50 años de vida de Fraternidad: Una memoria viva

MADRID

 Margarita Goldie

En julio de 1952 Htas. Marie-Aline y Jeanne-Sara visitaron Madrid y Lisboa, abriendo así las puertas para las primeras fundaciones en España y Portugal.

El Cardenal Arzobispo de Madrid, D. Leopoldo Eijo y Garay, acogió aceptó la llegada de las hermanitas, las animó y él mismo les indicó en el mapa de la ciudad los barrios más deprimidos, ayudándoles a elegir  el sitio que más les convenía. Le alegraba mucho, decía, “que unas religiosas quisieran estar entre los más pobres”. Le preocupaba en especial el mundo del trabajo y deseaba una fundación en ambiente obrero.

En esta primera fase de su estancia en Madrid las hermanitas se alojaron en una residencia para jóvenes obreras, llevada por las Religiosas Salesianas, donde fueron muy bien acogidas.

En un primer intento de aproximación, se van a vivir a Vallecas, a la casa de la Sra. Antonina y cosen en el taller de ésta, que trabaja para el ejército. Con esto pueden pagarse la estancia de la habitación donde duermen: ¡15 ojales, con sus respectivos botones, 1 pta.! ¡Un mono de trabajo entero, 3ptas!

Entre los contactos más relevantes de esos primeros meses, están un par de encuentros con Guillermo Rovirosa, encargado por los Obispos de organizar la HOAC en España, que las conquista por su “apertura de pensamiento y su sentido evangélico”.

A finales de Agosto volvieron a Francia para poner en común sus experiencias con las hermanitas que habían visitado otros países. En Noviembre regresa a Madrid Hta. Marie-Aline con el encargo de abrir la futura fraternidad, en una barriada de autoconstrucción ilegal, cerca del barrio de la Concepción, que llamaron “la Bomba”.

Los terrenos en los que fueron surgiendo las chabolas, también la de la fraternidad, eran propiedad privada, aunque ya estaba prevista su expropiación para construir una carretera, la M-30. Muchas familias inmigrantes de Andalucía y Extremadura fueron ocupando el terreno con sus tiendas de lona, sus carretas y, finalmente, con sus chabolas. El secreto era ir edificando la vivienda sin pedir permiso, a escondidas de la policía, casi siempre de noche. Una vez puesto el tejado y habitada difícilmente ordenaban derrumbarla.

Una vez elegido el lugar, con la ayuda y consejo del vecindario, en quince días se construyó la chabola destinada a la fraternidad. Marie-Aline vigila, el albañil y su ayudante trabajan a marchas forzadas. Por fin, la noche del 6 de diciembre colocan la puerta y las últimas tejas. ¡Se acabó el peligro! Eso creíamos, pero nos aguardaban grandes dificultades: el dueño de la finca que, de repente, descubre un “convento” en su terreno se pone furioso y está a punto de echarlo todo a perder. Nos amenaza con la policía y el Ayuntamiento, pero... se echa atrás, quizá por no enfrentarse con unas religiosas.

Hasta que pudieron ocupar la chabola de la fraternidad, las hermanitas encontraron acogida y apoyo en la comunidad de las Franciscanas Misioneras de María situada en la Clínica de S. Francisco de Asís. Pero puesto el techo y la puerta hicieron lo que los demás vecinos, irse a vivir a la casa, que era la única manera de que no las echasen.

El nuevo barrio, situado en una especie de hondonada entre la Barriada de la Concepción y Ventas, no tiene desagües, ni alcantarillas. Una gran zanja en el centro de las calles es el vertedero donde van a parar las basuras y aguas sucias. No hay electricidad, la gente se alumbra con velas y lámparas de carburo. Años más tarde se logrará “enganchar” a la red más próxima, aunque de forma ilegal. Para cocinar y calentarse: carbón. Y una única fuente para las 100 familias del barrio, situada a unos 500 m. de distancia. Lo normal, a hacer cola por la mañana y por la tarde para llenar los cubos necesarios para el gasto de la casa.

Ahora empieza otra “lucha”: no puede haber capilla con la presencia de la Eucaristía sin autorización expresa del párroco. La llamada “visita canónica” se retrasa. Nunca está todo a punto... “el barrio no es seguro”,  “la casa puede venirse abajo”, “la capilla es miserable”. Hace falta por un lado toda la elocuencia de la misma Hta. Magdeleine, en una de sus visitas, para convencer al párroco, y la inestimable ayuda de la Sra. de Maqueda, que nos facilita el encuentro con el Sr. Cardenal de Madrid, a quien se le pidió el permiso necesario. Con todo, la primera misa sólo tendrá lugar el 24 de Junio de 1953.

