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¿Qué significado tiene la beatificación de Carlos de Foucauld para la Fraternidad Secular?

La beatificación de Carlos de Foucauld es una gran alegría para todos los que, gracias a su espíritu, han descubierto el Evangelio más profundamente y aprenden o intentan vivirlo con fecundidad para ellos y para el mundo. Algunos percibirán la confirmación de su camino espiritual en la Iglesia y quizá una cierta satisfacción. Pero no habría que ir demasiado lejos, diciendo: "Finalmente Roma ha comprendido algo que nosotros sabíamos desde hace tiempo”.

“Querer saber más” sería algo no querido por Carlos de Foucauld y contrario a él. Una de sus grandes cualidades fue la de mirar a la persona, sin actitud de superioridad y ponerse a su servicio. Él actuaba así en las cosas más sencillas, por ejemplo en aprender a tejer sin buscar en ello ninguna satisfacción egocéntrica.

“Que cada uno busque no su propio interés sino el de los demás”  (Flp 2,4)   Esta frase introduce el célebre himno en la carta a los Filipenses en la que Cristo se pronuncia sobre su último lugar. “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios..."

La beatificación de Carlos de Foucauld no le convertirá en un modelo humano distinto del modelo único que es Jesucristo sino que la Iglesia pone de relieve este modelo único. La presencia de Carlos de Foucauld entre los tuaregs fue su forma de vivir a Jesús como modelo único. Por su vida, ante todo por la celebración de la Eucaristía y no solamente la adoración y la contemplación, deseó anunciar la venida de Jesús entre los tuaregs y su presencia de Jesús en medio de ellos. Lo hace porque nadie más puede hacerlo; si hubiera habido otra solución le hubiera dado prioridad a fin de vivir escondido.

Naturalmente no quería vivir callado pero tampoco deseaba  proclamarlo a los cuatro vientos. Tendríamos que tener esta misma actitud frente a la beatificación porque no se trata de un triunfo conseguido por nuestras banderas sino que se trata del justo reconocimiento de una imitación de Jesús en la obligación de testimoniar a través de la vida.

En el momento de la beatificación

La vida de Carlos de Foucauld empezó a dar frutos a partir de años más tarde de su muerte, lo mismo que el milagro necesario para poner en marcha el proceso de beatificación fue conocido después de muchos años que se hubiera producido. El tiempo transcurrido para esta beatificación ha sido el de una generación.

¿Y esto, qué significado tiene? Quizá que Dios no tiene mucha prisa, quizá no concede a una beatificación algo extraordinario, sino solamente en el momento en que la fidelidad del mensaje  de amor escondido y la presencia de Jesús sirviendo son los signos de una vocación en el camino foucauldiano. La beatificación se lleva a cabo a partir del momento que el éxito inmediato tiende a disminuir y el tiempo de espera lo ha convertido en una necesidad. Esta situación se puede comparar a la que vivió Foucauld distintamente en contacto con los tuaregs y los musulmanes. Los tuaregs no iban a aprender de golpe ni por la fuerza.

La beatificación puede ser un apoyo a la paciencia, algo necesario para nuestra propia vocación y nuestra espiritualidad. Por esta beatificación, la Iglesia reconoce la santidad del Hermano Carlos y su ejemplo cristiano; sin que por ello resulte ni una orden ni una recomendación para el conjunto de la Iglesia.

Por otra parte la beatificación facilitará el reconocimiento de las fraternidades por la Iglesia de su país; sobre todo de los países en los que Carlos de Foucauld y su espiritualidad son poco conocidos y en los lugares en que se supone a las fraternidades de distanciarse de la línea trazada por la Iglesia o donde las autoridades de la Iglesia desconfían de su espiritualidad. Es un auténtico progreso que inspira gratitud. Foucauld es estimado por muchos cristianos y no cristianos y también, como tal, por la Iglesia.  La beatificación no modifica ninguna forma de santidad personal del hermano Carlos, no lo hace más santo ni con más favores para él en el cielo. Su intercesión no será más eficaz o más poderosa en Dios.

Tampoco cambiará nuestra relación con él: gratitud, intercesión, alegría, aprendizaje, porque sobre todo es un acontecimiento para los otros, para los que todavía no lo han descubierto; con ellos y para ellos deberíamos festejar este acontecimiento de forma que se les abran los ojos y los corazones. La manera más impresionante y más simple está en el estilo fraterno, su forma de estar con la gente. Nosotros le mostraremos y le haremos visible en la medida en que correspondemos a este estilo que quiere imitar a Jesús, al que quiso ser su hermano. La beatificación es el testimonio de este hecho.

Los numerosos rostros y la única faz de Carlos de Foucauld

Quisiera expresar formalmente sobre este punto. Carlos de Foucauld tiene numerosas caras, según los continentes, los países, las generaciones, las situaciones. Se encuentra al origen de numerosos puntos de partida que han configurado su rostro de formas muy variadas. No obstante Carlos de Foucauld posee también su rostro personal que no se puede confundir, ni imitar, ni repetir.

¿No debería ser su beatificación una ocasión de arrancar todas las huellas espirituales extrañas a su persona y permitir ver su rostro original y reencontrar el verdadero Carlos de Foucauld, aquel que sorprende por su lado distinto? Nuestros compromisos personales, nuestras preocupaciones, nuestros deberes y nuestras intenciones nos llevan, en efecto a correr el riesgo de no ver esta faz suya. No se trata de nuestra beatificación sino de la suya; la de él, que ha heredado tantos rostros a través de sus sucesores que sólo el volver al recuerdo de su verdadero rostro permitirá no falsearlo.

Este documento lo acentuará, subrayará, recomendará o lo ignorará. La beatificación no hará aparecer a un Carlos de Foucauld oficial. No reconocerá una característica particular ni tendrá en cuenta impulsiones dadas o recibidas por él; no le atribuirá ningún rasgo a favor de un rostro aunque acentúe ciertos trazos personales; ninguno será sofocado, negado ni rechazado.

Josef Freitag