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POBREZA – SOLIDARIDAD - TRABAJO

 “Estamos invitadas a decir, a través de nuestra forma de vida, que los bienes de la creación son de todos, y que las cosas materiales existen para que las compartamos.

Desde hace seis años la realidad del trabajo a través del mundo se ha vuelto todavía más difícil, y es diferente según los contextos y países.

(…) Hay ambientes muy marginados que viven situaciones de violencia y de miseria extrema que, en ciertos países, no podemos compartir yendo a vivir con ellos… las hermanitas buscan estar presentes acercándose mediante un trabajos y proyectos con otras personas. (Capítulo)

 

Las Hermanitas de la India nos hablan de sus búsquedas, para estar presentes a los grupos más marginados, cuando no es posible “trabajar con ellos”:

                                                                                                     

En la India tenemos muchas historias que contar. Algunas trabajan en proyectos locales de desarrollo, porque con la globalización es imposible hoy día poder entrar en una fábrica o taller. En tales condiciones, nos unimos a los que en esos proyectos se ocupan de los que son pobres y rechazados por la sociedad.

El sistema de castas sigue siendo un problema. Estos últimos tiempos, se han creado numerosas organizaciones para dar confianza a gente considerada de baja casta en nuestra sociedad, los Dalit. Se organizan numerosos programas para ayudarles a tomar conciencia de su situación. Su compromiso es muy fuerte en la lucha por los derechos de los oprimidos: igualdad de hombres y mujeres, problemas de mujeres, cooperativas de barrio, bancos del pueblo, bancos de grano, micro-créditos, etc. Así se ve que si la gente se siente ayudada, si se le da su oportunidad, construirá una nación y un mundo mejor para vivir y se sentirá orgullosa de ser ciudadana. Recuerdo una palabra de Vandana Sliva: “Dejad a los pobres libres para inventar su día de mañana. Lo harán.” Muy a menudo no les animamos a aprender

La fraternidad de Wayanad empezó en 2003. Está en una región montañosa del norte del estado de Kerala. La población pertenece a varios grupos tribales, que actualmente son discriminados, mientras que en otros tiempos eran propietarios de sus tierras. Hace unos 75 años numerosos habitantes del centro del Kerala, emigraron a Wayanad y compraron la tierra, a bajo precio, a los grupos tribales. Estos perdieron pues el derecho a sus tierras. Hoy día están agrupados en algunos puntos junto a la montaña y nadie tiene derecho a comprar terreno cerca de su territorio.

       Quisimos fundar esta fraternidad para estar cerca de este pueblo. La hermanita Navya trabaja en un centro que les ayuda a conservar su cultura. Los jóvenes van a la escuela. Este Centro vela por su educación, su salud, y les ayuda a integrarse en la gran corriente de la sociedad. Se trabaja mucho para que tomen conciencia de su identidad y puedan mantener su dignidad. Navya visita también a las familias y nosotras les acogemos en nuestra casa.

        En la fraternidad de Hosur, la hermanita Shobha continúa como fisioterapeuta en una pequeña clínica. En su trabajo, encuentra a mucha gente que le comentan sus preocupaciones. La hermanita Lena, cuida a los hijos de las empleadas/os en la fábrica de relojes Titan. La compañía tiene su propia guardería. Esto exige  mucha disponibilidad y creatividad para mantener a los niños ocupados.

          En Mumbai (Bombay), la hermanita Anita trabaja para la CCDT (comunidad comprometida con el desarrollo),y está cercana a personas afectadas por el sida. Annama trabaja con “Alert India” para la erradicación de la lepra, la tuberculosis y otras enfermedades. Las dos hermanitas tienen numerosas ocasiones de escuchar a personas que sufren por la soledad en la que viven. El solo hecho de estar cerca de ellas y poder escucharlas,  les da esperanza y paz interior.

          En Bengalore, la hermanita Preethi nos comparte su experiencia de trabajo:

“He consagrado mi vida a Jesús en la Fraternidad, especialmente por los prisioneros. En 1996 cuando estaba en Trivandrum (estado de Kerala) visitaba a las mujeres presas, y también después en Bengalore. Incluso cuando trabajé durante 3 años con los chiquillos de la calle, siempre destiné un día a la semana a visitar a nuestros hermanos y hermanas que están detrás de las rejas.

            Los caminos del Señor son maravillosos. Él preparó mi camino sin que yo lo hubiera previsto. Fue como un milagro para mí, cuando el Padre Norbertino compró una parte de nuestro terreno para construir un Centro de Transición para los chicos que salen del Centro de Observación del gobierno. La organización se llama ECHO (organización para la defensa de los derechos de los niños). Trabajo ahí desde hace dos años y medio. El primer año, recorría los distintos centros del gobierno donde estaban internados chicos y chicas arrestados por delitos cometidos, o simplemente por vivir en la calle. Escuchaba sus problemas, les consolaba, visitaba a sus familias y les ayudaba en los pasos necesarios para conseguir su liberación.

        Aisha, de 17 años, después de enjugarse las lágrimas me contaba así su vida: “No tengo padres. Mis hermanas se casaron y me echaron a la calle. Creí que podía vivir de la mendicidad pero la policía me condujo al centro de observación. Ahora sufro de epilepsia. Tú eres la única persona que me habla con cariño detrás de esas rejas. No tengo a nadie en el mundo excepto a ti. ¿Quieres rezar por mí?”

          Cada niño quiere contarme su historia. Como en el retorno del hijo pródigo, cada uno se arrepiente de las faltas cometidas. Nadie es criminal, es la sociedad quien les empuja hacia la cárcel.

