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Extractos de los escritos del hermano Carlos

HERMANO UNIVERSAL - Textos más amplios

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Diccionario escrito por Carlos de Foucauld: instrumentos de música de los TuaregsDiccionario escrito por Carlos de Foucauld: instrumentos de música de los Tuaregs

Todos hermanos, delante de un único Padre que desea nuestra unidad

"Todos los hombres forman una gran familia; todos son hermanos, Dios es el Padre común: todos deben tener entre sí los pensamientos, las palabras y las obras que un buen padre quiere que tengan sus hijos entre sí. El amor que el mejor padre quiere que tengan sus hijos entre sí es el amor que debemos a todos los hombres sin excepción. Y nuestro modelo, Jesús, nos da un ejemplo de ello: es Dios quien viene a la tierra para mostrarnos en forma humana cómo quiere que cada hombre ame a los demás hombres. (...) Todo hombre es nuestro verdadero hermano en Dios, y todo hombre fue tan amado y estimado por Jesús que murió por él. Todo hombre debe presentarse ante nosotros como un hermano, y un hermano cubierto como un manto de la Sangre de Jesús. Esto es lo que significa ser prójimo para el cristiano. (...) Comportémonos con los pobres, con todo pobre, como un hermano, como un buen padre de familia numerosa quiere que los hermanos ricos se comporten con los hermanos que han caído en la pobreza".

(Trad. de Meditaciones sobre los Salmos, ed. francesa, pp. 203-204)

 

El Hermano Carlos se deja arrastrar por la actividad de la acogida ya que desea ardientemente ser el hermano de todos:

“Esta tarde, fiesta del santo nombre de Jesús, tengo una gran alegría: por vez primera, viajeros pobres han recibido hospitalidad bajo el humilde techo de la “fraternidad del Corazón de Jesús”. Los indígenas comienzan a llamarla “khaoua” y a saber que los pobres tienen allí un amigo, y no sólo los pobres, sino todos los hombres”.

(Carta a Mons. Guérin, 19 enero, 1902)

 

“Quiero habituar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos y no creyentes – se acostumbren a verme como su hermano, el hermano universal. Ya llaman a esta casa “la fraternidad” (khaoua en árabe), lo cual me complace sobremanera, y saben que los pobres tienen aquí un hermano; mejor dicho: no sólo los pobres, sino todos los hombres.”

(Carta a Marie de Bondy, 7 enero 1902)

 

Carlos de Foucauld está totalmente desbordado:

“Distribuyo medicinas entre diez a quince personas, y limosnas: más de setenta y cinco en un día. Algunas veces, en un solo día veo hasta sesenta niños en la fraternidad. (…) Para tener una idea exacta de mi vida, hay que saber que llaman a mi puerta por lo menos diez veces por hora, antes más que menos, pobres, enfermos, pasajeros, de suerte que, con mucha paz, tengo mucho movimiento”.

(Carta a Mons. Guèrin, 4 de febrero 1902)

 

“No paro de hablar y de ver gentes desde las cuatro y media de la madrugada hasta las ocho y media de la noche. Tengo que celebrar la misa antes del día; más a pesar de esta precaución, me veo constantemente molestado durante la acción de gracias”.

(Carta a Marie de Bondy, 29 agosto 1902)

 

Cuatro años después, en Tamanrasset, será lo contrario: la amistad, la confianza se construyen con tiempo y paciencia:

“Yo soy muy feliz; no me alejo apenas del Sagrario: ¿Qué puedo desear más y hacer mejor? El tiempo transcurrido desde mi última carta de mediados de enero, ha pasado sin ver a ningún cristiano y a muy pocos indígenas; en invierno los tuaregs, circulan poco; por otro lado, no están muy interesados en visitarme; hay que romper el hielo: se irá haciendo con el tiempo”.

 (Carta a Marie de Bondy, marzo 1906)

 

Jesús mismo recibe lo que damos a cada uno de nuestros hermanos. Seamos hermanos con suma delicadeza.

“Recuerda que como soy yo quien recibe todo lo que das, dices, haces a los demás, no basta con dar, decir, hacer cosas buenas, debes hacerlas con la misma dulzura, con la misma gracia que si yo, Jesús, estuviera ante tus ojos (...) Piensa que no es sólo a mis hijos a quienes hablas, das, piensas y actúas con ellos, sino que es a mí, conmigo, quien recibe como para mí no sólo tus dones, sino tus modales, no sólo la limosna, sino la delicadeza, la gracia con que se hace; soy yo quien se oculta bajo las apariencias de mi hijo... no soy yo quien actúa en el mal que hacen, sino que soy yo quien sufre sus verdaderas necesidades y recibe el bien que les haces, sea bueno o malo.”

