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El Domingo de la Alegría

Profesión Hta. Carmela de Jesús. 16 de Diciembre de 2012

 

Cuando llegué el 9 de Diciembre a Apelação ya todo estaba en marcha… ¡tanto cariño, tanta generosidad y tanto tiempo empleado en preparar la Profesión! Nuestras vecinas ya se habían puesto de acuerdo con las hermanitas de la Fraternidad para hacer la cachupa (plato nacional de Cabo Verde), el coro me regaló dos canciones en español, fruto de horas de ensayo, los vecinos del barrio sabían de mi llegada y de la fiesta… fiesta de todos porque era fiesta de la Fraternidad… Y llegó el 16, tercer Domingo de Adviento, Domingo de la Alegría… sí, eso fue para mí. Las hermanitas de la Región se hicieron presentes ya días antes para adornar la sala, cocinar juntas y preparar todo, mis padres, mi hermano con su mujer y las niñas también vinieron desde España, y dos amigos de siempre no quisieron perderse mi alegría, las compañeras del trabajo que tuve mientras viví aquí se unieron a la fiesta con sus familias. Tuve la suerte de que cuatro de las hermanitas del Año Común también estuvieron presentes y pudieron conocer la realidad de la que tanto les había hablado durante los meses que vivimos juntas.

Celebramos la Profesión en la Parroquia del pueblo, con la gente con la que compartimos vida y fe, presidieron la eucaristía los dos padres de la parroquia junto con Daniel, amigo jesuita español. Desde que comenzamos a pensar en la Profesión quisimos que fuese profunda, sencilla, participada y con nuestros vecinos. Para mí significó decir sí en el lugar en el que he compartido la vida, la fe, el trabajo, la amistad y el camino de Fraternidad, en el Nazaret que se me regaló como tesoro y en el que quiero seguir viviendo para siempre. La profundidad de la celebración me impactó y, sobre todo desde la postración hasta la firma de la Fórmula me abrazó una sensación de pequeñez ante tanto don recibido, de agradecimiento hondo y de abandono en las manos de Quien sé me ama fiel y tiernamente, sensación que todavía saboreo.

Tras la Mesa de la eucaristía pasamos a un almuerzo compartido. Hermanitas y vecinas habíamos cocinado juntas, otro vecino hizo arroz con leche, los postres fueron llegando de cada casa, junto con un refresco, unas galletas, un poco de carne o algo de sopa, y como en el Evangelio “hubo para todos y sobró”. Todas las vecinas mayores quisieron saludar a mis padres y para ellos, que era la primera vez que venían, fue un descubrimiento ser testigos del cariño y de los lazos de amistad que son la encarnación cotidiana de nuestra vida de Fraternidad en cualquiera de nuestros barrios, les impresionó nuestra alegría, y la simplicidad y la oración que “respiraron” en la celebración.

Y entre agradecimientos, abrazos, despedidas… se pasó el día. Cuando miro la alianza recuerdo, como me dijo Rosaura al dármela, en Quien me tengo que apoyar como fuente de Vida, ahora que la vida sigue, que lo cotidiano recupera su ritmo y yo me preparo para una nueva aventura: ¡Milán!

En el evangelio que leímos en la Profesión, la gente le preguntaba al Bautista qué tenía que hacer… en su vida de cada día, y él les remitía a lo concreto también para caminar a la luz del Señor. Sé que cerca o lejos, en Apelação o en Milán, es compartiendo la vida cotidiana con mis hermanitas en medio de los pequeños donde encontraré al Señor de mi vida, deseo vivir con los ojos del corazón abiertos al Reino que surge en medio de quienes nadie habla. Agradecida a la Fraternidad que me acoge y me sigue acompañando, camino con confianza y con la certeza de que no estoy sola. ¡Decir gracias es decir poco para lo que hemos vivido en estos días!.

Hta. Carmela de Jesús