Sliwa

 

Siempre se descubre demasiado tarde la felicidad, el placer, la dulzura y la ternura de la vida que permanece en el claro-oscuro. Como hace un momento, al atravesar la avenida, de la mano de Mohamed, era su alma la que se confiaba.

El tesoro ignorado de una oración de niño que pasaba como una ocasión maravillosa. Por favor, ayúdame a cruzar. Una oración de un niño que hace que uno se sienta también bruscamente cambiado en oración. Por favor ayúdame… a partir, o a marchar. Para siempre. Un por favor, un ayúdame para decir un adiós, un adiós provocador e impensable que os vacía el corazón. Un  adiós como una marca luminosa de algunos "pixels" sobre una pantalla negra que hay que atravesar. Una pantalla negra tan grande como una jornada que se termina. Una jornada, o una vida, como las otras.

Realmente, no ha sucedido casi nada.