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Desde lo cotidiano

           Me dirijo a todos por primera vez en la Hoja Informativa. Es para mí un honor poder escribiros unas líneas “desde lo cotidiano”, desde la realidad que yo percibo cada día, desde mi vida misma. Cuando me pidieron preparar esta sección para este número, pude haber escrito sobre muchos temas; sin embargo, creo que el que vais a leer ahora es el que primero pasó por mi mente y sobre todo por mi corazón.

            Se trata de mi vivencia personal con mis amigas y amigos, los mayores. Yo acabo de cumplir 28 años y voy haciendo camino poco a poco. Pero ellos tomaron el tren de la vida años atrás y, unos antes, otros después, se van bajando al andén para encontrarse con el Padre. Mi recuerdo en estos momentos para el Hermano René Voillaume que recientemente nos dejó. Él también se hizo anciano y en sus últimos días decía: hay una forma de oración activa; y hay una forma pasiva en la cual uno solamente puede ofrecer las horas que son largas y la dependencia.

            En efecto, la otra manera de darse es ésta. Cuando uno ya lo ha dado todo, se está a la espera. La misión está cumplida y el fruto está listo para ser recogido del árbol. Mientras eso sucede, este fruto recuerda constantemente su vida, contempla las flores nuevas que han surgido y las que van cuajando y fructificando. Estas nuevas formas de vida llevan savia nueva, fuerza y belleza necesarias para su buen desarrollo. No obstante es muy importante que exista un intercambio circulatorio dentro del árbol: entre las yemas emergentes, ramas jóvenes, etc y entre las ramas más viejas. Dar de lo nuevo a lo viejo y de lo viejo a lo nuevo.

            Hace poco celebramos el día del enfermo en nuestra parroquia. Estuvimos colaborando en el traslado de los ancianos desde las residencias asistidas que existen en nuestra ciudad. En mi coche llevé a 4 abuelas (porque no podía llevar a más) y los demás llenaron también sus coches. Tuvimos la Eucaristía a las 18 horas del domingo 8 de Junio, día en que celebrábamos Pentecostés (el Espíritu Santo estaba con nosotros más que nunca ese día). Después de la misa, les preparamos en el salón parroquial una merienda especial con bizcochos y chocolate. Algo sencillo, pero entrañable.

Tuve ocasión de compartir un rato de charla con cada uno de ellos, era lo mínimo que podía ofrecerles. Fue una tarde muy especial para todos ellos, pero también lo fue para mí. Estaba muy contento, muy feliz. Lo sabía, porque es de esas veces en que nos encontramos felices de corazón, estamos con una sonrisa permanente en nuestro rostro y transmitimos una energía inagotable. Esa energía que todas esas personas me daban a mí, sólo con mirarlas, con escucharlas, con acompañarlas en silencio, tomándoles la mano, dándoles un tierno beso.

Después de terminar todo, nos fuimos de vuelta. Las que venían conmigo tuvieron un pequeño plus: mini-viaje turístico de regreso. Procuré cambiar el recorrido y, una vez montadas en mi coche, las llevé de paseo por toda la zona nueva de Roquetas: el paseo marítimo, la playa, la Urbanización, el puerto, los nuevos parques, etc. Todas quedaban maravilladas de lo que sus ojos veían, algo distinto a su rutina diaria en la residencia. Podía palpar su felicidad en sus comentarios y en sus gestos. Llegamos al final del viaje y quedaron con ganas de más, agradecidas, felices. Pronto tendríamos que repetir.

Y así fue. El compromiso adquirido no se hizo esperar. El jueves 19 de Junio nos llevamos de paseo en 3 coches a un total de 11 ancianas de la residencia. El destino final, el castillo restaurado de Santa Ana en el puerto de Roquetas de Mar. Se quedaron muy sorprendidas con la exposición que había montada en ese momento que trataba sobre Ángeles (realmente ellas eran verdaderos ángeles para mí). El caminar resultaba lento por sus achaques físicos, pero ello no impedía saborear de su compañía observando sus rostros de felicidad.

Al terminar la visita, nos tomamos un helado en unos bancos que había en la plaza del castillo. La tarde estaba preciosa y al ponerse el Sol regresamos a la residencia para que tomaran la cena.

Me propusieron hacer otro viaje pronto, que no me olvidara de ellas. Me he enterado que al día siguiente todas se encontraban muy bien, se comían toda la comida y que apenas se quejaban por nada. Y yo me pregunto, ¿acaso el buen rato que pasaron tuvo efecto en su duro caminar diario? Pues parece que sí. Al menos se rompió la monotonía de sus vidas y esto supuso un respiro para continuar adelante con ilusión y sin tristeza.

Es cierto que algunas se encuentran ya bastante mal y que la edad es una carga pesada. Por ejemplo, Matilde es una señora ciega con más de noventa años que está deseando de morir para no ser un estorbo (según dice ella). Pues es una de las que más cariño le tengo y me encanta hablar con ella. Su voz es muy dulce y su oído muy desarrollado, por lo que se da cuenta de todo.

En definitiva nos encontramos de todo: mayores, con alzheimer, en silla de ruedas, en soledad, tristes, con dolor físico, con dolor psíquico, etc. Todas estas personas no pueden pasar indiferentes a nuestros ojos. Ya no por un deber moral sino más bien por un reconocimiento bien merecido a su intensa vida.

Desgraciadamente sólo me queda un abuelo, el materno, y los otros tres ya están en presencia de Dios. Por eso no quiero desaprovechar ni un solo momento el poder estar con él y compartir nuestras experiencias personales. Además de mi abuelo, es mi mejor amigo. Me aconseja, me guía, me quiere, se alegra por mí, etc. Y cuando está conmigo por su mente pasa este lema: Flor que serás fruto...

Raimundo

Fraternidad Secular.      Roquetas de Mar (Almería)