VIDA COMUNITARIA

 

“Siguiendo a Jesús queremos anunciar el Amor de Dios a nuestro mundo herido, desgarrado por tantas divisiones, tentado por el individualismo. Nuestro Dios es Trinitario, relación, y nuestra fe nos invita a entrar en esta comunión. La Iglesia nos envía a dar visibilidad a ese misterio viviendo en comunidad.

(…) A veces la vida comunitaria se vuelve especialmente pesada. Cuando nos enfrentamos con nuestras pobrezas humanas, con el envejecimiento, la enfermedad, hacemos la experiencia de no tener el control de nuestras vidas, y nos sentimos muy vulnerables. En estos casos sentimos la necesidad de aceptar vivir con ritmos diferentes, necesidades diferentes. A veces una casa más grande permitirá seguir viviendo juntas. Una comunidad un poco más numerosa puede dar un espacio psicológico mayor, y es entonces más fácil vivir con sentimientos contradictorios y agitados.”  (Capítulo)

En Francia hay muchas hermanitas mayores. Fueron las primeras, y fundaron la Fraternidad en el mundo entero. Ahora siguen “fundando” nuevas maneras de vivir adaptadas a su edad… ¡y no les falta imaginación!:

En el momento preciso en que lo necesitábamos, se ponía en marcha en Marsella una residencia de las Hermanas del Buen Pastor, que estaban dispuestas a abrirla a otras comunidades y a laicos. Admitieron a seis hermanitas. Para nosotras ha sido un salto a lo desconocido y a vivir la confianza. Venidas de pequeñas fraternidades, nos hemos encontrado en una residencia grande con 80 personas, de cuatro congregaciones distintas.

 La casa está rodeada por un parque plantado con grandes pinos venerables. El lugar es tan tranquilo que uno se podría creer muy lejos de la ciudad y de sus ruidos. En realidad, dos autobuses paran delante de la casa y dejan en el metro que conduce al centro de la ciudad. Hay un centro comercial muy cerca, con farmacia, etc…

Cada comunidad tiene una responsable, y le asignan una sala de estar, por lo que podemos tener una cierta autonomía, sin dejar de participar en la vida de la casa. Cada día se celebra la Eucaristía. La oración de la mañana y de la noche es común para todas, así como las comidas en el “restaurante”. Hay una sala polivalente para las distintas actividades: videos,  conferencias… y propuestas en la calle para las que puedan y lo deseen: paseos, mercadillos, cine…

Nos han acogido calurosamente, y nos sentimos queridas. Tiene las ventajas  de una residencia: seguridad, cuidados, vida en común… además, las que pueden, tienen alguna actividad fuera de la casa, y  también se puede participar en pequeños trabajos domésticos: costura, ropería, biblioteca, cuidado de las plantas, etc. Para nosotras, las dificultades son: la casa grande, el grupo numeroso, las comidas largas…

Poco a poco, buscando y tanteando, vamos encontrando nuestro lugar en la casa. Esta situación nos lleva a pensar: ¿Cómo continuar nuestra vida de Hermanitas, nuestra misión específica, entre otras congregaciones religiosas? Nos hacemos estas preguntas y reflexionamos juntas.

La mayor parte de las Hermanas de las otras congregaciones han tenido una vida apostólica muy intensa, con muchas responsabilidades sociales y humanas. Algunas buscan aún y salen para tener actividades caritativas, otras se sienten perdidas con la falta de actividad… Al mismo tiempo, las fuerzas disminuyen, no se puede actuar como antes, es así… Tenemos que aprender a interiorizar.

Nuestra suerte es nuestra vida comunitaria, el hecho de haber empezado las seis a la vez, de poder buscar juntas qué es lo mejor. Estar insertas en medio de otras religiosas que no tienen el mismo pasado, nos impele a querer continuar siendo nosotras mismas, hermanitas de Jesús, y descubrimos aún más lo felices que somos viviendo juntas y compartiendo.

La casa, en estos días de la inauguración oficial, es como un hormiguero. Por todos los lados hay obreros que acaban de ultimar detalles. Las Hermanas nos han solicitado para el arreglo de la casa, la decoración y la instalación de la biblioteca.

Nuestra pequeña fraternidad se va creando también. Nos gusta encontrarnos un rato cada mañana, después de la oración, en nuestra sala de comunidad, para ver juntas el día y darnos noticias. El sábado, entre nosotras, compartimos  el Evangelio del día siguiente.

Una de las comunidades, de religiosas contemplativas, tiene un oratorio propio donde exponen el Santísimo. Hace unos días que nos permiten ir allí a rezar… Tenemos que ser discretas y pequeñas y dejar tiempo  para que  nos conozcan las demás…

De verdad, damos gracias a la Fraternidad por esta continuidad en la novedad, y por el respeto y la ayuda que estamos recibiendo en cada momento.

Hermanita Marie-Séraphine