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La Fraternidad temporera de Valverde

¿Qué deciros de estos tres meses que ha durado la campaña de la fruta en Aitona  y todo lo vivido allí?

Como los años anteriores nuestros compañeros procedían de Colombia, Rumania, Marruecos y del África subsahariana, un total de unas 100 personas y un grupito de 15 jóvenes estudiantes del pueblo. Los colombianos y rumanos vienen contratados desde sus países de origen, son cupos de trabajadores con un contrato de tiempo limitado, asegurándoles trabajo y alojamiento. La novedad de este año es el grupo de 23 chicos de Mali y Camerún, que viven en España, y que recientemente habían sido legalizados. Este grupo venia de Lleida, que está a unos 20 Kms., diariamente en  un transporte laboral. Ellos tienen residencia fija y van de una región a otra de España buscando trabajo.

Sentimos la alegría de volver a encontrar a la gente del pueblo, con quienes los lazos se estrechan de año en año. Nosotras sentimos que somos esperadas, y cuando llega la época los vecinos se preguntan cuándo llegaremos; por nuestra parte, es verdad que nos sentimos enraizadas en este pueblo, y muy a gusto.

Nuestros compañeros colombianos eran casi los mismos del año pasado y también las mujeres de Marruecos, que ya viven instaladas con sus familias en el pueblo; sus niños van creciendo y hablan con un acento bien propio de la región.

La convivencia durante jornadas tan largas, vividas codo con codo, da para todo. Hemos vivido intensamente la espera y el nacimiento del primer hijo de Jorge, colombiano; también  la enfermedad de Pablo, que ante sus problemas familiares y la distancia cayó en una depresión  que hizo tuviera que ser repatriado... Tiempo de conocernos, de compartir alegrías, nostalgias, cansancio. Sufrimos unos días de tensión, al incorporarse el grupo Subsahariano, pero luego hubo una integración simpática y amistosa.

Hemos vivido un sin fin de anécdotas y pasatiempos que nos ayudaron a todos. Nosotras somos las “abuelas” de este colectivo y sentimos que nos aprecian como tal. Se acercan como a  sus “mamás”, cuando se sienten mal o les pasa algo. El ambiente entre nosotros ha sido muy bueno.

Uno de los requisitos para la contratación en su país de origen es tener cargas familiares, por lo que  todos nuestros compañeros, aunque sean muy jóvenes, tienen hijos.

Este año ha habido una buena cosecha de fruta, lo que ha dado mucho trabajo tanto en el campo como para nosotras, en la selección y envasado de la fruta. Hemos trabajado una media de 10 horas diarias, de lunes a sábado. Nuestros compañeros jóvenes a veces  alargaban la jornada hasta pasada media noche.  El agricultor ha sufrido cuantiosas pérdidas, debido al bajo precio que pagaban la fruta, 0´10 cts, de euro el kilo.

Todo esto hace vivir la paradoja de desear horarios inhumanos, jornadas interminables vividas sin quejarse con tal de  ganar mucho dinero. Esto nos hace reflexionar sobre los derechos del trabajador, pero es verdad que el trabajo es “temporero” y que luego hay que vivir del mismo;  se comprende que a tanto sacrificio de desplazamiento le quieran sacar el máximo beneficio. Esta soledad y distancia familiar también conlleva relaciones sentimentales “temporeras”, con las consecuencias que esto acarrea: rupturas de parejas, personas que se quedan aquí  sin papeles...

Este pueblo pequeño, de 2.300 habitantes, toma otra fisonomía cuando llega un grupo tan grande de trabajadores temporeros, como el de este año. Nosotras vivimos en un piso, encima de un bar donde se reúnen todos estos hombres al atardecer, sobre todo marroquíes que trabajan en el campo. Se diría que estamos en cualquier pueblo del Magreb, por el árabe y la música que se escucha; tampoco faltan los pequeños vendedores ambulantes entre ellos.

Una cosa curiosa, y que muestra las paradojas de la historia, es que Aitona recibió el nombre de sus antepasados árabes de Azituna   (era una zona de olivares). Parece ser que en el siglo XI un documento Papal lo llamo Azitona. Todavía hay un barrio que se sigue llamando “la Morería”, abandonado por los que se han construido casas nuevas y que está en malas condiciones, en el que de nuevo se instalan los árabes.

El día 8 de septiembre, día del nacimiento de la Fraternidad, compartimos unos momentos de oración después del trabajo. Allí sentimos con fuerza la presencia de hta. Magdelaine y una confirmación en nuestra vocación, contemplar el rostro de Dios en lo cotidiano y tejer fraternidad y amistad con todos estos trabajadores inmigrantes, venidos de esos pueblos tan queridos  por ella, como son los hijos del Islam, los países del Este, África, América Latina...

La hospitalidad que hermanita Magdeleine recibió al inicio marcó la fraternidad. Ahora no somos nosotras quienes vamos a sus países, sino que son ellos los que vienen al nuestro, ¿seremos capaces de acogerlos en “Visitación” para que surja el “Encuentro” y sientan la hospitalidad evangélica?

Al concluir la campaña nos toca regresar: siempre cuesta dejar a las personas con las que tantas cosas hemos vivido; pero este tiempo lo llevamos como un “tesoro” en nuestro corazón, agradecidas y bendecidas.

 

Hermanitas Conchi y Pilar