A partir de esa fecha las hermanitas procuraron que hubiese misa en la fraternidad todos los domingos, a las 10 de la mañana. Las iglesias quedaban lejos, la gente recién llegada de sus pueblos de origen era muy religiosa: los mismos vecinos para suplir la falta de relojes, piden e instalan una campana sobre el tejado de la fraternidad. Así, vecinos y amigos venidos de otros barrios se encuentran y se juntan cada domingo en la fraternidad. Después de misa hay café para todos. Esto favorece el encuentro y la puesta en común de muchas inquietudes. En los primeros años vienen con asiduidad el P. Llanos sj y sus universitarios, hasta que ellos mismos se van a vivir al Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas. La relación entre el P. Llanos y la Fraternidad se ha mantenido de forma muy cordial durante largos años. Hacia 1957 cuando ya se va hablando de forma insistente de la desaparición de nuestro barrio para construir la M-30, nace el proyecto de trasladar la fraternidad al Pozo. Pero al final prevalece el deseo de permanecer lo más posible con los “más desfavorecidos” y esto es lo que lleva a las hermanitas a trasladarse a Palomeras Bajas, donde todavía no hay indicios de que las casitas bajas se transformen pronto en pisos. El Pozo ya estaba en plena fase de construcción y transformación.

Otro de los sacerdotes que acompañaron durante años a las hermanitas fue D. Antonio Montero, actual Arzobispo de Badajoz. Hasta finales de 1958, mientras su trabajo en la revista Ecclesia se lo permitía, celebraba  la eucaristía con todos nosotros los domingos y acompaña a los jóvenes que realizaban una labor social, sanitaria o de catequesis entre los vecinos. Lo mismo podemos decir de los PP. Blancos.

Resulta imposible nombrar aquí a todos los que nos ayudaron y se hicieron cercanos a nosotras en esos primeros años, pero ¿cómo no recordar, al menos, a Diego de la Rosa y Ela, el Dr. Rubio y su familia, a Miquette Peyriquet, a madame Ramade, a Lili Álvarez? Muchos de ellos ya no están entre nosotros, pero les acompaña nuestra oración y gratitud. También guardamos un recuerdo muy especial de Milagros y su familia, que vivían a la entrada del barrio y cuyo teléfono, siempre a nuestra disposición, nos hacía de enlace con toda la ciudad.

Cuando miramos hacia atrás, nos llama la atención la precariedad de toda esta fundación. Las hermanitas llegadas de Francia, apenas sabían castellano, ni les daba tiempo de aprender. En esa etapa fundacional no existía ningún tipo de estabilidad; venían unas y se iban otras; las postulantes pasaban unos meses y se marchaban a cualquier país lejano, las novicias hacían lo mismo. En 1955 empezó el noviciado en Guadalupe (Badajoz). Después las fundaciones de Málaga y de Bilbao. Por fin se estabilizó un poco el número de las hermanitas que transitaban por la Bomba. En 1958, también empezó la nueva fraternidad regional en la plaza del Marqués de Comillas (hoy plaza de la Paja).

Todas esas jóvenes venían habitualmente de Francia. Una época en la que todavía era imprescindible obtener visado y permiso de trabajo, por lo que no podían de ninguna manera aspirar a trabajar en fábricas y en talleres, como se pretendía. Tuvieron sin embargo la suerte de estar lo bastante cerca del barrio de la Concepción como para encontrar trabajo de limpieza por horas en las casas. La voz se corrió y las mujeres venían personalmente al barrio a buscar una asistenta. De esta manera se pudo ayudar a que muchas vecinas encontrasen trabajo.

A partir del año 1959 el Ayuntamiento fue expropiando los terrenos para la construcción de la carretera, con el consiguiente incremento de inseguridad y los constantes avisos de desaparición del barrio. Las familias que pudieron justificar que vivían allí con anterioridad al año 1955 tuvieron derecho a realojo (en San Blas y en Orcasitas). Las demás tuvieron que “buscarse la vida”. Desde  aquellos momentos se endurecieron enormemente las medidas de control para evitar la construcción de nuevas chabolas. La policía hacía continuas rondas y tiraba sin contemplaciones las construcciones recientes, o la de aquellos que no estaban censados por una operación de compra-venta. Fue una situación especialmente dura e inestable para todos los vecinos.

En cuanto a las hermanitas, ya en el censo desde 1953, habían conseguido el derecho a realojo. En 1963, cuando desapareció definitivamente el barrio, renunciaron al piso que les había correspondido en favor de una familia numerosa que se había quedado en la calle. La hermanitas se marcharon a vivir a  Palomeras Bajas.