(El último lugar. pp.149-150 – retiro en Nazaret 1897)

 

Ser hermano es también denunciar las injusticias, las estructuras perversas… que ninguno se quedé excluido de una vida digna. Aquí Carlos denuncia como el gobierno francés, aunque abolió ya la esclavitud… permite que ésta siga practicándose en sus colonias.

“Aunque se intente aliviar (a los esclavos) en la medida de lo posible, me parece que el deber no está acabado: y que hay que decir- o hacer que diga quien tiene autoridad para ello – (…) no está permitido; “Ay de ustedes hipócritas” que ponen en los sellos y en todas partes “libertad, igualdad, fraternidad, derechos humanos” y que aprietan las cadenas de los esclavos, que condenan a las galeras a los que falsifican sus billetes de banco y permiten que le roben los hijos a sus padres y los vendan públicamente, que castigan el robo de un pollo y permiten el de un hombre (en efecto, casi todos los esclavos de esta zona son niños nacidos libres arrancados violentamente y por sorpresa a sus padres). Además, hay que “amar al prójimo como a sí mismo” y hacer por estas pobres almas “lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros”, impedir que ninguno de los que Dios nos ha confiado se pierda, y Él nos confía todas las almas de nuestro territorio. No tenemos que inmiscuirnos en el gobierno temporal, nadie está más convencido de esto que yo, pero “hay que amar la justicia y odiar la iniquidad”, y cuando el gobierno temporal comete una grave injusticia contra aquellos que de cierta manera están a nuestro cargo (soy el único sacerdote de la prefectura a 300 km a la redonda), hay que decirlo (…) no tenemos el derecho de ser “centinelas dormidos”, “perros mudos”, “pastores indiferentes.”

(Carta a D. Martín, Beni Abbés, 7 febrero 1902)

 

La amistad puede favorecer la promoción humana:

“Lo que yo hago entre los tuareg es bien poca cosa: no es momento de intentar hacer conversiones, sino más bien de preparar el futuro (…) En medio de un océano de males, los dos más graves parecen ser la falta de instrucción y la falta de educación. Un grado de ignorancia que les hace incapaces de distinguir lo verdadero de lo falso y, a veces, el bien del mal (…) Habría que poder inundar el país de misioneros, que, más por conversión amistosa que de otro modo, enderezasen poco a poco sus ideas sobre muchos puntos (…) Veo claramente lo que podría y debería hacerse, pero no veo a nadie para hacerlo”.

(Carta a Marie de Bondy, 25 de marzo 1908)

 

Para acercarse a todos desea “llegar a ser del país” hablando su lengua, compartiendo su estilo de vida, sus costumbres. Valora al pueblo que lo ha acogido.

En esta carta, agradece a Henry de Castries por haber escrito de manera positiva sobre los musulmanes, haciendo caer prejuicios.

“Os bendigo por haber hecho lo posible para que las almas reciban el beneficio de la verdad en lo que se refiere al Islam y para librarlas del peso de las fábulas que escuchamos a diario con lamentos. No puede sorprendernos que los musulmanes se hagan falsas ideas de nuestra religión cuando casi todos nosotros tenemos falsas y fantasiosas ideas sobre sus creencias... Usted restablece la verdad sobre lo que se conoce como «el destino a la turca» y sobre « el paraíso de Mahoma» y describe admirablemente esa extrema simplicidad de costumbres que es tan hermosa y decente... No puedo abstenerme de repetirle lo mucho que me ha edificado su libro, en el que he encontrado una cantidad enorme de ejemplos a imitar...”

(Carta a Henry de Castries, 14 agosto 1901, ND des Neiges

 

Carlos se enferma, y son sus vecinos quienes lo salvan. Ya no es el hermano que va acogiendo y dando, sino el pobre que necesita al otro. A partir de este momento, se puede hablar de una fraternidad recíproca.

“Me siento obligado, una vez más, a cambiar todos mis proyectos. El motivo es un problema bastante grande de salud del que le confío el secreto... No sé muy bien qué es lo que pasó; empecé sintiendo un agotamiento general bastante grande con una pérdida completa de apetito, además de un no sé muy bien qué en el pecho (tal vez en el corazón), que me dejaba completamente sin aliento al más pequeño movimiento, lo que me hizo pensar que el fin estaba próximo. He guardado y guardo aún reposo absoluto. He interrumpido todo trabajo, me han buscado todas las cabras que tenían un poco de leche en medio de esta terrible sequía y que estaban en cuatro kilómetros a la redonda. El buen Dios ha querido que después de ir cuesta abajo, gracias a la leche y al reposo, pero sobre todo por su Voluntad más que por los medios humanos, ahora esté superando claramente la situación. El apetito me vuelve, me siento mucho mejor y creo que no será ahora cuando escuche la llamada del Esposo.”