           Aunque fueron los padres de Lila, gente acomodada, los que la colocaron en este centro de observación, ella sigue admirándoles. Lila me dice: “Aunque haya cometido muchos errores, mi papá me quiere mucho y estoy segura que me volverá a aceptar en casa.”Me dice que quiere a Jesús y me pide que le enseñe a rezar el “Padrenuestro”. Es cariñosa y atenta con los demás niños y pasa el tiempo cuidándoles. Cuando la trasladaron a otro centro, sus amigos lloraron. Visité a sus padres, pidiéndoles que la acogieran en casa. Al cabo de dos años pudo volver con su familia. Me ha llamado para decirme:”Ahora ya estoy en casa. Me siento una persona totalmente diferente. Me gustaría verte.”

En el curso de mis visitas a domicilio, he tenido diversas experiencias. Ciertos padres han buscado a su hijo durante mucho tiempo. En estos casos están  tan contentos al saber que el niño está sano y salvo que, al día siguiente, vienen a verlo y ya se lo llevan. Otros no quieren llevárselo y dicen: “Dejémosle que aprenda la lección, es una vergüenza para nuestra familia”.De todos modos, nosotros seguimos al chico, hasta que encuentre  un lugar que le convenga.

      Desde hace un año y medio trabajo en el secretariado, y no consigo estar a la vez en el despacho y fuera. Pero cuando un niño llega al centro, viene al despacho. Entonces paso algún tiempo con él y con sus padres. Si un chico no tiene lugar a donde ir, en el centro de transición donde trabajo, le ofrecen una ayuda psicológica y una formación profesional.

       Estoy contenta de volver a ver a los chicos cuando ellos mismos han sido capaces de mantenerse en pie. En este momento, cerca de 50 trabajan en el control de la circulación de la ciudad con la policía. Muchachos que se asustaban y echaban a correr ante la policía, ahora trabajan con ella y le ayudan ganando un buen salario. Estoy contenta de estar con esos chicos y de trabajar para que se mantengan en pie y no vuelvan más a la cárcel, sino que vivan en la sociedad con toda su dignidad humana.”

           Desde hace un año, con el cambio de gobierno, la situación política de nuestro país está un poco mejor, aunque quedan todavía algunos incidentes aislados de violencia contra los cristianos. A causa del desarrollo de las nuevas tecnologías, la economía del país progresa, pero los pobres que no tienen acceso a la enseñanza superior, se quedan económicamente débiles. Hay una mayor toma de conciencia entre los pobres, y muchos están dispuestos a luchar por sus derechos. El forum social de Bombay, que tenía por tema “un mejor mundo es posible”, ha representado un real paso adelante para los pobres y aquellos que están comprometidos con ellos en la construcción de un mundo mejor. Los pobres esperan que un día la justicia y la paz reinen en sus vidas.

 Las Hermanitas de la India

  

“ El tema de las hermanitas que pasan del trabajo a la jubilación nos afecta. Es un paso difícil de vivir, sobre todo si el trabajo ha tenido un peso importanter en sus vidas. Como para muchos, puede ser un tiempo de crisis. Es una llamada a vivir esta etapa como una Buena Noticia, una oportunidad para intensificar la oración, para salir al encuentro de los demás y para ahondar nuestra propia interioridad. La gratuidad fecunda toca profundamente nuestro ser de mujer consagrada. (Capítulo)

 

Esther es una hermanita suiza que vive sola hace ya bastante tiempo. Ha contestado a unas preguntas sobre su forma de vivir la jubilación:

 

Antes de la jubilación, ¿cuál era tu trabajo?

Trabajaba en un organismo del ayuntamiento de Zurich como cuidadora a domicilio (sobre todo, trabajos de limpieza) en casa de personas ancianas, enfermas o marginadas.

¿Cuándo dejaste de trabajar?

A los 63 años tuve que dejar de hacer la jornada completa porque así lo disponen las leyes de la ciudad… y a los 65 hubiera tenido que parar del todo, pero el organismo que me contrataba me pidió que continuara yendo a casa de un alcohólico, con quien había establecido una relación de confianza. Mis colegas no deseaban ir a aquella casa.

¿Cómo te sentías, al aproximarse la jubilación?

He trabajado toda la vida, y sentía que era importante preparar bien la jubilación. ¡Tenía miedo!… ¡Miedo a quedarme de repente sin nada! ¡Miedo de llegar al final de la jornada sin saber lo que había hecho! ¡Miedo de que mis días transcurrieran sin finalidad y sin contactos! Tenía muchísimo interés en que mis jornadas tuvieran una “estructura”

¿Y ahora?

La Iglesia Reformada me ha propuesto una presencia de acogida en una iglesia del centro de la ciudad, que está abierta a todos. Voy allí tres horas y media al día, y cobro por ello. Como mi pensión era demasiado pequeña para vivir, acepté este trabajo que me permite vivir sin pedir ayuda. Y  aún tengo fuerzas para ello.

¿Podrías explicarnos como organizas un día cualquiera?

Me levanto a las cinco para rezar. Después del desayuno, voy dos veces por semana a casa del señor de quien he hablado al principio. Hacia las 11 me voy a la iglesia del centro y vuelvo a las cuatro. Un momento de oración, la cena, las noticias de la radio, un tiempo de lectura… ¡Y me acuesto pronto! Muchas veces también hago o recibo alguna visita y, una vez por semana, me encuentro con los Hermanitos. Celebramos la Eucaristía y compartimos la cena.

¿Tienes proyectos?

Seguí un cursillo de preparación para realizar un servicio de  voluntariado, dos veces por semana, junto a familias afectadas por la enfermedad de Alzheimer. Cuando mi madre estaba enferma vi como a veces, ya no la consideraban como un ser humano. Los enfermos de Alzheimer forman parte de los más pobres de nuestra sociedad.

¡Gracias, Esther, por compartir unos momentos con nosotros!