(Carta a Monseñor Guérin, 24 enero 1908, Tamanrasset)

 

“Me preguntáis si no estoy demasiado aislado y cómo me arreglo para las comidas. Ha llovido un poco: dos pequeños grupos de dos tiendas cada uno han venido a instalarse en las cercanías: unos a tres cuartos de hora y los otros a una hora y media de la ermita en unos barrancos vecinos. Son gente muy valiente que se han convertido, sobre todo el grupo más cercano, en verdaderos amigos. No pasan dos días sin que vengan a verme. Ayer me visitó la abuela, una mujer con mucho valor que es madre de seis hijos la mayoría ya casados...”

(Carta a Marie de Bondy, 19 octubre 1911, Assekrem)

 

“Tengo aquí al menos cuatro «amigos» con los que puedo contar para cualquier cosa. ¿Cómo se han acercado a mí? De la misma manera que lo hacemos nosotros. No les he hecho ningún regalo, pero han comprendido que tenían en mí a un amigo, que les estaba consagrado, en el que podrían confiar y me han devuelto lo mismo que yo les he mostrado a ellos... Les puedo pedir cualquier consejo, información, servicio, estando seguro que me lo darán lo mejor que sepan”

(Carta a Garnier, 23 febrero 1913, Tamanrasset)

 

Nuestros hermanos son “hijos de Dios”, “imágenes de Dios” y “miembros de Jesús”. Los discípulos de Jesús serán amigos universales llevando a todos en su corazón.

“Vosotros tenéis un solo Padre que está en los cielos”. “Dios creó al hombre a su imagen”. “Todo lo que hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis”. Estas tres frases bastan para mostrar a los hermanos su deber de inmensa y universal caridad hacia los hombres, todos “hijos de Dios”, “imágenes de Dios”, y “miembros de Jesús” (…) Fieles a su nombre, al emblema de infinito amor (el corazón y la cruz) que llevan sobre su pecho, y a su divino modelo, llevarán a todos los hombres en su corazón, como hizo su hermano y esposo Jesús, muerto por todos los hombres sin excepción.” (…)

Ante cualquier alma, tendrán sin cesar a la vista su misión hacia ella. Esta misión es la de trabajar por su salvación: lo que han de ver en todo hombre, bueno o malo, amigo o enemigo, bienhechor o verdugo, cristiano o infiel, es un alma que salvar. Se harán “todo a todos para salvarlos a todos.” Odiarán el mal, pero este odio no les impedirá nunca amar a los hombres; llevándolos a todos en su corazón, incluso a los más perversos, como el Corazón de Jesús, serán los amigos universales para ser los salvadores universales: discípulos, imitadores y miembros de Jesús, su vida tiene el mismo fin que la de Él: salvar a los hombres para Dios.”

(Reglamento de los hermanitos del Sagrado Corazón, 1901, capítulo 28)

 

Este amor universal será contagioso, así reinará la Caridad de Jesús.

“La misión de los hermanos del Sagrado Corazón de Jesús, de acuerdo con su nombre, es hacer que reinen Jesús y la caridad. Deben hacer que reinen Jesús y la caridad en su corazón y a su alrededor. Sus fraternidades, dedicadas al Sagrado Corazón de Jesús, deben, como él, irradiar y traer el fuego a la tierra. “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cuánto desearía que ya hubiera prendido!” (…) Todos tienen que ver nuestras fraternidades como los refugios del Amor, la casa del Sagrado Corazón de Jesús, del Amor divino que irradia sobre la tierra, de la Caridad ardiente, del Salvador de la humanidad.”

(Reglamento de los hermanitos del Sagrado Corazón, 1901, capitulo 30)

 

La oración al Espíritu Santo sostiene este deseo ardiente por todos los hombres sin excepción:

“Por la mañana, a mediodía y por la tarde, el ángelus tal como lo reza la Iglesia, seguido del Veni Creator con versículo y oración. (…) El Veni Creator, en las tres horas principales del día, es el clamor de los hermanos y hermanas exiliados, hacia el Padre celestial, suplicándole que derrame sobre la humanidad que Él ha creado, en todo el tiempo que Él les conceda en este valle de lágrimas, su Espíritu Santo, “pan cotidiano” y “único necesario”; los hermanos y hermanas ponen todo su corazón en esta plegaria, rogando por todos los hombres sin excepción.”

(Directorio, art. XI, 1913)

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